CAPÍTULO VII

CRECIMIENTO VEGETATIVO:

ENTRE EL ELITISMO Y LOS DETERMINISMOS

 

 

Vista en general la idea que se tenía de la población argentina y la necesidad de que ésta fuera más numerosa en cantidad y calidad, corresponde detenerse en uno de los factores que inciden en el crecimiento poblacional, cual es el crecimiento vegetativo. Es éste el factor predominante en las preocupaciones de los autores considerados, más que el migratorio. Es el que signa la caracterización que se ha dejado planteada simplemente en los capítulos anteriores, tanto por las fuentes que utilizaban, por los factores que suponían habían determinado el decrecimiento vegetativo, como por las posibles propuestas de solución que exponían.

Cada uno de los aspectos mencionados abarca una compleja red temática que va desde el simple análisis de los registros vitales que realizan, las conclusiones que de ellos desprenden y preguntarse si las mismas guardan o no las suficientes reglas de correspondencia con los registros argentinos.

Si no guardan ese tipo de correspondencia, a qué otro parámetro lo referencian. Indudablemente, aquí se incorpora el marco conceptual ideológico en el que filian las ideas. Dentro del paradigma de la modernidad que los incluye a todos, corresponde indagar a cuáles de las teorías vistas en el capítulo II responden. Cuáles eran los matices diferenciales entre ellos, si es que los había o si había una matriz ideológica común que los envuelve de modo tal que se puede hablar de la idea y no de las ideas demográficas. En todos los casos, analizar cómo yuxtaponen las distintas teorías demográficas y si hay contradicciones o no.

Además, si las propuestas que suponen revertirían el decrecimiento del ritmo vegetativo, guardan o no coherencia lógica con las premisas estadísticas o con las ideológicas. Y sean o no lógicas, cuáles eran las propuestas.


Sobre esos tres pilares se armará este capítulo, entendiendo que ninguno es independiente de los otros. Están íntimamente trabados entre sí. Se los distingue a los fines metodológicos. El título desde ya sugiere, subliminalmente, a dónde apuntan las reflexiones sobre los factores del crecimiento vegetativo, y las posibles soluciones del mismo, como así también, que no hay una ubicación ni solución en un solo factor.

 

I. ESPECULACIONES Y NO ESTUDIOS ESTADÍSTICOS

 

"Se ha preguntado si no existe una ley de la población, que domine, de alguna manera, toda la realidad demográfica, que integre todo el conjunto de explicaciones que son necesarias para comprender esa realidad. Y como el espíritu humano es simplista, ha realizado grandes generalizaciones, especulaciones sobre el tema, más que la observación de los hechos y los estudios de detalle".

ADOLPHE LANDRY, ¿Une loi de la population?, p.517.

 

Landry, demógrafo francés, en la misma forma que Gonnard, como se vio, perciben mejor que los autores argentinos que no es sencillo dar explicaciones sociológicas, económicas, culturales o políticas de los censos o registros del movimiento vital de ningún país y tampoco de la Argentina.


Como ya se dijo en capítulos anteriores, todos se fundan en los datos del Departamento Nacional de Higiene y de la Dirección General de Estadísticas de la Nación. Esos datos, más allá de sus falencias e imprecisiones, apuntadas y corregidas por Bunge, Coghlan, Llorens y algunos pocos más1, demostraban que el ritmo de crecimiento vegetativo disminuía en la Argentina. De un crecimiento vegetativo de 19,4 o/oo en 1910, había descendido a 12,8 o/oo en 1940 (ver Cuadros X, XII, XIII y XVI en apéndice Cap.III) y se acercaba a las tasas de crecimiento vegetativo de muchos países europeos que hacia 1926, en Inglaterra, Alemania, Francia, España, era significativamente menor al 10 o/oo (ver Cuadros XIV y XV). Datos que podían errar en uno o dos puntos en más o en menos y tal vez no con una cuantificación exacta del movimiento vital, pero evidentemente no era errado interpretar que la natalidad descendía a un ritmo más vertiginoso que la mortalidad y, por ende, el crecimiento vegetativo decaía.

Por otra parte, los datos estadísticos desagregados en provincias (ver Cuadros XI, del Cap.III y los que se incluyen en el apéndice de éste capítulo, XVIII a XXI) y, muy raras veces, en los territorios nacionales, les indicaba que había tasas de natalidad, mortalidad y por lo tanto de crecimiento vegetativo diferenciales, según el sector geográfico en que se daban y con variaciones a través del tiempo (1910-1940) que no eran constantes. Es decir, mientras que San Juan encabezó la más alta tasa de natalidad en 1910 y 1930, en 1940 fue desplazada por Jujuy con una tasa de 50 o/oo. Asimismo, si se observa a Catamarca como la de menor tasa en 1910, con sólo 22 o/oo, en 1930 las tasas más pequeñas se registran en Capital Federal y La Rioja, con tasas un poco mayores a 20 o/oo. Lo mismo ocurre con las tasas de mortalidad y crecimiento vegetativo. Jujuy encabeza en los tres años las más altas tasas de mortalidad. Catamarca en los tres años registra las menores tasas de mortalidad, menores a la media de todo el país, mejor dicho de todas las provincias, porque no están incluidos los territorios nacionales.

