INCURSIÓN
ACERCA DEL SER HUMANO,

SU EXISTENCIA, Y SU RAZÓN

¿Razón o Existencia,
o Razón y Existencia?

 

  por Mariano Daniel Arrigo y Gastón Federico Blasi

 

 

Quiero, de una vez por todas, no saber muchas cosas.
La sabiduría traza límites también al conocimiento.

Friedrich Nietzsche, El Crepúsculo de los Ídolos, Bs As, Edaf, 2002, p 38

 

                                       

 

●     Planteo:

 

   “[…] Así, en razón a que nuestros sentidos nos engañan muchas veces, quise suponer que no había ninguna cosa tal como ellos nos la hacen imaginar. Y en razón a que hay hombres que se equivocan en sus razonamientos, aun tocante a los más sencillos problemas de geometría, y hacer paralogismos, juzgando que yo era factible como cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que había tenido antes por demostraciones, y finalmente, pensando que todos los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos podemos tenerlos también cuando dormimos, sin suponer que todas las cosas que habían penetrado en mi espíritu eran tan falsas como las ilusiones de mis sueños. Pero,  inmediatamente después, me di cuenta de que, mientras quería pensar que todo era falso, era absolutamente preciso que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa, y observando que esta verdad: pienso, luego existo, era tan firme y tan segura, […], juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como primer principio de la filosofía que buscaba.”[2]

 

 

  ¿Cómo se que si pienso, entonces existo? ¿Cómo puedo estar seguro de ello? Si partimos de la base de que somos susceptibles de ser engañados, de que aquello que soñamos, en realidad bien podría ser la realidad o viceversa, ergo no pisamos sobre piso seguro alguno, entonces ¿cómo se que si pienso, entonces existo? ¿Cómo sé que dudar es pensar? ¿Cómo se que estoy pensando y que no son mis sentidos  - que me engañan - los que me hacen creer que pienso? Y si existe una razón ¿Cómo puedo estar seguro que esta no me engaña?

 

 

·        Análisis:

 

   Si mi fundamento radica en que existo porque pienso, ¿cómo se comprueba nuestra razón? Bien podríamos decir que ya, por el simple hecho de que nos estamos cuestionando esto, tenemos raciocinio. Pero, ¿de dónde sacamos ese raciocinio?

 

   Si decimos que la razón nos fue puesta por una naturaleza que verdaderamente es más perfecta de lo que podríamos llegar a tener alguna idea, traducido: por un ser superior, al cual llamamos dios, el fundamento de que yo pienso, y por ende existo, cae, porque no es razonablemente sustentable ni defendible la explicación de la existencia del ser humano, a raíz de la existencia de un ser supremo.

 

   ¿Quién dice que los seres humanos somos imperfectos? ¿En función de qué es esa imperfección, o mejor dicho a comparación de qué cosa o cosas somos imperfectos, o bien, en relación a quién somos imperfectos? Y si lo somos, ¿cómo sabemos de las perfecciones de ese ser divino, al que algunos adoran y alaban, rezan, etcétera? ¿Acaso no fue aquel fetiche el cual dijo: “Hagamos el hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza. Y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra y todos los animales que se arrastran por el suelo?” [El Libro del Pueblo de Dios, La Biblia, Génesis 1:26, San Pablo, Madrid, 2002] Pues si lo hizo a su imagen y semejanza y quiere el bien para él mismo ¿cómo es que podría ser imperfecto? Pues la respuesta es muy simple, la cuestión radica en que si un dios existe, no nos hizo a su imagen y semejanza, sino a su voluntad y conveniencia.

