PALAZZANI Laura
 

INTRODUZIONE
ALLA BIOGIURIDICA


Torino, Giappichelli, 2002
, 311 p

 

 Es realmente notable el nivel científico que mantienen, en esta época de general superficialidad, numerosos académicos italianos. Este trabajo de la profesora de Filosofía Laura Palazzani, Directora del Centro de Estudios Biojurídicos de la Libera Università Maria Santissima Assunta, prestigiosa casa de altos estudios romana, resulta un contundente ejemplo. Su solidez es difícil de superar. Produce un efecto semejante al que uno siente frente al Moisés de Miguel Ángel, esa especie de bocanada de admiración, mezclada con cierto orgullo de humano que comparte, en tanto miembro de la misma especie, la satisfacción de que sea posible hacer cosas así.

 Palazzani posee no sólo una erudición asombrosa, que no empalaga, porque se la emplea en la medida de lo necesario, sino además una profundidad que deleita, e invita al lector a bucear más adentro. Si es que se puede, porque a menudo ella llega tan a fondo como el estado de los conocimientos permite. Su estilo no es florido, ni especialmente ameno, pero sí sencillo y de una claridad prístina, con la concisión que a veces uno aprecia en los norteamericanos (aunque en ellos suele estar acompañada de bastante superficialidad).

 Es una pensadora comprometida hasta la exageración con el respeto por la diversidad de opiniones y puntos de vista. Se nota que ama vivir en una sociedad pluralista, y se regodea en el desafío que ello implica (¡cómo coincido con ella en eso!). Ninguna postura se descarta, todas son recibidas y tratadas con consideración, asumiéndolas como susceptibles de ser verdaderas. Es una investigadora católica, de una universidad confesional (con sede en plena Ciudad del Vaticano, a metros de la entrada de San Pedro), pero su actitud científica es intachable, por lo abierta, respetuosa y objetiva.

  Me ha impactado, en ese sentido, como Palazzani no da nada por sentado, absolutamente nada. Es impresionante el control de sí misma que ejerce. Al tratar de la situación del embrión, por ejemplo, pasa revista a las posiciones alrededor de su carácter biológico, con un rigor y una ecuanimidad insuperables. Cuando finalmente concluye en su tesis de la humanidad desde el ingreso del espermatozoide en el óvulo, uno no puede sino coincidir, pero no por razones afectivas o fiduciarias, sino en virtud de la lógica maciza de sus argumentos.

 Tan estricta es esta autora, que, una vez que ha concluido que el embrión es un ser humano, se pregunta, con un desparpajo que no es nada común en los científicos con postura confesional (y tampoco en muchos otros), si basta ese carácter para desprender de él el derecho de vivir, o siquiera una obligación de respetar su integridad. Esa es, a mi entender, una pregunta magnífica, que deberíamos plantearnos más a menudo, en los libros y las aulas. Dar las cosas por sentado, es cómodo y ofrece una falsa seguridad, pero presta un flaco favor al conocimiento.

 Otro acierto de Palazzani es el haber remarcado la diferencia, que pocos destacan, entre Bioética y Bioderecho. Y es doblemente digno de aplauso este aspecto, por provenir de una especialista en Filosofía, y no de una jurista. Ella se empeña, luego, en mantenerse en el contexto de lo biojurídico, aunque es inevitable (y no creo que mala) la presencia de las reflexiones bioéticas.

 En suma, este libro, que ojalá sea traducido alguna vez al castellano, prologado por el Dr. Francesco D'Agostino, Presidente de la Comisión Nacional de Bioética de Italia, es una joya, que DEBE ser leída y conocida por todos los que se acerquen a estas temáticas. Así lo creo. Ricardo Rabinovich-Berkman
 

BRUGO OLMEDO Santiago

 

TAMBIÉN ES
ASUNTO DE HOMBRES
El por qué
de la infertilidad masculina

 

Bs. As., Atlántida, 2004, 251p


 Brugo Olmedo es un prestigioso médico andrólogo. En 1985, formó parte del equipo que realizó la primera fecundación in vitro en la Argentina. Actualmente, dirige una de las instituciones más antiguas del país dedicadas a la medicina reproductiva, la fecundación asistida y la criopreservación. Su experiencia y conocimientos, pues, lo colocan en una posición privilegiada para escribir este trabajo.

 Pero el libro excede con mucho esas expectativas. Porque Brugo, en un estilo sencillo, clarísimo y ameno (bastante raro en los galenos, a decir verdad), aborda la cuestión de la infertilidad masculina, y una serie de problemáticas conexas, sumando a la divulgación científica una calidez humana que se destila de cada página. 

 Investigador formado parcialmente en los Estados Unidos, uno podría atribuir a esa herencia la notable capacidad de hacer comprensibles los complejos fenómenos inherentes a la reproducción humana, pues son célebres los norteamericanos por su arte al divulgar. Pero no, porque Brugo Olmedo posee esa pincelada afectiva y directa, genuinamente argentina, que hace sentir al lector que le está hablando a él. Y eso, en la tierra de Lincoln no se consigue...

 Se hallan, sí, algunas reiteraciones de conceptos, que se vuelven a repetir como si hubiera faltado al manuscrito una última revisión. Pero quizás ello sea deliberado, en aras de tornar las cuestiones, espinosas de por sí, más comprensibles para los lectores sin ninguna formación biológica.  Igualmente, no son tan graves.

 Con razón insiste el autor en la relevancia de los testimonios que, tomados de su propia experiencia de consultorio, vierte generosamente en los capítulos, bien engarzados en medio de los tópicos de fondo. Son historias de vida, narradas con soltura, que aportan otra dosis más de informalidad fecunda al trabajo. Tal vez hubiera sido de desear que, entre tantos finales felices, hubiera reportado también alguno que otro fracaso o sinsabor, que presumo los habrá... En ese aspecto, recordé la sensación que me daba un programa de Víctor Sueiro, donde se veía cómo los enfermos graves que le rezaban a la Virgen se curaban: mi mujer y yo, que durante el cáncer de nuestro fallecido hijo no parábamos de rezar ni para bañarnos, simplemente apagamos el televisor.

 En lo personal, tengo mis varias discrepancias con los conceptos vertidos en la interesante parte dedicada a los problemas bioéticos, que no es obra de Brugo Olmedo, sino de Aníbal Acosta. Sin embargo, lo importante no es concordar sino pensar, y las diferencias son el motor de la reflexión científica y filosófica, siempre y cuando se mantenga el respeto, que implica el concederle al otro la posibilidad de estar en lo cierto (y a uno mismo, reconocerse la de estar equivocado).

 He leído este excelente libro con gran interés, y me ha aportado mucho, desde varios puntos de vista, y no sólo el meramente científico. Creo, sin la menor duda, que es muy digno de recomendación. R.D.R.-B