Con esta breve descripción de los datos expuestos en los Cuadros, solamente se quiso poner en evidencia que distintas provincias comparten tasas del registro vital similares, aunque en otros aspectos sean diferentes. Por ejemplo, La Rioja comparte las menores tasas de natalidad con Capital Federal, Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes en 1930 y 1940 que rondan entre 20 y 30 o/oo. Catamarca, a su vez, es equiparable en su tasa de mortalidad a Santa Fe, Buenos Aires, Santiago del Estero, Mendoza, Entre Ríos, Capital Federal, Córdoba entre 9 y 14 o/oo.


"¿Cómo entender -se pregunta Prigogine- entre descripción individual y descripción estadística?"2. Los autores hacen sus análisis demográficos sobre la base de esos datos, con correcciones o sin ellas y la correlacionan a otras variables socio-económicas, que pone en descubierto que "la legitimidad del planteamiento", como diría Gadamer, adolece de varios defectos.

Las correlaciones entre los hechos vitales y demográficos que observan, y otras variables económicas, sociológicas, religiosas, no parten de registros o datos específicos sobre la Argentina, sino de sus propias idealizaciones como diría Prigogine. Con esas idealizaciones van estableciendo premisas para formular sus ideas sobre los factores que produjeron las modificaciones en el ritmo de crecimiento vegetativo, las consecuencias que se derivarían y la acción a seguir para volver a las altas tasas de crecimiento vegetativo. Clasificando y esquematizando los presupuestos, se advierte la preocupación que la casi totalidad siente, en la siguiente forma:

1) "La comparación de las tasas corregidas correspondientes a 1914 y a 1943 -dicen Coghlan y Belaunde- confirman nuevamente la existencia de la fuerte caída sufrida por la natalidad en el país". Hasta aquí, como se dijo, es lo que demostraban los datos de los organismos oficiales, incluso los corregidos. Pero inmediatamente después, agregan: "La mayor gravedad que adquiere el fenómeno en las provincias y jurisdicciones más pobladas y ricas, y el mantenimiento de las altas tasas en las zonas más empobrecidas y alejadas, es la segunda de las conclusiones a que se puede llegar"3. Entonces cabe preguntarse ahora, cuáles son las fuentes que les demuestran la riqueza o pobreza de las provincias, incluso de los países y de las clases sociales, porque como también se dijo esa era una ley, según estos mismos autores, "que se cumple dentro de las comunidades más reducidas que los países o provincias".

En el artículo citado, los autores simplemente se fundan en A.Bunge que dice por supuesto lo mismo. Cabe entonces, indagar cuáles son las referencias de Bunge. La obra más importante sobre estos temas de Bunge [11], se divide en dos partes. Una, se refiere fundamentalmente a las estadísticas demográficas y la otra, a los indicadores económicos. El problema es que Bunge no compara en un cuadro específico, ambas variables. Si lo hubiera hecho, como se expone seguidamente aquí, hubiera visto lo siguiente:

 


Comparación entre natalidad y capacidad económica

en algunas provincias sobre datos de A. Bunge4

 

 

PROVINCIAS

 

NATALIDAD o/oo

1931-35

 

CAP.ECON. POR HABITANTE N.I.

 

CAP. ECON. TOTAL

N.I.

 

CAPITAL FEDERAL

 

19,3

 

1.052,1

 

 706,8

 

CATAMARCA

 

28,1*

 

 94,6

 

 3,8

 

CÓRDOBA

 

31,0

 

 680,2

 

 232,5

 

JUJUY

 

43,3

 

 441,1

 

 13,4

 

MENDOZA

 

31,1

 

 615,0

 

 84,7

 

SANTA FE

 

25,3

 

 745,1

 

 309,4

 

SANTIAGO DEL E.