  

   ¿Es por esta concepción, qué nos planteamos que los seres humanos somos materia y alma o, mejor dicho, cuerpo y espíritu? ¿Es acaso esto, un fútil intento de darle sentido a nuestras vidas, por el hecho de que tienen un período de tiempo de existencia visible, al cabo del cual, desaparecemos – materialmente hablando, si es que somos cuerpo y espíritu –, ¿pero cómo sabemos que desaparecemos si no podemos confiar en nuestros sentidos, pues los mismos nos pueden engañar, ergo cómo sabemos que realmente existimos; o bien, podría ser todo un juego? O, ¿es acaso por esa necesidad de vernos inmortales en el tiempo que creemos en que nuestras almas – siempre y cuando comprobemos en algún momento que poseemos un alma – perduran en el tiempo? O, ¿es más bien, una triste necesidad en la que nos vemos envueltos para darnos una leve satisfacción, o en palabras más atinadas, una simple tranquilidad de que no somos perennes? O acaso no tenemos en cuenta – citando a Borges – que ser inmortal es baladí, ya sea esa inmortalidad material como espiritual.

 

   Descartes está seguro de que por el hecho de dudar se  piensa, y por ende, se existe. Esta es su metafísica, la base para su razón. El método de Descartes es válido en el mundo de Descartes. Todas las ideas son válidas en el contexto en el que fueron planteadas. Si se toma al pensar – o mejor dicho a una de sus formas – como un elemento aislado, es porque no me he animado a conocer y reconocer la diversidad. Si tomo a esta forma de pensar como idea no es porque es la única existente, pues una idea no es el razonamiento que desarrolla, sino el ambiente en que germina y las consecuencias que provoca.

 

   Descartes usa su razón para reconstruir su razón. De esa manera no valida nada, porque nada hay que validar; supone que para un fenómeno sólo hay una explicación verdadera, por ejemplo cuando habla de la imposibilidad de razón de las máquinas; pero, ¿Descartes sabe lo que es razón?

 

   “¿Puede tenerse la absoluta seguridad de que la razón no nos engaña? Parece que no, porque a veces nos equivocamos aún en los razonamientos más sencillos, por ejemplo haciendo una simple suma; por lo tanto, no es la razón un instrumento tan seguro como para confiar ciegamente en ella. […]; parece como si hubiera una cierta falta de coherencia entre la razón y la realidad, un cierto coeficiente de irracionalidad en las cosas. […], piénsese en tantos sistemas políticos y jurídicos que el hombre ha ideado, sistemas, muchos de ellos, enteramente racionales, perfectamente bien pensados, pero que, llevados a la práctica, si no han sido un desastre, por lo menos han quedado muy lejos de las pretensiones de quienes los idearon y creyeron en sus bondades, confiados en que con ellos se iban a eliminar las injusticias que afligen a las sociedades humanas. En primera instancia todos creemos ingenuamente en la posibilidad de conocer, el conocimiento se nos ofrece con una evidencia original; pero esta evidencia desaparece pronto y la reemplaza la duda ni bien se toma conocimiento de la inseguridad e incertidumbre de todo saber. Nace la duda cuando nos damos cuenta de este estado de cosas, de la falibilidad de las percepciones y de los razonamientos.”[3]

 

 

·        Reflexiones acerca de la Duda  y del Pensar:

 

   Forcemos la duda hasta sus mismos límites, entonces llegaremos al siguiente cuestionamiento: ¿cómo se que pienso?, ¿cómo se que dudo?, ¿cómo se que dudar es pensar y que no es el arribo al último eslabón de una cadena de actividades al cual se lo podría denominar caos?

 

   La llegada al caos no implica el arribar a una entidad vacía sino llegar a una entidad eterna, completa y autosuficiente donde la duda y el pensar son estructuras disipativas[4] que  coexisten y juegan, con el azar, con la voluntad, con el deseo, con la ansiedad, con el amor, con la pasión, donde bailan, pero no al compás de la música, y siguen bailando aún si no existiera música. Donde no existe una jerarquía, donde no hay un punto de partida ni un punto de llegada, donde el miedo se expresa en su manera más simple, hermosa y natural, ¡desafiante!, y no en la forma de impartir estructuras conservadoras que impidan y restrinjan la existencia de otras estructuras.

