BREVES APUNTES SOBRE EL ÒPROYECTO DE VIDAÓ Y SU PROTECCIîN JURêDICA

 

                                                                    Carlos Fern‡ndez Sessarego[1]

 

1. La libertad como proyecto y su cumplimiento en la realidad

 

 La libertad ontol—gica es el ser mismo del hombre. La persona humana es un ser libertad. La libertad es lo que caracteriza al ser humano, lo que lo hace ser el ente que es  y no otro. Ser libre es Òser yo mismoÓ. La libertad diferencia al ser humano de los dem‡s entes del mundo. Es, por ello, el œnico ser espiritual, capaz de vivenciar valores.

A la libertad no se le puede definir. No es ÒalgoÓ, una cosa u objeto, que tenemos ante nuestra mirada, que podamos describir. No es un ente exterior a nosotros mismos. Pero, a pesar de ello, de alguna manera debemos mencionarla. Por ello, es que cuando nos referimos  a la libertad a falta de una definici—n o descripci—n se le suele mentar a travŽs de uno de sus m‡s notorios atributos -tal vez el que nos resulta m‡s importante o perceptible- como es, entre otros pero preferentemente, el de la capacidad inherente al ser humano de valorar,  adoptar decisiones y de elegir y preferir, por s’ mismo, entre uno u otro cualquier acto o conducta, sin l’mite alguno. Es decir, imaginar y concebir en el mundo interior un determinado acto o conducta para su concreci—n en la realidad del existir, para que la libertad ontol—gica se convierta en libertad fenomŽnica[2].

 

2. La libertad como proyecto

 

En otros tŽrminos, ser libertad supone la capacidad inherente al hombre de proyectar una manera de existir, un plan existencial, un modelo de vida. Libertad es, por ello, sin—nimo de proyecto. De ah’ que podamos referirnos a la libertad como proyecto.

La libertad ontol—gica es proyectiva. Se es libre para proyectar una Òmanera de vivirÓ, un estilo o tipo de vida, o un simple acontecimiento cualquiera del diario existir. La libertad ontol—gica, en tanto proyecto, tiene vocaci—n de cumplimiento en la realidad, en el mundo exterior, en la cotidianidad de la vida. Se proyecta para vivir, se vive proyectando. Libertad para vivir de tal o cual modo, a travŽs de actos, conductas, comportamientos, que configuran el existir y que trasuntan un Òproyecto de vidaÓ libremente elegido.

La libertad, en expresi—n de Vilanova, consiste fundamental, pero no exclusivamente, en la trascendencia. De ah’ que pueda decir que Òel proyecto existencial trasciende al exterior con sus entes intramundanos y trasciende a sus propios posibles del futuro inmediatoÓ[3].

La subjetiva decisi—n-elecci—n libre del ser humano se convierte, as’, en libertad fenomŽnica, se objetiva, se hace presente en el mundo en el que vivimos, en la realidad del diario acontecer. Es el proyecto en marcha, la libertad ontol—gica en trance de alcanzar su realizaci—n o frustr‡ndose, total o parcialmente. Originada en una decisi—n subjetiva, la libertad ontol—gica se hace patente en el mundo exterior mediante los actos o conductas a travŽs de los cuales el ser humano ejecuta o pretende realizar tal decisi—n, cumplir con su proyecto de vida. La libertad fenomŽnica es el proyecto originario, que surge de una decisi—n libre, en trance de ejecuci—n, de su realizaci—n en el mundo exterior. Se trata, como se advierte, de las dos instancias en las que concebimos  la unitaria libertad[4].

De lo expuesto se puede concluir que la libertad, uno de cuyos atributos o connotaciones es el de la decisi—n-elecci—n, implica un continuo proyectar. La libertad ontol—gica es, de suyo, proyectiva, con vocaci—n a fenomenalizarse, a convertirse en acto. Imaginar y concebir proyectos es, por ello, poner el ser en el futuro inmediato o mediato. Ello es posible desde que el ser humano es tiempo, es un ente temporal. La temporalidad existencial es inmanente a la libertad, le es inherente. La vida humana se proyecta en el tiempo cosmol—gico. Como apunta Juli‡n Mar’as, el proyecto es vida anticipada hacia el futuro. Es anticipaci—n de s’ misma, por tanto Òimaginaci—n m‡s o menos rica y detallada de algo que no existe pero que se ve como porvenirÓ[5].

