Abre los ojos:
La construcción de la memoria
para nuestra generación
Ianina
Gabriela Lipara*
Violeta Soledad Radovich**
Las autoras de este trabajo no vivimos la última dictadura argentina
(1976-1983)de manera directa, nacimos en los años 1978 y 1983. Diferentes
experiencias marcaron nuestras existencias: Ianina nació en los tiempos de plena dictadura. Su memoria se ha ido
construyendo con la información que recibió en su casa y la escasa
información que se infiltraba tras una educación católica. Luego, su memoria
siguió conformándose a través de distintos proyectos de investigación que la
llevaron a estudiar en profundidad la responsabilidad criminal de aquellos
Estados que conformaron la Operación Cóndor. Violeta, nacida a comienzos de 1983, recuerda las imágenes
televisivas de la asunción del
Presidente Alfonsín que percibió durante su infancia. Sin saberlo, éstas conformaron
la primera pieza en la construcción de la memoria de aquellos oscuros años.
Luego, el relato de sus padres y el haber visto a los 13 años una placa en la
que se recordaba a los desparecidos de su colegio, se sumaron también a esa
pila de información que más tarde se traduciría en su memoria. Por otro lado, el 14 de
septiembre de 2006, ambas visitamos la ESMA en el marco de la materia “De
Auschwitz a la Esma. La filosofìa de los exterminios”. Luego realizamos la
práctica profesional de la Facultad de Derecho en el Centro Integral de
Asesorías Legales y Populares (CISALP)
siguiendo demandas contra ex represores. Todos estos son puntos determinantes en la construcción de
nuestra memoria. |
"¿Quién lograría aún con palabras sueltas hablar de tanta sangre y tanta herida, aunque diese al discurso muchas vueltas? Toda lengua veríase impedida por el idioma nuestro y por la mente que entiende mal las cosas sin
medida." Dante Alighieri. La Divina Comedia.
|
Walter Benjamin, un filósofo alemán-judío y
antifascista que se suicidó en Portbou en 1940 tras un vano intento de cruzar
clandestinamente la frontera española, decía que cada generación tiene su propia cita con el pasado.
Nuestra generación,
conformada por los nuevos adultos del presente, creció con diferentes vetas.
Una parte, embebida de relatos y dolor por haber sufrido directamente las
consecuencias de los crímenes cometidos por la última dictadura argentina y
otra parte, encontrando escasas piezas de un gran rompecabezas que no termina
de tener sentido. Las historias que comienzan a emerger cambian las
perspectivas de los que quieren ver, mas no todos abren sus ojos a nuestro
pasado. Este trabajo propone buscar dónde están las fuentes de la memoria y
cómo platear un futuro pensando en el pasado para
poder así construir nuestra memoria asumiendo nuestra responsabilidad. A su vez, Jaspers[1] sostiene,
por ejemplo, que la propia conciencia de una culpa colectiva debe existir en
cada pueblo.
Un punto importante que apareja la construcción de
nuestra memoria es el de comprender que quienes secuestraron, asesinaron y
torturaron eran seres humanos comunes. A pesar de que los nazis así como los
militares en Argentina cuidaron que el asesinato masivo se practicara en forma cosificada y racionalizada. Transformaron el delito en un proceso de trabajo.
Esto explica Enzo Traverso[2] al
releer textos de Kafka como una metáfora, del proceso de destrucción de los
judíos en Europa. Kafka sostiene, al igual
que Max Weber, que el poder es una especie de “jaula de hierro” que
aprisiona a los individuos como en un laberinto.