 

34,2*

 

 96,8

 

 12,5

 

SALTA

 

46,1

 

 397,1

 

 22,5

 

¿Se puede hacer sobre esos datos la generalización entre pobreza y natalidad? Evidentemente no. La dispersión de datos no permite hacer esas correlaciones. Se han tomado las provincias que, según Bunge, tienen mayor capacidad económica, Capital Federal, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Dos intermedias, Jujuy y Salta, y dos que están en los dos últimos lugares: Santiago del Estero y Catamarca. En función del cuadro, se ve que Jujuy y Salta las de mayores tasas de natalidad, tienen una capacidad económica intermedia, pero muy superior a Catamarca y Santiago del Estero que son las de menor capacidad económica. Es verdad que en estos dos últimos casos se han extrapolado las tasas de natalidad de la Dirección General de Estadísticas, pero ni aún tomando exclusivamente los datos de Bunge se comprueba su aseveración, ni la de los demás autores que la siguen. Si observamos la capacidad económica de Santa Fe se la debería equiparar a Córdoba o Mendoza, pero sus tasas de natalidad son muy diferentes. O, ¿es lo mismo 25 que 31 o/oo? En este caso se debería fijar límites entre las tasas de natalidad y la capacidad económica.


Si respecto de la potencialidad económica de las provincias, las correlaciones no son perfectas, al menos Bunge hizo el análisis de los indicadores económicos sobre las provincias argentinas. Otros autores sacan las mismas conclusiones sin fundarse ni siquiera en esos datos imperfectos. Bunge mismo, cuando se refiere a las clases sociales, se funda en Stoddard, Alexis Carrel, Papenos y Johnson, entre otros varios autores, para avalar y "comprobar" dice, aunque los autores se refieran a EE.UU. o Europa, que "la clases más baja en la escala de la inteligencia es la de más alta contribución reproductora". Y más adelante agrega: "en este continente la conservación y la reproducción de la élite son esencialísimas...". Pero el estudio sobre la inteligencia, sobre las dotes intelectuales por clase social, no lo realiza, lo infiere de las fuentes doctrinarias5.

Alfredo Palacios, al igual que Bunge, se funda en 1942 en un trabajo de Stevenson, publicado en el Journal of the Royal Statistical Society, referido a Inglaterra. De él obtiene la fertilidad de las familias inglesas según sus "clases sociales". "Los pobres tienen todavía más hijos que los ricos - concluye-... el fenómeno se produce en nuestro país, pero es universal. Stevenson demuestra cómo la disminución de la fertilidad, iniciada en los grupos superiores contagia, gradualmente, las distintas clases sociales, con tanta menor eficacia cuanto más baja es su categoría (...) A mayor inconsciencia de la masa paupérrima, corresponde mayor natalidad. Entonces las mujeres paren sin miedo; pero cuando el hombre tiene conciencia de su responsabilidad no llama a la vida, sino con mucha cautela, a otros seres humanos en un régimen económico que no ofrece suficientes garantías"6. Indudablemente el estudio lo hizo Stevenson sobre las clases sociales inglesas, pero el problema de la aseveración de Palacios es que, por extensión, él lo aplica a la Argentina y más problemático son los calificativos con los que denomina a las clases sociales.


Bernaldo de Quirós [4] en sentido similar a Palacios y Bunge, luego de citar los estudios realizados sobre EE.UU. de Bertillon, y los de Italia, también él sin estudios específicos para la Argentina dirá "Entre nosotros ha ocurrido lo propio. La natalidad ha venido mermando decrecientemente, en firme, a la par que el elemento proletario, urbano e industrial se agremiaba, conquistaba mejores salarios, era asistido oficialmente...". Arias [47] expondrá investigaciones italianas para correlacionar pueblos según su confesionalidad religiosa mayoritaria con el ascenso o descenso de la natalidad. Ivanissevich [108] transcribe las tablas de Pearl sobre natalidad en Europa. Mortone [30] incorpora datos para cuantificar a los indígenas. Pasquali [33] sobre la natalidad de las mujeres italianas y argentinas. De los seminarios el de Merchensky [139], expone datos sobre el costo de vida obrera y urbana, fundado en el Censo Industrial, pero Merello [140] da datos europeos, el de Valverde [142] analizará los divorcios y la natalidad en Francia, para referirse al problema argentino.

Las estadísticas y datos adolecían de fallas metodológicas importantes. Pero más que un problema de técnicas estadísticas hay un problema de lógica, porque de los datos europeos no se puede inferir, por una analogía no demostrada, la situación de la población Argentina. En realidad, las ideas poblacionistas o no, tienen como premisa fundante las idealizaciones, producto de una ideología economicista o en estereotipos determinados como se irá viendo más adelante, no obstante creer que sus aseveraciones estaban fundadas en los registros de los hechos vitales argentinos, aunque le apuntaran sus defectos.

Hoy también se describen esas relaciones, pero corresponde preguntarse con Nagel7 ¿llegan a responder el por qué o sólo hacen una descripción de dos situaciones que se dan coetáneamente? Responder esta pregunta significa además, indagar cuáles eran las idealizaciones de las que partían. Porque no son las estadísticas lo importante sino los prejuicios que tienen los autores sobre determinadas provincias, países o clases sociales, que no se desprenden del registro del movimiento de los hechos vitales, sino de sus preconceptos ideológicos.