La libertad es proyecto, se vive proyectando, se proyecta para vivir. Vivir, en tanto ser libre, supone cumplir un proyecto. Proyecto que puede tambiŽn frustrarse, menoscabarse, retardarse, cumplirse parcial o totalmente en la cotidianidad del existir.

Proyectar, en tanto ser libre, significa no s—lo poseer una dimensi—n de temporalidad sino, tambiŽn, aquella concerniente a la estructura coexistencial del ser humano. Ningœn proyecto puede realizarse sin contar con los otros seres humanos, con los est’mulos y medios provenientes del mundo exterior, del entorno en el cual se vive. Se proyecta en y dentro de una comunidad existencial. De ah’ que el ser humano, que es libertad, sea temporal y, a la vez, coexistencial.

 

         3. La libertad como proyecto en el pensamiento de  Sartre y Zubiri

 

La libertad, como se–ala Sartre y tal como lo hemos glosado anteriormente, Òse hace actoÓ y Žste Òes la expresi—n de la libertadÓ[6]. Como apunta el fil—sofo francŽs, Òel proyecto libre es fundamental, pues es mi serÓ[7]. El acto exterior, mediante el cual se realiza una libre decisi—n subjetiva, es la manifestaci—n de un determinado proyecto personal. El ser libre Òes aquel que puede realizar sus proyectosÓ[8]. Es, precisamente, a travŽs de los actos o conductas que los dem‡s seres humanos conocen cu‡les son las ’ntimas decisiones de la persona, de cada persona. En palabras del citado fil—sofo, el ser humano Òes un existente que descubre su libertad por sus actosÓ[9].

Zubiri, al referirse al proyecto, expresa que Òel m‡s elemental de los actos espec’ficamente humanos interpone entre las cosas y nuestras acciones Òun proyectoÓ. S—lo el ser libre se proyecta y esto, nos dice el fil—sofo hispano, Òcambia radicalmente nuestra situaci—n respecto a la del animalÓ. Los actos del hombre, a diferencia del de los animales, Òno son reacciones sino proyectosÓ[10]. No responden œnicamente a los instintos sino son el producto de decisiones libres. S—lo el ser humano, por ser ontol—gicamente libre, es capaz de proyectar.

 

4. Un antecedente lejano de la libertad como Òproyecto de vidaÓ

 

En 1950, en nuestro trabajo para optar el grado de Bachiller en Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, titulado Bosquejo para una determinaci—n ontol—gica del derecho, sustentamos nuestra tesis sobre la base de la existencia del  Òproyecto de vidaÓ.

La idea del Òproyecto de vidaÓ est‡ presente en 1950 en la tesis de Bachiller a la que venimos refiriŽndonos cuya tard’a publicaci—n se remonta al a–o de 1987 bajo el t’tulo de El derecho como libertad[11]. En la p‡gina  112 de la tercera edici—n[12] del libro en menci—n se lee lo siguiente refiriŽndose a la persona: ÒY al tener que realizarse lo hace de acuerdo a un proyecto, recibiendo de las cosas y de los otros seres humanos est’mulos y posibilidades para vivir. El hacerse, el despliegue y desarrollo de la personalidad, es la tarea permanente y continua de la existencia. Vivir es realizar un proyecto de existencia, fabricar su propio ser, ser haciŽndoseÓ. En la misma p‡gina se afirma que: ÒLa vida humana como proyecto es lo que se quiere hacerÓ as’ como que la condici—n del proyecto es la temporalidad. L’neas m‡s abajo se reitera que: ÒLa vida resulta, as’, una sucesi—n de haceres de acuerdo con un proyectoÓ. Es, as’, c—mo en el libro que recoge aquel trabajo estudiantil de 1950 se lee lo que puede ser s’ntesis de lo que pensamos, comprobamos y venimos diciendo: ÒEl hombre, en fin, es libertad que se proyectaÓ[13].