Fue Hannah Arendt una de las que refiriéndose a
Eichmann, habló de la “banalidad del mal”. Así, explica Rüdiger Safranski[3], la
autora quiso caracterizar aquella manera comercial, burocrática con que hombres
de sorprendente normalidad mantuvieron en marcha la máquina de matar. El
formato industrial y administrativo de una empresa de matar y el “mandato
superior” permitieron que este ciudadano normal conservara una “conciencia
limpia”. Safrinski no está de acuerdo con la palabra “banal” que utiliza Arendt
para referirse a estos mandatos superiores. No obstante, Enzo Traverzo[4]
plantea más adelante en su libro que conforme al pensamiento de Arendt, admitir
la banalidad del mal no significaba banalizar el crimen nazi. Todo lo
contrario, eso lo hacía aún más monstruoso, porque había sido perpetrado por
personas “normales”, ni crueles, ni trágicas, ni torturadores sádicos. Lo banal
no era el genocidio, sino la naturaleza de los ejecutores. Estaba banalidad
tenía que ver con la ausencia de pensamiento de estas personas comunes al
cometer los crímenes.
Nosotras, como miembros de esta generación que no
vivió los acontecimientos de la última dictadura argentina de manera directa,
queremos conocer lo que pasó, para poder así reconocer un potencial resurgimiento de estos actos
barbáricos. El libro Los alemanes corrientes y el Holocausto, del
sociólogo estadounidense Daniel Goldhagen, promovió en Europa y los Estados
Unidos un debate de proporciones. En su polémica obra, en verdad su tesis de
doctorado, el autor sostenía que la mayor motivación del genocidio fue el
"antisemitismo eliminacionista de la cultura alemana, incubado durante
largo tiempo, omnipresente, virulento, racista". Uno -quizá el único- eco
local de esa controversia ha sido Los alemanes, el holocausto y la culpa
colectiva, editado por EUDEBA y compilado por Federico Finchelstein, con
algunos ensayos de los contendientes académicos.
Uno de los ensayos del libro fue escrito por Jürgen
Habermas[5], quien
explica que quienes nacieron más tarde y no pueden saber cómo se hubieran
comportado en aquellos tiempos del nazismo, tienen un objetivo diferente al de
los ciudadanos que vivieron en aquellos tiempos. El interés público que
desarrollan apunta a un objetivo distinto del afán moralizador de la generación
anterior que es el de descubrir a los culpables. Habermas sostiene que los
hijos, en cuanto ciudadanos, mantienen un interés público por el capítulo más
oscuro de su historia nacional pensando en sí mismos y pensando en su relación
con las víctimas o con los descendientes de éstas. Y no señalan la culpa de
otras personas. Agrega Habermas que estas generaciones futuras desean poner en
claro la matriz cultural de la herencia que pesa sobre ellos para saber de qué
son responsables solidarios y qué parte de las tradiciones que entonces
constituyeron un funesto fundamento de motivaciones sigue vigente hoy y
requiere revisión. Habermas cree que de un comportamiento individual culpable
muy extendido en el pasado surge la conciencia de la responsabilidad colectiva,
aclara que esto no tiene nada que ver con una atribución colectiva de
culpabilidad.
Nosotras concordamos con Habermas en que como
generación futura tenemos un interés público en lo sucedido y en que debemos
poner en claro la matriz cultural de la herencia que pesa sobre nosotros para
saber cuál es nuestra responsabilidad solidaria. Sin embargo, también nos
interesa que la justicia se expida sobre estos crímenes de terrorismo de
estado. Del artículo de Habermas, pareciera desprenderse que las generaciones
actuales debemos comprender lo que sucedió en aquellos tiempos sólo para evitar
que se repitan hoy, mas que no debemos concentrarnos en lograr que la justicia
encuentre culpables.
Ya no es
tiempo de rencores ni venganzas, pero la justicia ante la ley y sobre todo ante
la memoria, es un requisito ineludible para revertir el pesimismo, la amargura
y la desidia que impregnaba nuestra convivencia reciente. Para poder así lograr
tejer un lazo social que nos habilite a volver a ser una comunidad orgullosa de
su pasado y anhelante de su porvenir.
La verdad histórica - la ventilación de los hechos criminales que
durante décadas fueron sofocados en el silencio o la trivialización - requiere
mirar una y otra vez ese punto abierto de nuestra historia.