2) Las idealizaciones sobre esos datos los lleva a pronosticar consecuencias desastrosas para los altos intereses y proyectos de la Nación, tanto desde el punto de vista económico como del social. Las conclusiones a que arriban son similares a las que realizó y realiza Europa desde que comenzó a observar el descenso de su crecimiento vegetativo, incluso, actualmente sus tasas negativas, como se vio en el Capítulo III. No se descuida que la Argentina, comparada con otros países latinoamericanos, tenía y tiene un crecimiento lento, por lo tanto no se considera erróneo que los autores considerados, alerten sobre el futuro poblacional argentino. Lo que se intenta señalar es que, si bien es correcta la observación sobre el crecimiento poblacional, no lo son los prejuicios con que observan las consecuencias que se derivarían de ese descenso del ritmo de crecimiento.

Desde el punto de vista económico demográfico, apuntan las siguientes consecuencias:

a. Copiando la terminología de Quetelet, Verhurlst, Kuczynski, Dublin y Lotka, califican a la población argentina, como estacionaria y por ende, imposibilitada de crecer en el futuro, en función de las tasas brutas y netas de reproducción. (Arias, Bunge, Bendicente, Llorens, etc.).

b. De mantenerse las tasas vitales como en esos años, la estructura etaria de la población tendría una mayor proporción de ancianos en el futuro (Arias, Cafferata, Belaunde, Coghlan, Palacios).

c. Los cambios en la estructura etaria de la población traerían aparejados la disminución de la población activa, la de los consumidores (Belaunde, Llorens, Correa Avila, Palacios) y la alteración del sistema tributario por mayor asistencialismo hacia los ancianos (Belaunde).

d. Hasta aquí, evidentemente, de producirse un envejecimiento de la población, era correcta la interpretación de los problemas económicos que acarrearía, que son los que hoy está padeciendo Europa. Lo grave es cuando a todo ello le agregan que se produciría una "selección a la inversa", en tanto las clases "superiores" por su mayor cultura y mayores recursos, tendían a desaparecer por su baja natalidad. Los Bunge eran los más preocupados por esta situación, pero en términos similares se expiden Llorens y Correa Avila: "los efectos de la denatalidad -dicen- que, iniciada varios lustros antes en algunos países de Europa, empezaba a ganar adeptos entre las clases cultas del país". Y páginas después agregan "el fenómeno de la denatalidad se extiende, como va ocurriendo poco a poco a las clases de menor potencialidad económica y cultural. (...) La selección a la inversa que ha significado la menor natalidad en las clases dirigentes, ha acelerado la revolución social y política que presenciamos"8.

Lo interesante es que Alfredo Palacios, con otros adjetivos, como se ve en la transcripción de sus ideas, dice más o menos lo mismo, porque un socialista como él califica a las clases sociales de superiores o inferiores: "Se trata de un proceso -agrega a lo anterior- que va desde las clases elevadas -las más accesibles a la propaganda de medios anticoncepcionales- a las clases inferiores"9.

e. Lo mismo es cuando enfocan las consecuencias desde el ángulo internacional. Consideraban que peligraba la independencia del país porque podría ser invadido por naciones y razas más fecundas, como los "amarillos y los negros" (Belaunde, Cafferata, Llorens, Correa Avila, Palacios).

 

II. UN TEMA COMPLEJO VISTO CON DETERMINISMOS

 

"El determinismo cultural extremado es tan absurdo como su gemelo biológico. Por supuesto, ni los deterministas biológicos ni los culturales desean, en modo alguno, excluir por completo la significación del otro".

R.C.LEWONTIN, STEVEN ROSE Y LEON J. KAMIN, No está en los genes10.

 

El planteo anterior advierte, esquemáticamente, que a la hora de analizar los factores que habrían incidido en el descenso del crecimiento vegetativo, si bien algunos entienden que el problema es multicausal y por lo tanto, no simple de determinar las razones del mismo, es raro el que no cae en algún determinismo. Determinismo que, como bien apunta Tomás D. Casares, lleva a considerar que "ningún acto nuestro es libre, todos son determinados y sobre las causas determinantes no puede obrar nuestra voluntad; todos los actos realizados lo son de necesidad absoluta en el sentido de que no pudieron dejar de ser o ser de otra manera"11. En ese sentido, afecta a la misma idea de persona y de la libertad de las personas. Claro que los autores no lo advertían, preocupados por encontrar la causa o las causas que habían determinado el descenso de la natalidad.

Alfredo Palacios es, en principio, multicausalista. Así dice: "Espíritus simplistas hablarán de la causa, pero ... es una red inextricable de factores que determina fenómenos ligados entre sí, con relaciones de interdependencia".