 

   El ambiente me exige seguridad, me exige detener mi duda para crear estructuras precisas donde la misma cae bajo el dominio del miedo. Pues, de lo contrario no conseguiría un piso firme donde sostenerme y ello asusta, da miedo, desafía y se nos pide a gritos desgarradores que: ¡Seamos Racionales!, ¡Seamos Racionales! “El hombre trata de formar para sí, de algún modo que le convenga, una imagen lúcida y simplificada del mundo, a fin de poder así superar el mundo de la experiencia tratando de reemplazarlo, en alguna medida, por esta imagen.”[5] Pero la duda no debe quedar allí en un estado de pereza infinita, esta debe servir para mostrarme y excitarme, para continuar excitando y exaltándome del caos. “¿Quién es el único que tiene motivos para evadirse, mediante una mentira de la realidad? El que sufre de ella. Pero sufrir de la realidad significa ser una realidad fracasada.”[6] 

 

   Pero si dudar es una forma de pensar, y puedo dudar que dudo, entonces puedo dudar del pensar y en tanto dude del pensar estaré dudando de mi existencia, ergo el razonamiento de Descartes no tiene fundamento válido alguno por cuanto cae ante un pequeño desajuste, o mejor dicho, juego de palabras. Entonces: ‘pienso, luego soy’, no sería una verdad absoluta, pues en tanto y en cuanto me sea posible dudar de mi pensar, y en tanto me sea posible dudar de mi duda, mi existencia se encontraría en una verdadera encrucijada de la cual no podría salir. De esta manera, dudar de que dudo es dudar, y si existe duda tanto en mi duda como en mi pensamiento debe descartarse esta idea acerca del dudar y del pensar, ¿o acaso no debo rechazar todo aquello en lo cual exista la menor duda? – según Descartes.

 

   Un pequeño paréntesis respecto a qué se entiende por la verdad absoluta a que se hace mención en el parágrafo anterior. Una verdad absoluta, es aquella que se cumple en todo el caos. Como no conocemos todo el caos, y este es eterno, no podemos comprender verdades absolutas porque éstas son infinitas, y nosotros no, nosotros somos finitos. Ergo, nuestras verdades son verdades relativas, ya que no podemos decir si son válidas caóticamente, debido a nuestra finitud. Entonces nunca se puede tener una certeza absoluta sobre nuestras verdades relativas. Por otra parte, Descartes dijo que cada cosa tiene sólo una verdad. Pero lo que no aclaró, fue que sólo tiene una verdad absoluta, inalcanzable para los mortales. Lo que hay que tener en cuenta es que en nuestro mundo, pueden cumplirse las verdades relativas, pero ello se da en un determinado contexto y ambiente, saliéndose de los parámetros que ellos imponen, la verdad deja de cumplirse. En consecuencia, el método de Descartes es válido en el mundo de Descartes.

 

   Retomando la cuestión expuesta dos parágrafos arriba, surge la pregunta de ¿por qué aquello a lo que llamamos duda debe ser sólo un punto, una forma de pensar y no la entrada al caos, a la diversidad misma? La duda es un estado en el cual el ánimo se encuentra desconcertado, perplejo y en suspenso entre decisiones y juicios contradictorios sin tomar determinación alguna ¿Desconcierto ante qué? ¡Ante la diversidad misma! ¡Ante la imposibilidad de poder abarcar el todo en todas y cada una de sus formas!

 

   ¡Pero claro, el ego del ser humano no está preparado para esto! Pues, si ahora conocemos para dominar, no podemos no dominar, necesitamos dominar para irnos a nuestras casas felices y nunca pero nunca preguntarnos: “¿qué es amor?, ¿qué es creación?, ¿qué es deseo?”[7] ¿Qué es vivir?  Lo que no comprendo, lo ignoro, lo aparto, lo insulto y lo degrado, pero nunca lo destruyo en un primer momento, pues no podría, y segundo pues, aunque pudiese, me estaría destruyendo a mi mismo dado que me encuentro conformado de todas aquellas cosas que se encuentran en el caos y que debido a mi finitud no conozco.