Superar lo ocurrido es posible. Éste es, por
ejemplo, el objeto del psicoanálisis. Enfrentarse con el pasado para hacerlo
justamente pasado. De lo contrario, es un presente inmóvil. Pero hacer del
pasado un pasado no es olvidar. No es olvidando que se logra, sino recordando.
Cuando el recuerdo se convierte en conciencia se puede decir que lo pasado es
pasado. Antes no. Es una indigestión. Digerir lo ocurrido no es olvidar, es
pasarlo a otro capítulo.
Desde el año 1983 vivimos en democracia en la
República Argentina. Una generación que no vivió de manera directa la dictadura,
¿valoriza los derechos obtenidos por la democracia? ¿Para qué se necesita
memoria?
"El pasado se construye por la verdad
histórica, no se lo hace resurgir para el sujeto como revelación de los hechos
o [sólo como] acontecimientos verdaderos, sino que se trata de posibilitar para
él una nueva relación con lo vivido a partir de la reconstrucción de las
tramas en donde la verdad había sido mutilada, deformada, reprimida."
(Galende 1992)
‘Por ello es un deber recordar lo ocurrido en la
ESMA y en los diversos campos de concentración de todo el país en los años del
proceso. No hay pasado. Hay presente en la lucha contra el olvido de un pasado
lleno de ignominia. Y ello sólo puede molestar a los que quieren encubrirlo.
Asesinaban y no podían hacerse cargo de ello y ocultaban y robaban niños. Es
cierto, querían salvar al estado, al estado de terror. Por eso el orden en este
caso era el exterminio y extirpar de sus raíces familiares a las criaturas
nacidas del amor de aquellos que según ellos merecían el exterminio por luchar
contra ese terror. Porque ante todo primero fue el terrorismo de estado. Y por
eso no es viable la teoría de los dos demonios. ¿Para superar la memoria del
horror de este terror, de este terrorismo del estado basta, como dicen los obispos,
dejar de revisar el pasado? ¿Olvidar en este caso no es perpetuar hasta la
eternidad lo que ellos llaman "el maniqueísmo que alimenta el encono entre
argentinos"? No hay olvidos por decreto. No se trata de venganza. Se trata
meramente de justicia. Mientras no haya justicia el estado de terror estará
latente y puede repetirse con su maniqueísmo implícito.
La historia de buenos y malos la inventaron ellos. Es necesario seguir peleando
por la justicia, como a cada generación le toque’.[6]
A partir del relato
de Habermas, nosotras entendemos que los directamente implicados en aquellos
tiempos ya sea como ex-detenidos, como familiares de desaparecidos, o sólo por
el hecho de haber estado vivos en ese momento tienen una dualidad de intereses:
el interés privado que causa la aflicción por haber vivido los sucesos y el
interés público, que es según nuestro entendimiento, el de transmitir sus
experiencias a nuestra generación. Por
otro lado, nosotros como generación actual tenemos, como ya dijimos un interés
público y creemos que también una parte de nuestra generación,
conformada por los hijos de las víctimas, desaparecidos, o sobrevivientes,
posee un doble interés; conformado por este interés público y por el interés privado que les es legado
por su propia historia familiar.
Con respecto
al interés público de los directamente implicados, Pilar Calveiro[7],
una socióloga ex detenida, sostiene que no se puede terminar la historia
diciendo: “esto fue lo que pasó y ahí queda” y que los que venimos después nos
arreglemos con ese paquete. Explica que
para hacer esa evaluación es necesario volver sobre lo que fue la
práctica de las organizaciones revolucionarias y armadas, separándose
simultáneamente de una visión ideal-heroica como de una visión condenatoria,
despectiva o de ninguneo. Hay que valorar los aportes, las apuestas, los
desafíos y simultáneamente la gravedad de los errores políticos, las cosas que
se querían transformar y sin embargo se reprodujeron, y por qué.
¿Quién debe construir la memoria?