En la p‡gina 153 de la tercera edici—n de dicha obra se lee tambiŽn lo siguiente: ÒLibertad, Àpara quŽ? Para vivir, para escoger; para hacer nuestra vida - que es lucha o es pacto con el mundo - de acuerdo a fines, a valores que escogemos gracias a aquella libertad. Por la libertad escojo, decido ser tal o cual cosa, m‡s la decisi—n se pone en marcha por la conducta y tiene que luchar contra las resistencias. Sucumbe ante ellas, pacta o las vence. Por intermedio de mis potencias psico-f’sicas pongo en marcha mi decisi—n, la realizo o dejo de realizarÓ.

Un comentarista de la obra, Joel D’az C‡ceda, encontr— en la referida respuesta a la pregunta de Òlibertad Àpara quŽÓ?, el dise–o de aquello en que, segœn su parecer, consist’a un Òproyecto de vidaÓ. El proyecto, en efecto y tal como se ha se–alado, es aquel que en su vida decide, elige, y trata de realizar el hombre en tanto es un ser libre. Escogencia que efectœa el ser humano sobre la base de una necesaria valoraci—n personal. El proyecto, en su pretendida realizaci—n, en su conversi—n en libertad fenomŽnica representada por actos o conductas, encuentra resistencias de diversa ’ndole a las cuales se tiene que enfrentar con distintos resultados. Se subraya, adem‡s, que la estructura psicof’sica o psicosom‡tica, como preferimos designar,  es la que sirve de instrumento para poner en marcha la libre decisi—n del ser humano. Por lo expuesto, estimamos que no fue desacertada la observaci—n, que en el a–o 2004, formulara dicho aplicado disc’pulo.

En el p‡rrafo 154 de la tercera edici—n del citado libro, el propio Joel D’az C‡ceda encontr— que se reiteraba la pregunta antes mencionada, a la que se respond’a con la siguiente expresi—n: ÒLibertad, Àpara quŽ? Para las grandes empresas, para preferir los m‡s altos fines, lo m‡s nobles ideales, los valores supremos. Para hacer una vida autŽntica, egregia, como dir’a Ortega y GassetÓ. En  esta respuesta el mencionado disc’pulo hall— lo que ser’a, en su concepto, un proyecto de vida cercano a la ansiada perfecci—n. Este ideal se concretaba, aœn m‡s, cuando en la p‡gina 155 de la tercera edici—n, con una visi—n cristiana de la vida y ante la misma pregunta, se respond’a lo siguiente: ÒPara amar. Para amar a los ÒotrosÓ a la manera de Cristo, para amar a las ÒcosasÓ al estilo de Francisco. Para amar al pr—jimo por amor a Dios. Para amar la Verdad, por la cual Òvivimos, somos y nos movemosÓ.

Luego del hallazgo, producido en 1950 bajo la inspiraci—n de Sartre y de Zubiri del remoto antecedente del Òproyecto de vidaÓ, treinta y cinco a–os antes de su pœblica exposici—n en 1985, quedamos convencidos que, en efecto, en aquel lejano a–o de 1950 germinaba el concepto de Òproyecto de vidaÓ - dentro del m‡s amplio concepto de Òda–o a la personaÓ - cuyo tratamiento, con Žnfasis en sus consecuencias, se desarrollar’a a–os m‡s tarde.

El concepto de ÒproyectoÓ se hallaba en la obra El ser y la nada de Jean Paul Sartre, texto fundamental que nos sirvi— en parte para sustentar las conclusiones a las que arribamos en la dŽcada de los a–os 40 del siglo pasado en torno a la pregunta sobre el objeto de estudio del Derecho. A Žl tambiŽn se refiere Xavier Zubiri en su libro Naturaleza, Historia, Dios que, al igual que el de Sartre, fue, en su momento, tambiŽn consultado por nosotros.

 

5. El Òproyecto de vidaÓ

 

La libertad, que es el ser del hombre, tiende a que sus decisiones se conviertan en actos, en conductas o comportamientos, los que enhebrados en el tiempo existencial, delatan su existir. Se decide para actuar, para vivir. La libertad ontol—gica se manifiesta en el mundo exterior a travŽs de sus actos, es decir, de la libertad fenomŽnica que es la que aparece en la realidad cotidiana. Se designa como el singular Òproyecto de vidaÓ aquel que elige la persona, en un determinado momento de su vida, con el prop—sito de realizarlo en el curso de su existencia. Es el rumbo, la meta, el sentido y raz—n de ser que cada  humano otorga al don de su vida.