 

   En cambio, pensar, implica reflexionar, examinar cuidadosamente una cosa para formar un juicio o dictamen. De esta manera, el pensar hace trabajar al sujeto sobre una parte de aquel todo y ojalá que algún día sea una parte que él mismo haya elegido y no que le haya sido impuesta.

 

   Entonces, ¿qué me hace creer que la duda fuese una forma de pensar, qué me hace creer que del pensar sale la duda? La duda es duda en sí misma y es por ello que la duda, duda de sí misma, pues de lo contrario, no sería duda, sería otra estructura disipativa. Si la nada tuviese algo, no sería nada, es necesario que la nada, nada tenga y que de ella nada salga para que sea nada.

 

   Duda y pensar colisionan, la duda lo odia y lo ama a la vez, lo domina y se hace dominar, lo estimula. La duda es una estructura disipativa más del caos, independiente del pensar. Cuando pienso, no hago más que tomar una parte del caos, la cual puede colisionar con otras, así como colisiona con la duda. Al no haber jerarquía no habría manera correcta de pensar y sólo se terminaría imponiendo la manera correcta por la autoridad, autoridad que surge de tomar del caos al miedo y reducirlo a su mínima expresión y a partir de allí surge lo bueno y lo malo.

 

   Al tomarse al miedo aisladamente, se lo contamina, se lo viola, se lo degrada y se lo exalta a la vez. Entonces, para manejarlo mejor se crean las estructuras del bien y del mal. El sujeto se mantiene seguro y así no tiene miedo, pues el mal conduce al miedo. El sujeto no se anima a más porque le da miedo y si no da miedo significa que está bien, pero si traspaso el miedo está mal y entonces el Leviatán me lo hará sentir. El sujeto hace aquello que no le da miedo y a lo sumo como mucho podemos decir que hace lo que menos miedo le da. Ergo, el mejor ser humano ya no es el que más tiempo vive, sino el que más miedo tiene.

 

 

·        Sobre la existencia y Dios

  

   Hasta ahora es factible darse cuenta, que no hay manera inteligible alguna por la cual se comprenda el fundamento de la metafísica planteada por Descartes en su Discurso: ‘pienso, entonces existo’. Ello se debe a que Descartes pone como soporte de ese axioma, la existencia de dios. Es decir, a través de la existencia de un dios, puedo razonar, distinguirme del resto de los seres o entes vivientes en el planeta Tierra, y es por medio de este ser divino que se que razono, porque, en palabras de Descartes: “[…] no era yo el único ser existente […], sino que hacía falta, necesariamente, que hubiera algún otro más perfecto del que yo dependiere y del que yo hubiera adquirido todo lo que poseía; […] Porque ¿cómo sabemos que los pensamientos que tenemos soñando son más falsos que los otros, si frecuentemente no son menos vivos y expresos? Los mejores talentos, estudiando todo lo que quieran, no creo que puedan dar ninguna razón suficiente para destruir esta duda si no presuponen la existencia de dios.”[8]

 

    Acá es donde cae el basamento del método de Descartes, por cuanto, primero presupone la existencia de dios, y luego, esa presunción la necesita para atribuir la existencia de los seres humanos a la mano creadora de dicho ser fantasmagórico, que nadie nunca vio – de ahí que no podemos contar con nuestros sentidos, por que ellos nos engañan, ¿no es conveniente? Pero, ¿por qué necesita hacer esa atribución? Hay infinidad de respuestas, entre ellas, podría articularse que en la época en que Descartes planteó su metafísica, lo religioso inundaba todas las ciencias y artes; también, que Descartes, al igual que los millones de individuos que vivían en el siglo XVII, creían en la existencia de un ser divino, culpable de la creación. Por ello es que podemos decir que el éxito de Descartes fue un éxito de teólogos.

 

   Descartes cree que prueba la existencia de Dios, como requisito fundamental para plantear el axioma de su metafísica: ‘pienso, entonces existo’. El problema radica en que Descartes no duda de su creencia principal, de su fe, de su metafísica. Una vez que cree estar seguro de algo – si pienso, entonces existo; y pienso, porque dios ahí puso la razón – no lo pone en duda, porque ya lo probó por ende no permite que su método se mejore a sí mismo, se adapte a la evolución, al correr del tiempo, a lo nuevo que se va descubriendo, a la experiencia. Podemos decir que la razón se basa en la existencia, y la existencia en la razón: pienso, luego existo. Y existo y luego pienso. Pienso sí y sólo si existo.