Concluimos que la construcción de la
memoria es fundamental para que el pasado nos enseñe a vivir el presente, pero
eso nos lleva a más cuestionamientos.
¿En las manos de quienes está la construcción de la
memoria? ¿Tiene que ser una política de gobierno? Los gobiernos cambian y
también las políticas. ¿Deben mezclarse política y memoria? La obligación del
Estado es permitir las vías de la manifestación de la memoria, no contar la
historia.
En su libro Genealogía del racismo[8],
Michel Foucault plantea que el discurso histórico relata la historia de los
reyes y los poderosos, de los soberanos y de sus victorias. El discurso
histórico puede ser entendido como una especie de ceremonia, hablada o escrita,
que debe producir en la realidad una justificación y un reforzamiento del poder
existente. En conclusión, el discurso histórico ha permanecido y permanece
emparentado con los rituales del poder. La historia hace memorable algo, y
haciendo así inscribe los gestos en un discurso que los ordena; la historia
inmoviliza los hechos más insignificantes en monumentos que los cristalizaran y
harán que sean, de algún modo, algo indefinidamente presente. Entonces, los
políticos no buscan contar la verdad o su verdad, sino que buscan construirla.
En la actualidad, a través de la política del gobierno del Presidente Kirchner,
percibimos que existe un apoyo a que emerjan los relatos de las víctimas y a
perseguir a los culpables, sin embargo, también notamos que hay un
apropiamiento político de este momento histórico. Creemos que el Estado no debe
tomar propiedad del relato de las víctimas, sino que su deber es el de crear un
espacio para permitir la mayor difusión posible de todos los testimonios.
‘Quien
asume el compromiso debe arriesgarse a la estigmatización. El deber de memoria
es muchas veces tratado como el placer morboso de regodearse con el retorno de
cosas escalofriantes … que olvido y memoria se apareen como necesidad de la
historia, es un hecho indiscutible. Que los personajes que representan el poder
se asignen esa potestad, es harina de otro costal, es pretender desde el poder,
manipular la Historia’.[9]
La primera fuente para la construcción de la memoria
es el testimonio. No obstante, hay una recurrente crítica de la filosofía
contemporánea a la primera persona, el lugar de la primera persona está
problematizado[10]. Se
sostiene que la fuente de validación no puede ser una percepción subjetiva. La
verdad de lo afirmado dependería de vivencias internas de una persona, sería un
componente interno a la persona. Las afirmaciones tendrían un carácter
intersubjetivo. Pero, todos de diversas maneras nos apoyamos en las
percepciones de la experiencia y las creemos ciertas. Como sujetos, nuestras
vidas están repletas de distintas experiencias y en ellas creemos.
Alain
Badiou[11] sostiene que el
hecho de que la verdad no tenga una potencia total, en última instancia
significa que la lengua-sujeto, resultante del proceso de una verdad, no tiene
el poder de nominación sobre todos los elementos de la situación. Explica que
debe al menos existir un elemento real librado sólo a la opinión, al lenguaje
de la situación. Llama a este elemento lo innombrable de una verdad.
Luego explica que si la lengua-sujeto tiene la misma extensión que el lenguaje
de situación, si de todas las cosas se puede pronunciar lo verdadero, la verdad
se constituirá en la autoridad absoluta de la nominación verídica. De la misma
manera, el gran positivismo del siglo XIX imaginaba que los enunciados de la ciencia
irían a reemplazar a las opiniones y a las creencias sobre todas las cosas.
Pilar Calveiro estuvo secuestrada en la ESMA y narra
en tercera persona. Explica que hombres y mujeres tienen maneras diferentes de
testimoniar. Los hombres tienden mucho más a la precisión en cuanto a los
nombres, los lugares. En cambio algunos de los testimonios de las mujeres
además de dar información entran de lleno en la vivencia.[12]
Quienes
son y deben trasmitir las experiencias de lo vivido o de lo visto son aquellos
que fueron parte de la historia. Para lograr poner luz a tal suceso, no hay
mejor voz que la de aquellos que estuvieron presentes en el pasado. Sin
embargo, se debe tener en cuenta la advertencia que hace el autor italiano,
Giorgio Agamben en su libro Lo que queda de Auschwitz: El Archivo y el
testigo, Homo Sacer III.
