UGOKI ARTE

(UNA EXPOSICIÓN QUE APROXIMA A LA CULTURA JAPONESA)

 

por Federico Piedras

 

            Los días 19 y 20 de julio se llevó a cabo la tercer muestra de arte que fusiona las culturas de Japón y Occidente, UGOKI ARTE (arte en movimiento). El evento tuvo lugar en el Auditorio Buenos Aires, Recoleta, y contó con el auspicio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Centro Cultural e Informativo de la embajada de Japón, el B.I.D. y el C.A.C.I.D. (Centro Argentino para la Cooperación Internacional y el Desarrollo).

            La organización estuvo a cargo de un grupo de jóvenes descendientes de japoneses, llamados Red2K (2 es “ni” en japonés y K “key” en inglés, así, formaron la palabra nikkei, que significa ser de dos países).

El objetivo de la red “es lograr una mayor integración dentro de la colectividad y a su vez profundizar la apertura hacia la sociedad argentina”, aclaran en el folleto del evento. Y nos atrevemos a decir que así lo hicieron. No sólo por los espectáculos que ofrecieron, las exposiciones, las charlas y demostraciones sobre diferentes disciplinas, sino también por la participación del numeroso público asistente, que en todo momento demostró sentimientos de alegría, asombro o admiración que concluían con grandes ovaciones hacia los artistas, lo que generaba un ambiente único, un ambiente fusionado por culturas, por orígenes, nacionalidades, en fin, por amor al arte.

            La entrada era libre y gratuita y sólo se pidió a voluntad llevar alimentos no perecederos, ropa, frazadas y útiles escolares para ser donados a comedores infantiles de la zona sur del Gran Buenos Aires.

            El evento comenzó a todo ritmo con los tambores japoneses que de manera extraordinaria el grupo Mukaito Taiko hizo sonar. Desde un primer momento los allí presentes nos vimos atrapados por la fuerza y la coordinación con que los palos caían sobre los parches, por los movimientos corporales y las expresiones de los jóvenes, por los gritos que pronunciaban palabras inentendibles pero que de alguna manera les daba valor. Todo generaba en nuestros cuerpos emoción y exaltación; todo hacía que por nuestras venas la sangre fluyera de forma tal que jamás antes habíamos experimentado: nos habían conquistado, éramos prisioneros de aquellos sonidos, habíamos sido atrapados por un ritmo único que nos llevaba a recorrer paisajes singulares de la tierra, lejos del gris y ladrillo para contemplar cielos y verdes; recuerdo que éramos prisioneros que no ansiábamos la libertad.

            Luego, fue el turno de la danza tradicional japonesa a cargo de Odori Grupo Infanto Juvenil. La calma, la apacibilidad, la relajación y hasta la contemplación del propio ser era lo que uno conseguía si lograba apartar a un lado la aceleración mental, la vertiginosidad con la que se vive día a día y el interés por las materialidades espurias, sin sentido.

            A esa altura podía decirse que uno estaba embebido por aquella cultura, tenía el deseo de más y esperaba con ansias el evento que continuaba: todos sabíamos que seguiríamos en el viaje hacia la naturaleza, hacia el encuentro con uno mismo y con el medio para llegar a la paz interior.

            Mientras tanto, en el sector de charlas y demostraciones, Ary Kaplan Nakamura nos deleitaba con proyecciones de videos sobre paisajes del Japón. Erika Yonamine nos explicaba el significado de los distintos gestos empleados en la danza y nos demostraba, a través de fotografías, las diferentes variantes del baile, desde las clásicas hasta las modernas, desde las que eran realizadas por hombres hasta aquellas en que participaban sólo mujeres y, en estas últimas, en las que actuaban jóvenes o adultas. Sin embargo, todas tenían un punto en común: la naturaleza.

Luego fue el turno de las artes marciales y Okikukai Karatedo Shohei Ryu hizo una demostración excelente de karate. Y de piñas, patadas y mecanismos de ataque y defensa, pasamos al Pensamiento Mágico. Horacio Maedo proyectó un video, en el que una intensa lluvia caía sobre una casa que estaba situada entre medio de frondosa vegetación. Ante cada cambio de ángulo que la cámara hacía del paisaje o de la casa, aparecían versos de una poesía que al finalizar provocó en uno el deseo de estar allí o, a lo mejor, nos hizo pensar con qué poco se logran momentos de felicidad.

            Volvimos al escenario principal: era el turno de las voces. Primero Oizumi Ishigaki embelleció el ambiente con el Canto Buyo Lírico y, luego, el coro de tres voces Nozomi (anhelo) hizo lo propio.

            Decidimos apartarnos por unos instantes tanto del escenario principal como del sector de charlas y demostraciones para recorrer los salones donde diversos artistas exponían sus trabajos. Había de todo y para todos: dibujo, pintura, cerámica, fotografía, diseño gráfico, collage, arte en telar, muestras de bonsai, origami, paisajismo, arquitectura, escultura y manga, entre otros.

            Por último, en el escenario principal, fue la hora del rock, donde diversos grupos, compuestos por jóvenes tanto de descendencia nipona como occidental, interpretaron su música: Cicloquimia con su estilo rock pop, Shamisen nos hizo mover las cabezas de atrás hacia delante con su punk rock, al igual que Jack y Tori con su versión de punk pop. Luego fue el momento de Yakuza con el tradicional rock and roll y el cierre estuvo a cargo de los Parraleños con su típico estilo de Cumbia Samurai.

            Hasta aquí, el lector debe pensar que algo faltaba en el evento, que todo estaba, quizá, demasiado relacionado con la visión y que la palabra estaba algo ausente. Sin embargo, la literatura también tuvo su espacio. El joven escritor Maximiliano Matayoshi habló sobre su libro “Gaijin” (premio Alfaguara Novela 2002). Contó sobre qué se inspiró para escribirlo, los recursos que utilizó (mencionó al flashback como su gran salvador), cuánto tiempo empleó en la redacción y la experiencia del premio. Para finalizar leyó dos cuentos de su obra.

            Durante todo el evento había una pregunta que era el centro de la cuestión, el punto, que en apariencia causaba el mayor interrogante y que cada artista nikkei o no intentaba revelar: si existía un arte nikkei. Sin dudas la mejor respuesta la ofreció Maximiliano Matayoshi al expresar “existe arte, y ya”.

            Fueron jornadas maravillosas, donde en todo momento lo único que cabía hacer era disfrutar, y si quedaba tiempo, disfrutar aún más. Esperamos con ansias la realización de Ugoki Arte 2004 e invitamos a todos aquellos que nunca participaron a que asistan.