 

   No puedo probar que existo, sólo puedo creer que existo. Lo mismo con el pensamiento, no puedo probar el pensamiento con el pensamiento mismo. Necesito de las otras estructuras disipativas, y entonces puedo decir: ‘creo, luego pienso y existo’. Pero, ¿por qué no decir: ‘existo, pienso y luego creo’? “No basta pensar, hay que sentir nuestro destino. Y esa esencia de existir es la esencia del ser. El ser humano primero existe, y luego se define, o sea, define esa existencia, define qué es.”[9]

 

   Existimos porque sí, no hay razón alguna, menos aún un trasfondo u obra divina. Sólo hay un ser en el que la existencia precede la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y este ser es el Ser Humano, o como lo definió Heidegger: la realidad humana. Consiguientemente, “el ser humano empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define, pero nunca a la inversa, porque nuestra existencia es arbitraria, ergo nunca podríamos existir con uno o más motivos predeterminados. El ser humano empieza por no ser nada. Sólo será después y será tal como se haya hecho. Ergo no hay naturaleza humana porque no hay Dios para concebirla. El ser humano no es otra cosa que lo que él se hace; es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente – cada quien se autoconstruye -, nada existe previamente a este proyecto; será ante todo, lo que habrá proyectado ser.” [10]

 

    Ergo el ser humano es responsable de lo que es, ya que la existencia precede a la esencia, ergo no hay un determinismo previo. La inexistencia de un ser superior – fundamento de nuestra existencia -, no implica la inexistencia de valores, porque estos nos los hemos impuesto en una determinada época, en un determinado momento, los cuales, con el correr del tiempo, damos por asentados y ‘aceptados’ – pero, ¿por qué no nos preguntamos por su validez?, quizás porque se modifican y adaptan a los distintos momentos y situaciones.

 

   “Nuestras verdades no valen más que las de nuestros antepasados. Tras haber sustituido sus mitos y símbolos por conceptos, nos creemos más avanzados; pero esos mitos y esos símbolos no expresan menos que nuestros conceptos. El Árbol de la Vida, la Serpiente, Eva y el Paraíso, significan tanto como: Vida, Conocimiento, Tentación, Inconsciente. Esto significa que cada época se intoxica con un absoluto, de apariencia única. ”[11] En realidad, el caos comienza y acaba con cada individuo. El caos es el todo, es lo absoluto, mientras que el individuo es parte de ese todo, es lo relativo. El primero es eterno, el segundo es finito. Ergo no hay una verdad universal sobre la existencia. No podemos decir que algo es o no es con absoluta certeza, y ello va a estar determinado en el contexto en el que se lo plantee.

 

   Entonces no hay un fundamento infinito y verdadero, pero sí hay un fundamento distinto para cada individuo. Además, la palabra verdad denota vacío; no obstante los seres humanos hacemos de ella un ídolo. La verdad es inaccesible, empero es preciso buscarla, tender a ella. A raíz de esto, entendemos que no podemos hablar o decir que algo es verdad con convicción; caso contrario estamos dando pruebas de imbecilidad o de falsa caridad.

 

   “El ser humano no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza, no es por lo tanto, más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida.”[12] Y esto es la simple prueba de nuestra existencia, la cual es captable sin intermediario alguno. De esta manera dignificamos al ser humano, circunstancia que el cartesianismo con su: ‘yo pienso, entonces existo’ – “¿Será posible que rebajemos la existencia a un mero ejercicio de cálculo, a un objeto de estudio matemáticos a poltrones?”[13] -, no hace por cuanto relega la existencia del ser humano, es más, lo convierte en un objeto creado por un Dios – si lo queremos llamar así. Cuando, en realidad, es un sujeto que existe por sí mismo, prueba de la cual se da en su sociabilidad. Ergo, el hombre es un fin no un medio.