En el
mismo manifiesta la dificultad con la que se encuentra el ser humano al tratar
de narrar un hecho. Más aún aquel que vivió inimaginables experiencias, que
jamás podrán ser restituidas tan exactamente como ocurrieron. En esta
advertencia, Agamben explica que la aporía del conocimiento histórico se basa
en la no coincidencia entre hechos y verdad, entre comprobación y comprensión.
Más aún, las debilidades del vocabulario al momento de trasmitir las vivencias,
la interpretación de los silencios y la subjetividad aplicada por cada uno de
los testigos y de los oyentes nos lleva a vislumbrar que hace falta escuchar de
muchas formas antes de llegar a comprender, si es que realmente eso es posible.
¿Todos deben ser escuchados?
Sentimos que se debe respetar el derecho de libertad
de expresión de todos los actores sociales, incluso aún de los que causan
aberración, por ejemplo el relato de los
acusados de haber cometido torturas y asesinatos. Limitar el conocimiento,
engaña el conocimiento. El escuchar el relato monstruoso nos permite
replantear, evolucionar y repensar nuestro presente, construir nuestra memoria
y realizar un examen crítico de los hechos. Este relato es parte de la
historia. “En la vida diaria los conocimientos históricos pueden emplearse,
naturalmente, en la contienda moral (...) el saber histórico es igualmente
relevante para los dos bandos opuestos.”[13]
La construcción de la memoria debe conformarse de
muchos ladrillos, una generación que depende de los relatos y manifestaciones
de los que tienen que contar la historia, no puede basarse en una sola campana;
sino debe escuchar, ver y percibir todas las fuentes posibles, en tras evaluar
esa información: Comprender. Comprender es una manera de trabajar para que no
se reproduzcan esos hechos.
La construcción a partir del sistema judicial
El proceso de construcción de memoria va
en constante movimiento. Sin los procesos judiciales no se hubiera podido
recuperar gran parte del pasado. Con la reconstrucción de la democracia, en
1983, las responsabilidades de la memoria y las demandas de justicia se
encontraban y enlazaban, por así decirlo, con las tareas de reconstrucción del
Estado y el nuevo pacto con la sociedad.[14] El objetivo apuntaba a incluir nuevos valores, para
ello había que aprehender las lecciones y una de ellas era el restablecimiento
del imperio de la ley.
El informe
NUNCA MÁS, ha sido y será un ícono para reconocer nuestra historia. Sin la
intervención de víctimas y actores sociales y políticos muchos relatos se
hubieran escabullido en la depresión del dolor, sin poder emerger. Aún en día,
muchos de ellos comienzan a brotar en otro momento político donde la justicia
interviene en compromiso con el pasado.
El corriente año sigue escribiendo la
memoria. Los juicios de los que ya como adultos formamos parte acentúan el
debate y crean foros de discusión en nuestra generación. Por ejemplo, el
proceso contra Miguel Etchecolatz, quien fue finalmente condenado a reclusión
perpetua y en el que se lo condenó por el delito de genocidio reabrió nuevas
dudas al conocerse la desaparición de Jorge Julio López, quien fue un testigo
clave en este juicio. Esta desaparición nos evoca el horror del pasado, que no
vivimos, pero que percibimos a través de diversas fuentes. Este tipo de hechos
refuerza el sentimiento de responsabilidad que tenemos como generación actual
en tomar las riendas para conocer a fondo una historia que se transforma cada
día en presente. Tener memoria es la única arma que previene la inacción.