El Òproyecto de vidaÓ se fundamenta en la propia calidad ontol—gica del ser humano, en su propia naturaleza de ser libertad. El Òproyecto de vidaÓ es lo que el hombre decide ser y hacer ÒconÓ su vida y ÒenÓ su vida. Ello, reiteramos, en tanto el hombre es un ser libertad. S—lo un ser libre es capaz de proyectar.

 

6. Alcances conceptuales del Òproyecto de vidaÓ

 

El singular Òproyecto de vidaÓ es el que marca el rumbo o destino que el ser humano concibe para su vida. En Žl se concentran sus aspiraciones y expectativas. En el proyecto de vida se encuentra dado el sentido existencial de una decisi—n de la persona derivada de una valoraci—n. ƒsta se realiza ante un abanico de opciones o posibilidades que, de haber justicia, le ofrece su entorno o ÒcircunstanciaÓ, en expresi—n cara a Ortega y Gasset.

Las opciones, posibilidades u oportunidades que se le ofrecen al ser humano para adoptar una decisi—n son la garant’a de que Žste se halla en condiciones de poder elegir, preferir y decidir sobre cierto Òproyecto de vidaÓ. Si el mundo exterior no le ofreciese estas opciones, de nada le valdr’a al ser humano ser ontol—gicamente libre desde que no podr’a ejercer esta libertad, volcarla en actos o conductas, encaminar su existencia  y llevarla, de ser posible, a su culminaci—n. Una decisi—n que no se cumple por carencia de opciones -de las que disfrutan otros privilegiados seres humanos- es una frustraci—n. La magnitud de esta frustraci—n est‡ en raz—n directa con la importancia que, para quien la adopta, asume dicha decisi—n.

El ser humano, en cuanto ser libertad, es un constante, un continuo y permanente ser proyectante o proyectivo. El ser humano, el Òser ah’Ó heideggeriano es el que, Òen cuanto tal, se ha proyectado en cada caso ya, y mientras es, es proyectanteÓ[14]. Segœn Heidegger, el ser humano es un ser proyectante. O, como preferimos decirlo es, de suyo, proyectivo. Proyecto, como est‡ dicho, significa libertad con vocaci—n de convertirse en un acto de vida. Se proyecta para vivir, para construir la cotidianidad y el futuro. Se vive proyectando en el tiempo, con los dem‡s y las cosas del mundo. Vivir a plenitud es cumplir un proyecto de vida en la realidad del diario existir. Entre la multiplicidad de proyectos que el ser humano concibe en su existencia hay uno que es singular, œnico, irrepetible. Es el Òproyecto de vidaÓ de cada cual.

Todos los dem‡s proyectos que adopta la persona, directa o indirectamente, desde los m‡s significativos a los de menor trascendencia, confluyen en el Òproyecto de vidaÓ. Todo lo que el hombre proyecta en la vida est‡, directa o indirectamente, en funci—n de su propio Òproyecto de vidaÓ. Ello, de manera consciente o inconsciente. Todas sus decisiones y acciones se dirigen al cumplimiento de su misi—n, a su realizaci—n integral que  se concreta en el cumplimiento, total o parcial, de su Òproyecto de vidaÓ.

 El Òproyecto de vidaÓ, como se ha se–alado, es lo que el ser humano, cada ser humano, ha decidido ÒserÓ y ÒhacerÓ ÒenÓ su vida, ÒconÓ su vida, de acuerdo a una personal escala de valores. Es aquello por lo cual considera valioso vivir, aquello que justifica su tr‡nsito existencial. Significa, por ello, otorgarle un sentido, una raz—n de ser a su existir. Es la misi—n que cada cual se propone e impone realizar en el curso de su temporal existencia. Es un conjunto de ideales, de aspiraciones, de expectativas propias del ser existente que responden a una honda y sentida vocaci—n. En suma, se trata, nada menos, que del destino personal, del rumbo que cada persona quiere dar a la vida, las metas o realizaciones que se propone alcanzar. Es la manera, el modo que se escoge para vivir, lo que colma la existencia, lo que otorga plenitud al vivir, lo que da cumplimiento a la realizaci—n personal, lo que brinda felicidad.