"La tarea de discriminar los factores que intervienen en los hechos productores de la denatalidad es difícil. Habría que estudiar instintos, inclinaciones, sentimientos, situaciones económicas colectivas e individuales, capacidad adquisitiva de la clases trabajadora y fenómenos concurrentes. En una palabra, factores psicológicos, morales y económicos"12.

César Belaunde preferirá hablar de causas más que de factores y aunque menciona los factores económicos, circunscribirá su análisis a una sola categoría. Considera que: "Las causas predominantemente son de orden moral y consisten en la difusión de un concepto egoísta de la vida, en el olvido de los preceptos cristianos, en el deseo de comodidades y halagos; todo ello ayudado por el auge de la inmoralidad privada y pública. Es triste comprobar cómo en nuestro propio país familias que se dicen tólicas no vacilan en cometer verdaderos crímenes, cuales son los métodos anticoncepcionales. Y no sólo cometen crímenes, sino que contribuyen así a la decadencia de la Patria y de toda la raza blanca"13.

Se han seleccionado los dos párrafos más significativos de ambos autores, pero estrictamente no difieren mayormente. No son muy diferentes porque si se lee detenidamente el párrafo de Palacios, señala las razones de orden moral. Pero como el afán de él es poner una cierta distancia no sólo de Belaunde, sino del grupo católico y en especial de la cabeza de este grupo, Franceschi, agrega seguidamente: "...Hay quienes hablan sólo de causas morales, excluyendo las económicas. No se tienen hijos -dice un reputado escritor católico, porque no se quiere tenerlos; todo lo demás constituye una máscara, por cierto que transparente, de la realidad. Hay aquí un fenómeno que depende nada más que de la voluntad de cada individuo o de cada pareja y no de factores externos, capaces de coacción determinable´. El vigoroso escritor católico, vincula el problema de la denatalidad, exclusivamente, al de la moral general y fustiga a los "discípulos de Herodes", con palabra ardiente, que recuerda las admoniciones de Polibio, censurando a los griegos de la decadencia".

"Es cierto que muchas veces, -agrega compartiendo ese pensamiento- especialmente en alguna clase social, el egoísmo, el ansia de placer y de vida mundana inquieta, a la que no es grata la abnegación que exige la maternidad, destruye el sentimiento de familia"14.

Es evidente, estas últimas palabras lo advierten, Palacios piensa igual que Franceschi, Belaunde y tantos otros más15. La diferencia depende del sector de la población al que iban dirigidas las ideas de ambos. Si se refieren a la élite, a las clases superiores, por utilizar los calificativos de ellos, hablaran de causas morales y por ende de soluciones educativas, si por el contrario se refieren a las clases inferiores, a los proletarios, a los humildes se referirán a la "inconsciencia" para parir, como decía Palacios y entonces pretenderán soluciones socio-económicas para mejorar las condiciones sociales. Pero en estricta lógica, no es errado deducir que al elevar el nivel socio-económico se lograba una mayor "conciencia de las clases inferiores", consiguiendo de esa forma que parieran con miedo y disminuyeran sus altos índices de natalidad, de modo que la selección no fuera a la inversa, sino equilibrada entre los sectores sociales.

La última reflexión es con el objeto de unir los diferentes enfoques que despertaba el problema poblacional y los distintos ángulos desde los cuales era analizado. Palacios lo dice fundamentando dos proyectos de ley [121] estableciendo el salario familiar para los empleados, y obreros estatales y privados. Es decir, está dirigido a las familias humildes, de bajos ingresos, ya constituidas y con hijos menores ya nacidos. Belaunde, Bunge, Franceschi, Arias, Cafferata, Llorens, Correa Avila y todos los que destacan los factores psicológicos, conductuales, bajo el nombre de morales, están apuntando a la élite, las clases altas, los que supuestamente no tenían hijos porque no querían, como dice Franceschi, porque les atraía la vida mundana como dice Palacios, porque tenían pretensiones de una vida cómoda, con halagos, un concepto "flojo" de la vida (Bunge, Llorens, Correa Avila). Por lo tanto van a insistir en la educación, la propaganda como forma de influir en esos grupos sociales. Pero todos en definitiva parten de los mismos preconceptos que los lleva a los determinismos.            

Como la complejidad es enemiga de los determinismos y de las relaciones causales simples, el interés en este capítulo es demostrar cómo, bajo aparentes planteos sobre la complejidad para analizar los factores que inciden en las modificaciones del ritmo de crecimiento vegetativo, terminan adscribiéndose a uno de esos factores como se advierte en las transcripciones hechas hasta aquí, aunque dirijan su atención a distintos sectores sociales. Al unilateralizarlos se convierten en deterministas. Determinismo que conlleva, íntimamente unido, posturas elitistas y racistas, y con ellas, como se dijo al principio de este tema, se descree de la libertad del hombre y de sus atributos como persona. Porque, detrás de los análisis de la población está el darwinismo social que, como bien dicen Sol Tax y Larry Krucoff, "racionalizaba y justificaba la dura realidad de la estratificación social en un intento de conciliarla con la ideología igualitaria dominante"16.