La educación: la
herramienta ineludible para construir la memoria
En nuestra visita a la ESMA nos relataron que el predio
tendrá como fin invitar a alumnos y maestros de colegios para que conozcan este
antiguo centro de detención clandestina. Ya habíamos escuchado que las escuelas del país y los
institutos de formación docente recibirán materiales para reflexionar todo el
año sobre las causas y consecuencias de la dictadura en la sociedad. Recibirán este año una serie de materiales que
integran el programa "A 30 años del golpe", elaborado con el apoyo
del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. No obstante, creemos que el
conocimiento directo por parte de los alumnos de un campo de concentración como
la ESMA, les permitirá conformar su memoria de una manera más profunda que la
que lograrían a través de un texto. Al concurrir a la ESMA, podrán experimentar
distintas sensaciones que no pueden ser incorporadas por medio del papel.
En este sentido, leemos en una
nota de Clarín[15] que Javier Trímboli, profesor de Historia en
escuelas medias, y uno de los integrantes del equipo que desarrolló "A
treinta años del golpe", explica que resultó fundamental el aporte de
Pilar Calveiro, que les decía: “si vos repetís siempre un mismo relato, esa
repetición seca los oídos de quienes escuchan y seca los relatos”. Trímboli
explica que necesitaban materiales que los ayudaran a ligar ese momento de la
historia con las preocupaciones cotidianas de los chicos de hoy, como Cromañón,
por ejemplo. ¿Por qué? Porque un debate así te permite plantear con ellos
cuestiones como qué significa vivir en la Argentina, el problema de la ley en
nuestro país. Son momentos en que se avanza muchísimo en el aula".
El arte como refugio de la memoria
El
arte no cambia el mundo, pero lo ve. El arte nos enseña. Muchos de nosotros
hemos aprendido a través de letras de diversas canciones. Por ejemplo, una
canción de Charly García nos transmite la sensación de impotencia de las
víctimas de la dictadura al saber que una vez dentro de las garras de los
torturadores "no tendrás poder, ni abogados, ni testigos". El guía en
nuestra visita a la ESMA nos muestra el libro Memoria en
construcción (El debate sobre la ESMA) editado a partir de
una convocatoria de Marcelo Brodsky. Allí aparecen fotografías de detenidos
tomadas en la ESMA. El arte nos hace ver otra versión de la realidad. También
nos muestra fotografías de formas resistencia artística. Pinturas imitando carteles como aquellos que se colocan
en la vía pública advirtiendo sobre alguna obra pública, pero en este caso
advirtiendo sobre el peligro por la presencia de represores en alguna vivienda
determinada. Son formas originales de construir memoria. Justamente por su
originalidad, estos métodos quedan inscriptos en la memoria de los
espectadores. Y son métodos constructivos. Construyen arte. Construyen memoria.
Una mañana en la ESMA
El 24 de
septiembre de 2006 fuimos a la ESMA. Mientras estuvimos allí tratamos de
sentir, imaginar, percibir lo monstruoso que allí había sucedido. Recurrimos a
las sensaciones, los olores. Creímos que quizás algún olor podría seguir
intacto. Se produjeron muchos silencios y era allí cuando se podía escuchar. No
obstante, nos trajeron inmediatamente a la realidad. El
muchacho que oficiaba de guía, nos dijo que era imposible reproducir lo
que allí existía. Pero, uno trata de imaginar, de sentir, es una forma de
compartir algo con el otro, de ayudar a que esos desparecidos y sobrevivientes
no “desaparezcan”. Muchos compañeros trataban de encontrar pistas, señalaban
manchas en las paredes. Otros nos sobresaltábamos al ver rastros de los que los
dictadores habían tratado de ocultar. Habían sacado ascensores ante la visita
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1978 y nosotros
observábamos absortos los rastros del tablero de aquel ascensor que permanecían
visibles en la pared. “¡Aca había una puerta!” gritó una compañera. “Sí, puede
ser” contestó el muchacho que nos guiaba. Estamos convencidas, ahora mirando
nuestra experiencia desde afuera, de que estos eran intentos nuestros de sentir
lo que la gente allí secuestrada había sentido. Ninguno de nosotros había
estado en la ESMA, pero era nuestro modo de conectarnos con el pasado.