El ser humano, en cuanto ontol—gicamente libre, decide vivir de una u otra manera. Elige vivenciar, preferentemente, ciertos valores, escoger una determinada actividad laboral, profesional, familiar, perseguir ciertos valiosos objetivos. Todo ello constituye el singular Òproyecto de vidaÓ. El cumplimiento del proyecto se constituye, as’, en el existir mismo del hombre, su realizaci—n en el mundo como ser libertad. De ah’ que Sartre pueda decir, con raz—n, que Òel proyecto libre es fundamental, pues que es m’ ser[15]Ó

 

7. El Òproyecto de vidaÓ segœn Jaspers y Mar’as

 

El Òproyecto de vidaÓ, como apunta Jaspers, es aquel que el hombre, consciente de su libertad, Òquiere llegar a ser lo que puede y quiere serÓ[16]. El fil—sofo alem‡n, en este conciso pero rico enunciado, nos ofrece una precisa s’ntesis de aquello en que consiste el Òproyecto de vidaÓ. En efecto, el Òllegar a serÓ o el Òquerer serÓ de Jaspers supone el cumplimiento del Òproyecto de vidaÓ que cada persona ha elegido como modelo de vida. La persona, a travŽs de su realizaci—n como tal, puede decir que ha llegado a ser lo que quiso ser. Pero ello no basta. Es necesario, adem‡s, como apunta Jaspers, que la persona Òpueda serÓ lo que se propuso ser. Ello depende tanto de sus capacidades y energ’as, de sus potencialidades personales, como de las opciones u oportunidades con las que cuenta.

Juli‡n Mar’as describe lo que significa el Òproyecto de vidaÓ en el existir cuando nos dice: ÒYo no soy cosa alguna, soy al mismo tiempo el que tiene que hacer algo determinado, en vista de la circunstancia; ahora bien, a un algo que se tiene que hacer pero que no est‡ hecho, en la medida que es concreto y determinado, se llama pretensi—n o proyecto, dos palabras que tienen un claro matiz aprior’stico. Yo soy, por lo pronto, el que, en vista de la circunstancia en que me hallo, pretende ser alguien, es decir, tengo un proyecto o programa vitalÓ[17]. En este sentido Mar’as sostiene que cuando el hombre Òdecide absolutamente ser algo, cuando se adscribe a una forma de vida y la hace suya, entonces ÒvivirÓ quiere decir para Žl s—lo eso, y lo que para ese proyecto o pretensi—n es necesario sin m‡s, porque no admite ningœn otro sentido el vivir y, por tanto, no vivir as’ significa morirÓ[18]. Para Mar’as, como se desprende de esta œltima expresi—n, no cumplir con el proyecto de vida supone ÒmorirÓ. En otros tŽrminos, la frustraci—n del proyecto significa la pŽrdida del sentido del vivir.

 

8. La ordenaci—n finalista de los ÒproyectosÓ

 

Todos los infinitos proyectos que suceden, unos tras otros, en la vida, en la cotidianidad del existir, concebidos por el ser libertad, est‡n ordenados y dirigidos, directa o indirectamente, para realizar el singular y, a la vez, complejo Òproyecto de vidaÓ. Si utilizamos una met‡fora para graficar lo expresado podr’amos decir que los proyectos que se suceden en el diario existir son como afluentes que, finalmente, van a desembocar en el gran r’o que es el Òproyecto de vidaÓ. Todos los actos o conductas del ser humano est‡n destinados a cumplir con el proyecto de vida, aun los m‡s irrelevantes, como, por ejemplo, tomarse vacaciones. Quien sale de la rutina de la cotidianidad, busca descanso, sosiego, reposo, es para retornar con br’os a retomar su proyecto de vida. Las vacaciones contribuyen, as’, indirecta y, posiblemente de modo inconsciente, a la realizaci—n del proyecto de vida.