Consecuente con ese modelo están las fuentes utilizadas, para las cuales corresponde remitirse al capítulo II. Aunque no son muy proclives a las citas como se dijo, los autores considerados, recurrirán a Nitti, Spencer, Landry, Thompson, Dumont, Doubreday, Bertillon, Spengler17 que enfocaban el problema poblacional o desde la teoría de la transición, o las teorías conductivistas con distintos niveles de influencia de los sistemas políticos, económicos, sociales, en fin, culturales, sobre la psicología humana colectiva.

Ese marco ideológico-doctrinario que conforma todo el paradigma de la modernidad, es adoptado por los autores con algunos matices diferenciales entre ellos que no impiden ver la unidad de su planteamiento. Es verdad que había algunos autores católicos, tal Gino Arias, que intentaban desechar ese modelo anteponiéndole las encíclicas de Pio XI (Casti Connubbi, Quadragesimo Anno) y el Código Social de Malinas del Cardenal Mercier18, fuentes contradictoras del materialismo racionalista y liberal que inspiraba el modelo. Sin embargo, otros autores, también católicos (Belaunde, Bunge) unen ambas posiciones. Porque, más allá de sus pertenencias políticas e ideológicas, convergen en una noción de cultura como la define Pitirim Sorokin, que los hace compartir un "conjunto de valores, normas y significaciones"19 y hacer sus propuestas con un gran grado de coherencia entre ellos, lo cual no quiere significar que sea un planteamiento lógico coherente. Se puede decir, si nos atenemos a la vieja pero no debidamente reformulada definición de Tylor20, que se encuadran dentro de esa compleja y omnicomprensiva noción de cultura, propia de la modernidad y de su paradigma, por lo cual no pueden substraerse totalmente de los determinismos genéticos, raciales, culturales, económicos, como bien apuntan los autores del epígrafe. Se distinguen sola mente por el mayor o menor peso que dan a esas variables tanto para hacer el análisis de los factores que modifican el crecimiento vegetativo, como para aportar las soluciones o medidas políticas para acrecentarlo, pero no por sus filiaciones políticas ni confesionales.

 

A. El determinismo economicista

 

"Prácticamente, los unos (el hombre económico burgués y sus doctrinarios Adams Smith, David Ricardo, Juan B. Say, etc), teóricamente además los otros (el hombre económico revolucionario, marxista), verán y pesarán todas las cosas en función de lo económico (...). Y en el fondo de todos estos males se encuentra el economicismo, la unilateralización y sacralización de la quinta de aquellas cinco relaciones fundamentales (la verdad, el bien, la belleza, la salud corporal y la quinta, su sustento: lo económico)".

ENRIQUE DÍAZ ARAUJO21.

 

El planteo sobre los factores que habrían producido el descenso del crecimiento vegetativo, en especial de la natalidad, ya sea que sobreestimen las causas morales sobre las económicas o se refieran a una multiplicidad de factores, supuestamente con igual incidencia y peso sobre la natalidad, no impide ver la unilateralidad del enfoque economicista. Desde distintas vertientes, como dice el epígrafe, la explicación de los hechos vitales estará en relación directa con la capacidad económica de las personas, de las provincias o de los países y subsumidas detrás de esta idea madre, vienen las otras explicaciones: biológicas, psicológicas, sociales, culturales, de modo tal, que la mayor capacidad económica, determina a las personas más aptas en todos esos órdenes.

Esa confusión entre variables de distinta índole, tiene diferentes perspectivas como se ha podido observar en las numerosas transcripciones de las ideas de los autores que se han realizado hasta aquí. Si se refiere a la idea de óptimo poblacional, tanto en cantidad como en calidad, no hay ningún autor que no lo referencie al desarrollo económico, es decir más y mejor población para el progreso y crecimiento económico argentino. De por sí esta idea es economicista.

No hay autor que no relacione riqueza con baja natalidad y pobreza con alta22. Eso también es un determinismo economicista, por cuanto, aunque digan que eso es consecuencia de factores morales, no están haciendo la relación con las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia, ni con el fuero interno y de la conciencia de las personas, como se define la moral, sino que infieren lo moral, del nivel económico que tengan los individuos o regiones nacionales e internacionales.