Ninguno
podrá olvidar esa mañana. Se produjo algo así como un viaje a través del tiempo
dónde recién cuando salimos nuevamente al parque creímos haber retornado al
presente. Ese mismo parque verde que ayudaba a disimular las miserias que
sucedían en los edificios sobre éste montados. No parábamos de pensar, la mente
no tenía descanso.¿Los que vivían en frente no sabían lo que allí pasaba? ¿Los
jóvenes militares que estudiaban detrás del edifico del casino de oficiales
sabían lo que allí ocurría?¿La gente que iba dentro de los autos que pasaban por Av. del Libertador no
sabía que dentro de esos edificios había gente encapuchada, atada,
torturada?¿Nosotras nos hubiéramos dado cuenta, en caso de haber estado vivos?
La
psicoanalista Matilde Ruderman, quien atiende a sobrevivientes y familiares de
desaparecidos, sostiene que “se sabía de la tortura y desde el espacio del campo trascendía los muros para armar los campos de
concentración donde estaba la mayor
parte de la sociedad, alienada en el discurso de la dictadura”.[16]
Se sabía y no
se sabía. La negación se instaló haciendo estragos con un largo silencio.
Hacían ruido los pies de las Madres caminando el círculo de la Plaza de Mayo,
pero sólo algunos escuchaban. Se alzaban las voces de los organismos de
Derechos Humanos, pero era más exitoso el "por algo será" que justificaba
la desaparición de personas.
Para entender lo imposible
releímos a Aristóteles y sus enseñanzas
para escribir tragedia (Poética). En el año 334 antes de Cristo, Aristóteles
señalaba que “la tragedia debía generar piedad y temor en quienes participaban en la escena. El hecho terrorífico debía ser arbitrario y
generado por alguien familiar, un semejante”
ESMA y después
El predio de la ESMA no ha sido aún totalmente desocupado
por los militares. El guía nos cuenta que en la actualidad no tienen relación
con los militares que ocupan los edificios que se encuentran detrás del actual
espacio para la memoria. Luego nos muestra un afiche de promoción del edificio
que construyeron enfrente de la ESMA. En la publicidad, no está la ESMA, la
borraron, la olvidaron, la “desaparecieron”. En su lugar, hay un golfista y un
velero. La ESMA quedó reducida a eso.
El
muchacho que nos guiaba también nos relató lo arduas que son las reuniones en
las que se trata de demarcar una línea de acción para la conformación del
espacio de la memoria. ¿Se exhibirán aquellos objetos que conservan los
sobrevivientes, por ejemplo, las capuchas? ¿Se realizarán reproducciones de
determinados objetos? “Esas capuchas nunca podrán transmitir lo que realmente
fueron, sino se lavaban nunca y tenerlas puestas generaba un dolor intenso en
los ojos”, nos dice el muchacho que oficiaba de guía. ¿Entonces no exhibimos
ningún objeto porque nunca se va a poder transmitir las escalofriantes
vivencias de la gente que estuvo allí? Otra propuesta es dejar el predio tal
como está ahora, el guía nos explica que los militares se llevaron todo, la
grifería , los muebles, no dejaron ni siquiera las lamparitas. ¿Debe crearse
también un centro de investigación como proponen algunas organizaciones?
Mantener
la presencia es también una forma de cerrar parte de la historia, pero
permitiendo su procesamiento, cerrándola y reabriéndola, no “desapareciéndola”.
No se puede pensar en un monumento como algo que lo realizamos y cancela o
cierra el problema. Pero aun cuando alguien pretendiera eso, sería imposible
porque esas cosas no se pueden cancelar, están vivas. Son los más responsables
de esta historia los que tratan de cancelarla. Pero el monumento, como todos
los actos de memoria, tiene la posibilidad de cerrar para reabrir
incesantemente la mirada sobre el drama de la desaparición; en ese sentido
tiene un valor de reparación que es sanador.