 

 

·        De la Razón y del Cuerpo.

 

   Lo malo del Discurso del Método de Descartes no es que empezara queriendo dudar de todo, lo cual no es más que un mero artificio, sino es que quiso empezar, prescindiendo de sí mismo, de Descartes del hombre de carne y hueso, del que no quiere morirse, para ser un mero pensador, esto es, una abstracción. Pero el hombre real volvió se le metió en la filosofía,  recordemos como comienza el Discurso del Método: “el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo: cada cual piensa estar tan bien provisto de él, que aún los más difíciles de contentar en cualquier otro asunto no desean generalmente más del que tienen.”[14]

 

    Y sigue hablando de sí mismo, del hombre Descartes diciéndonos, entre otras cosas, que estimaba mucho la elocuencia y estaba enamorado de la poesía; que se complacía sobre todo en las matemáticas, a causa de la certeza y evidencia de sus razones y que veneraba nuestra teología y que pretendía como cualquier otro ganar el cielo. Mas luego, nos cuenta cómo ha tenido que detenerse en Alemania y encerrado en su estufa comenzó a filosofar sobre su método. Ergo, su discurso, es un discurso de estufa y de estufa alemana. Un francés que se proponía ganar el cielo. Y llega al cogito ergo sum, que ya San Agustín preludiara; pero el ego implícito en este entimema, ego cogito, ergo ego sum es un ego, un yo irreal, o sea idea, y su sum, su existencia, algo irreal también.

 

     ‘Pienso, luego soy’, no puede querer decir sino, ‘pienso, luego soy pensante’. Ese ser que deriva del pienso, no es más que un conocer, pero de ninguna manera vida. Y lo primitivo no es que pienso, sino que vivo, pues también viven los que no piensan. La verdad es: sum, ergo cogito, soy luego pienso, aunque no todo lo que es, piense. La conciencia de pensar ¿no será ante todo conciencia de ser? ¿Será posible acaso un pensamiento puro, sin conciencia de sí, sin personalidad? ¿Cabe acaso conocimiento puro sin sentimiento sin esta especie de materialidad que le presta? ¿No se siente acaso el pensamiento y se siente uno a sí mismo a la vez que se conoce y se quiere? ¿No pudo decir el sujeto de la estufa: ‘Siento, luego soy’; o ‘quiero, luego soy’?”[15]

 

   El racionalismo despreció el cuerpo por ser algo fallido, susceptible de equivocación, de imprecisiones. Lo dejó completamente relegado frente a la razón, ni siquiera lo consideró en cuanto lugar que soporta, que contiene a la razón. El romanticismo, en cambio, lo toma como el lugar de las sensaciones, de los sentidos, y como lugar del instinto. Al respecto Nietzsche dice: “hay más razón en tu cuerpo que en la mejor sabiduría. ¿Quién sabe, por consiguiente, para qué necesita tu cuerpo de tu mejor sabiduría?”[16] Nietzsche viene a contradecir lo que planteaba Descartes, y no sólo lo contradice, sino que lo revierte. La razón viene a ser un instrumento del cuerpo. Este, a su vez, tiene una razón o una sabiduría propia más importante. Es más importante en cuanto es él quien comanda a la mente, al yo, a través de sus padecimientos y sufrimientos. El cuerpo es un receptáculo sensible que está por encima de cualquier pensamiento.

 

   Entonces lo único que se requiere de un cuerpo, es que se liberé de la razón y que sea dejado a la  voluntad, a sus deseos, a sus sentimientos, a su propia inteligencia. Exige entregarse, rendirse al caos, sacar al yo, expulsarlo para dar lugar al cuerpo sensible, capaz de conectarnos con la dimensión trascendente de las cosas mundanas.

 

   ¿Entonces? ...

 

 

●    ¿Algún tipo de Conclusión?