No es sencillo desechar esa proposición porque, si se analizan los ingresos de las personas, o el producto bruto interno de las provincias o de los países y se lo coteja con las tasas de natalidad, existe una cierta paridad que pareciera determinar que a más riquezas menos hijos y viceversa. Pero, como dice Casas Torres: "Las diferencia esencial entre países desarrollados y subdesarrollado no es sólo, ni principalmente, económica, aunque es innegable que lo económico refleja muy bien este antagonismo. (Luego agrega, en forma similar a los autores considerados) Las diferencias son mucho más profundas, sutiles y difíciles de aprehender. Hay, desde luego, muchas diferencias culturales y de mentalidad, como hay muchos grados de desarrollo. A la hora de valorar lo que es desarrollo y subdesarrollo, lo subjetivo toma, pues, una parte totalmente decisiva"23.

No interesa, por lo tanto afirmar o desechar esa relación que se da cuando se deja de lado lo individual, la persona, la provincia o el país, para solamente enfocar a una media estadística. Media que lleva a las generalizaciones, aunque, como dice Pierre George "toda generalización para un conjunto de poblaciones y de países es a la vez arbitraria, escabrosa y de una concepción bastante poco geográfica". Pero es muy difícil encontrar a un autor que no realice esa generalización, por más advertencias que haga sobre su relatividad, incluso Casas Torres24.       

En fin, se quiere destacar en este punto que detrás de las distintas opiniones sobre la cantidad y calidad de la población argentina y del deseo o no de aumentarla, predomina en los análisis el determinismo económico del problema poblacional, por sobre los demás factores intervinientes en el proceso de crecimiento de las poblaciones. Tal vez esta caracterización que se hace de las ideas demográficas, sea producto de la especialidad disciplinaria que tenían muchos autores, que con distintos títulos universitarios, se doctoraban en ciencias económicas. Prueba también este determinismo el gran volumen de artículos publicados en la Revista de Economía Argentina.

Pero también, detrás de todo ello, denosten a Malthus o no, está la influencia ejercida por el pastor inglés, en lo que respecta a la relación con la variable económica. Esto es válido tanto para los que proponen mejoras socio-económicas para acentuar la calidad de la población, desde el punto de vista biológico, como los que rechazan esta propuesta por considerar que con mejoras económicas desciende la natalidad y el crecimiento vegetativo y propondrán una acción educadora, moralizante, para contrarrestar las corrientes culturales propias de un sistema individualista, industrializado de la modernidad. Así lo prueban las diferentes transcripciones de las obras, realizadas a lo largo de este trabajo y las palabras de Marañón, fuente insoslayable de los autores considerados, que dice: "Pero conste, por ahora, que el dinero, tan material y tan lejano en apariencia del tráfago de los instintos fundamentales, cobra a nuestros ojos una significación biológica de primera categoría"25. Es decir, el tener mayores recursos económicos, no sólo está influyendo en la natalidad, según esta posición, sino en la constitución biológica, intelectual y social de las personas. Esta es la idea marco, sobre ella se construirán las otras ideas.

 

B. Los determinismos biológico-sociales: el elitismo

 

"También existen científicos empeñados en hacer decir a la ciencia lo que ella, en cuanto tal, no puede decir; en ese caso la instrumentalizan y la subordinan a preconceptos filosóficos".

D.M.BASSO, O.P., Nacer y morir con dignidad, p. 18.

 

Subordinadas a esa premisa general, están aquellas otras que categorizan a los países, o a las provincias y territorios, o a las clases sociales, según un estereotipo que va equiparando riqueza, con superioridad, con dotes intelectuales, con sexo masculino, con raza blanca, con civilización, con urbanismo, con baja fecundidad y contraponiéndola a pobreza, inferioridad, bajo cociente intelectual, sexo femenino, razas negras o amarillas, a lo rural, a alta fecundidad. Y estas premisas, sobre todo, son las que caracterizan a las ideas demográficas argentinas como europeizantes, racistas y elitistas26.

Este punto se circunscribirá fundamentalmente a la última de las caracterizaciones mencionadas: el elitismo y por lo tanto, a los aspectos sociales, dejando para los capítulos correspondientes a la inmigración, la caracterización de europeizante y racista, sin descuidar que esta última nota, también está presente cuando se refieren a las clases sociales. Porque, como bien dice Frank Dikötter, refiriéndose a la historia de la eugenesia y del racismo, "es el movimiento cultural y social más importante del siglo XX, íntimamente ligado a ideologías de raza, nación, sexo, íntimamente engarzado con el control de la población, la higiene social, los hospitales estatales y el Estado de bienestar"27.

Cualquiera sea el enfoque en que se detenga la atención: los individuos, los grupos sociales, los sexos dentro de ellos, los países o las provincias si se lo analiza desde una posición psicoanalítica, como dice Pettigrew28, es el estereotipo del superyó y del "ello". Mientras que los primeros son inteligentes, deben tener libertad de elección, son emprendedores, tienen una técnica avanzada de producción, "ellos", son de bajo nivel intelectual, indolentes, vagos, tienen métodos de producción primitivos y sin libertad de determinación.