Conclusión
En el documental
“Nietos: Identidad y Memoria”, aparece el testimonio de una niña de 11 años que
quita el habla a cualquier espectador. Relata como “unos hombres con medias en
la cabeza” se llevaron a su madre cuando ella tenía tres años, explica además
que vio como la golpeaban. Ante la pregunta de qué debería hacerse con los
torturadores y los asesinos, responde: “ponerlos en la cárcel y que la justicia
diga. Si nosotros torturáramos, seríamos igual que ellos”.
En el mismo documental Estela de
Carlotto dice que nunca se habría imaginado que tendría que “trabajar para toda
la vida”. Creemos que todos los argentinos tenemos que trabajar para toda la
vida para que los desaparecidos no “desaparezcan”, para que su recuerdo
permanezca en la memoria de nuestra generación y de las futuras generaciones,
sólo así podremos lograr que esa siniestra parte de la historia, que es y será
parte de la historia de todos los argentinos, no se repita NUNCA MÁS.
"El mundo es difícil de percibir.
La percepción es difícil de comunicar.
Lo subjetivo es inverificable.
La descripción es imposible.
Experiencia y memoria son inseparables.
Escribir es sondear y reunir briznas
o astillas de experiencia y memoria
para armar una imagen determinada,
del mismo modo que con
pedacitos de hilos de diferentes colores,
combinados con paciencia,
se puede bordar
un dibujo sobre una tela blanca"
Juan José Saer
* Abogada (Universidad de Buenos
Aires), Master of Laws (Universidad de Utrecht, Países Bajos)
** Estudiante avanzada
de Derecho (Universidad de Buenos Aires)
[1] Jaspers, Karl (1965). El problema de la culpa. Barcelona, Ed.
Piados. 1998. Pág. 93.
[2] Traverzo, Enzo. La historia desgarrada. Barcelona Ed. Herder.
2001. Pág. 37.
[3] Safranski, Rüdiger. El mal o el drama de la
libertad. Barcelona, Ed. Tusquets. 2000. Pág. 242.
[4] Traverzo, Enzo. La historia desgarrada, op. cit. Pág. 105.
[5] Habermas, Jürgen: Goldhagen y el uso público de la historia, en VVAA: Los
alemanes, el holocausto y la culpa colectiva. El debate Goldhagen. Buenos
Aires, Ed. Eudeba.1999. Pág. 210.
[6] Ver:
http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2006/03/18/u-01159598.htm
[7] Ver: http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/las12/00-01-21/nota1.htm
[8] Foucault, Michel. Genealogía del Racismo: Cuarta Lección 28 de
enero de 1976. Buenos Aires. Ed.
Acme 1996. pág.59
[9] Viñar, Marcelo. ¿Por qué pensar en los desparecidos? Violencia
dictatorial y memoria del terror. 2005. Pág. 5.
[10] Martyniuk,
Claudio. ESMA. Fenomelogía de la desaparición.
Buenos Aires. Ed. Prometeo 2004. Ver:
http://catedras.fsoc.uba.ar/mari/Archivos/HTML/Martyniuk_ESMA.htm.
[11] Badiou, Alain. Ética.VVAA. Batallas éticas. Buenos Aires. Ed. Nueva
Visión 1997. Pág. 28.
[13] Habermas, Jürgen. Goldhagen y el uso público de la historia”. VVAA:
Los alemanes, el holocausto y la culpa colectiva. El debate Goldhagen, op. cit.
Pág.
209.
[14] Vezzeti,
Hugo. Prólogo e Introducción de Pasado y Presente. Guerra,
dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires. Siglo veintiuno editores.
Argentina. 2002. Pág. 24.
[16] Matilde Ruderman. Marcas del horror.
Inscripciones instituyentes. Publicado en “SALUD PROBLEMA Y
DEBATE” Año XIII Nº 23, Buenos Aires,
mayo de 2001. Pág. 2.