 

   Entonces, se intenta demostrar, que sin importar que exista o no un dios, el ser humano existe por sí y para sí mismo, y lo prueba a través de su pensamiento, de su sentimiento y su creencia en ello. Ergo, aunque un dios existiese, esto no cambiaría nada. El ser humano debe sentirse a sí mismo, a su existir a través de su proyección en el caos, de su relación con los demás, pero decir que sólo por pensar existo, ello no es prueba contundente de la existencia, y menos aún, si se atribuye ese pensar a la mano dadivosa de un dios; con este razonamiento, el ser humano sería un mero yerro de dicho dios.

 

   Mas luego, ¿el ser humano es un yerro para sí mismo y en relación con los demás, pero no para los demás? – no, al menos, en la hipótesis de que seamos libres, en el sentido de libertad sin límites constitucionales.   

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

 

-         Carpio, Adolfo P., Principios de Filosofía: Una Introducción a su Problemática, Buenos Aires, Glauco, 1995, 950-9115-00.

-         Ciorán, E. M., Breviario de Podredumbre, Punto de Lectura.

-         De Unamuno, Miguel, Del Sentimiento Trágico de la Vida, Barcelona, Altaya, Abril 1999, 84-487-1250-1.

-         Descartes, Rene, El Discurso del Método, Buenos Aires, Edaf, Enero 1982, 84-7166-269-8.

-         Díaz, Esther, La  Ciencia y el Imaginario Social, Buenos Aires, Biblos, 1997, 950-786-104-1.

-         Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra; Buenos Aires, Edaf, 1998, 84-7166-261-2.

-         Nietzsche, Friedrich, El Anticristo, Madrid, Alianza, 84-206-3321-6, 1999.

-         Nietzsche, Friedrich, El Crepúsculo de los Idolos, Buenos Aires, Edad, 2002, 84-414-0978-1.

-         Nietzsche, Friedrich, La Gaya Ciencia, Buenos Aires, Edaf, 2002.

-         Sartre, Jean Paul, El Existencialismo es un Humanismo, Barcelona, Ediciones del ´80.


 

.

[2] Descartes, Rene, El Discurso del Método, Buenos Aires, Edaf, 1982, pp 64/5.

[3] Carpio, Adolfo P., Principios de Filosofía: Una Introducción a su Problemática, Buenos Aires, Glauco, 1995, p 13.

[4] Ver Cerletti, Alejandro A., Sistemas Caóticos y Azar: La Ciencia Moderna; en Díaz, Esther, La  Ciencia y el Imaginario Social, Buenos Aires, Biblos, p 91: “Elementos del caos que pueden o no accionar entre sí, pero ello será azaroso.” 

[5] Einstein, Albert, Mis ideas y opiniones; en Díaz, Esther, La Ciencia y …, p 88.

[6] Nietzsche, Friedrich, El Anticristo, Madrid, Alianza, 1999, 84-206-3321-6, p. 45.

[7] Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra; Buenos Aires, Edaf, 1998, p 44.

[8] Descartes, Rene, El Discurso …,  pp. 67 y 70.

[9] De Unamuno, Miguel, Del Sentimiento Trágico de la Vida, Barcelona, Altaya, 1999, p 45: “Primum vivere, deinde philosophari, y como el filósofo antes que filósofo es hombre necesita vivir para poder filosofar y de hecho filosofa para vivir. Y suele filosofar, o para resignarse a la vida o para buscarle alguna finalidad, o para divertirse y olvidar penas, o por deporte y juego.” 

[10] Sartre, Jean Paul, El Existencialismo es un Humanismo, Barcelona, Ediciones del ´80, p. 9.

[11] Ciorán, E. M., Breviario de Podredumbre, Punto de Lectura, p. 279.

[12] Sartre, Jean Paul, El Existencialismo …, p 7.

[13] Nietzsche, Friedrich, La Gaya Ciencia, Buenos Aires, Edaf, 2002

[14] Descartes, Rene, El Discurso …, p 35

[15] De Unamuno, Miguel, Del Sentimiento …, pp. 49-50.

[16] Nietzsche, Friedrich, Así habló …, p 60.