Por ello, es necesario detenerse en los conceptos de elite y de persona, porque lo que está en la base de las ideas demográficas argentinas, lo aborden desde el tema de las "razas", las clases sociales, los sexos y en toda otra categorización que señale diferencias, es precisamente la dificultad de concebir como personas a aquellos seres humanos que se muestran diferentes a lo que se supone es una persona y dichas diferencias, se entiende, eran las que determinaban a las personas y las ubicaban socialmente, o como clase dirigente, o como inferiores e incapaces.

a) Por el galicismo elite, se entiende escogido, selecto. Desde los más remotos tiempos, se le ha dado distintas denominaciones: casta dominante, aristocracia, clase dominante, élite estratégica, y se lo ha utilizado para referirse a minorías influyentes, con poder dirigencial, diferenciadas del resto de la sociedad, en razón del reconocimiento de su autoridad, méritos, riqueza, sangre, habilidades, capacidades o talentos y como "los que se ocupan de la conservación y desarrollo de la sociedad y su cultura"29.

En ese sentido, como se verá en el desarrollo siguiente, los autores ya se refieran a los méritos de lo que denominaban directamente elite, o la designaran como clases superiores por su inteligencia o por sus recursos económicos, temían que, precisamente, esos sectores sociales no se reprodujeran en la magnitud que lo hacían los pobres e inferiores. Esa es la razón de la caracterización realizada a este poblacionismo como elitista. Influenciados, por la teoría sociológica, en boga en esos años, de un Pareto, un Mosca, Gini y mucho más atrás el mismo Platón, se preocupaban porque en el recambio de las élites, éstas fueran suplantadas por esos sectores muy prolíficos que ellos denostaban. Esto lleva, antes de entrar en el detalle del análisis, a preguntarse qué es persona, quiénes lo son y quiénes no.

b) El término persona es complejo, no se desarrollará acá en toda su dimensión, pero sí se debe mencionar, aunque sea en forma breve, su alcance filosófico y jurídico, en especial qué es persona para el derecho, porque es el punto que mejor demuestra la escisión entre lo que natural y filosóficamente se entiende por persona y lo que es persona para el derecho, entendida solamente como sujeto capaz de adquirir derechos y obligaciones. En la primera acepción, bien dice Podetti, fundándose en la clásica definición de Boecio, "la persona es sustancia individual de naturaleza racional,... es desde el punto de vista ontológico, el ser subsistente, plenamente incomunicable, dotado de naturaleza racional. La substancia es referible al ser que existe por sí y en sí, dotada de totalidad y plena autonomía. (...) La condición humana, como propia de la persona en cuanto ser racional y trascendente, -aclara- es de privilegio y eminencia; pero a la vez es de fragilidad y dependencia"30.

            Y con Casares, se puede agregar que "la razón de ser o no ser de la persona (gravita) sobre la libertad psicológica, pues sólo en término de libertad puede definirse la idea de personalidad"31.

Respecto de la segunda acepción, Levaggi, luego de historiar el término desde la antigua Roma hasta el Código Civil argentino, explica que las Institutas entendían que "la capacidad jurídica deriva de la naturaleza humana, no de las leyes positivas. Cuando éstas privan a un hombre de su capacidad jurídica están violando las leyes de la naturaleza". Pero, hacia el siglo XIX, Savigny "formuló el concepto abstracto de persona como sujeto de derechos, o como prefirieron definirla los autores alemanes que le siguieron: capacidad de derecho. La personalidad concluyó siendo separada del hombre y atribuida por la ley, además del ser humano, a los entes creados por ella". Sobre esa doctrina, Velez Sarsfield definió a las personas en el Código Civil, como "todos los entes susceptibles de adquirir derechos o contraer obligaciones" (art.30)32.

Bien señala Levaggi que en distintos tiempos, la capacidad de las personas fue "influida", se podría decir que se creía determinada, para seguir con el término como se viene desarrollando hasta aquí, por "la libertad, la condición social, la ciudadanía, la situación familiar, la religión, el sexo, la edad"33.

Sobre esas bases, se puede deducir que a todo aquel ser humano al que no se le reconozca su naturaleza racional, su autonomía, su libertad psicológica, su simple libertad, o la capacidad de adquirir derechos, no es considerado persona, ni filosófica, ni jurídicamente.

Es verdad que este planteo no lo realizaron explícitamente los autores considerados, pero ya sea que se refieran a las "razas", a las naciones, a las clases sociales, a la mujer, al varón y los califiquen como inferiores o superiores, inteligentes o no, hábiles para determinadas labores, capaces para adquirir derechos, el concepto de persona determinada por esas condiciones lo tienen presente, aunque no lo aclaren.