 

9. El sentido que para el existir tiene el Òproyecto de vidaÓ y los requerimientos para su cumplimiento

 

        El ser humano se encuentra, en un  tiempo existencial y en un espacio dados, lanzado en el mundo, sumergido en el tiempo cosmol—gico y teniendo que hacer su vida en una dimensi—n coexistencial. Se encuentra existiendo, ÒviviendoÓ y, como consecuencia de esta situaci—n, se pregunta, consciente o inconscientemente, ÀquŽ hacer con mi existencia?, Àcu‡l el sentido que quiero otorgarle a mi vida? Posee, entonces, como respuesta a esta profunda inquietud, la capacidad para concebir su Òproyecto de vidaÓ, aquella misi—n o actividades que decide realizar durante su humano existir. Para ello, debe necesariamente contar, en cierta medida, con las capacidades y energ’as  psicosom‡ticas que provienen de su mundo interior. Ellas constituyen el instrumento primario del cual se vale el hombre para cumplir con su Òproyecto de vidaÓ.

          Pero, tambiŽn, como est‡ dicho, debe contar con todo aquello que le ofrece el mundo exterior, la circunstancia en la que est‡ situado: la trama interpersonal, la coexistencia o presencia de los ÒotrosÓ, as’ como de las cosas  que en Žl se hallan y lo envuelven.  De todo ello se vale el ser humano para concebir y, consecuentemente, para dar cumplimiento a su Òproyecto de vidaÓ. En una palabra, el ser humano proyecta su vida sobre la base tanto de sus propias capacidades como de las opciones que le ofrece el mundo, su ÒcircunstanciaÓ, al decir de Ortega y Gasset. No es posible la existencia, y menos la realizaci—n de un Òproyecto de vidaÓ, si el ser humano, como se ha anotado, carece de opciones que le permitan decidir y elegir su personal proyecto.

 Se advierte en la actualidad que el ser humano es cada vez m‡s consciente de que posee un proyecto de vida, que Žsta tiene una raz—n  de ser, que estar en el mundo con los dem‡s seres humanos y en un tiempo dado supone otorgarle a su vida un sentido, hacer de ella algo valioso a travŽs de sus pensamientos y sus acciones. Se comprende mejor que la existencia posee un rumbo, una direcci—n, una meta, as’ como que el proyecto de vida, en fin, justifica su existencia, por lo que siente y tiene el compromiso de realizarlo, de convertirlo en realidad cumplida.

Es, por ello, que cada vez es m‡s frecuente el que en casi todos los ambientes  de la vida social se aluda al Òproyecto de vidaÓ, el que es propio o inherente a cada ser humano por el hecho de existir. El concepto y la expresi—n Òproyecto de vidaÓ, como consecuencia, va difundiŽndose aceleradamente en el mundo actual, sobre todo en los medios acadŽmicos y en los de comunicaci—n. Aœn m‡s,  se observa tambiŽn que de los ambientes acadŽmicos y del de los medios de comunicaci—n la expresi—n Òproyecto de vidaÓ tienda a ser utilizada en el lenguaje del hombre comœn, no s—lo del m‡s ilustrado que se asoma a los libros y revistas o que acude a conferencias o seminarios, sino de aquel que solamente lee los diarios, escucha la radio y ve la televisi—n.

 

        10. El Òproyecto de vidaÓ y la personalidad del ser humano

 

El Òproyecto de vidaÓ es, as’, un ideal por alcanzar, contando, como est‡ dicho, con las capacidades y potencialidades de cada cual y las opciones que le ofrece el mundo circundante. Por ello, el Žxito en cuanto a la realizaci—n del proyecto de cada ser humano est‡ condicionado a que se presente y se den estas favorables condiciones. Todos los ideales del ser humano no son posibles de cumplir debido a las limitaciones propias de cada uno y de aquellos condicionamientos provenientes del mundo en que se vive. Pero, tambiŽn, hay proyectos que desbordan las posibilidades reales del ser humano como aquellos nacidos de la fantas’a, imposibles de realizar.

La decisi—n de llegar a la perfecci—n es una meta ideal, un rumbo a seguir, un modelo de vida. Pero, bien lo sabemos, no es posible llegar a alcanzarla. No puede haber ningœn hombre perfecto. Sin embargo, existe un mandato, que nace de la propia dignidad de la persona, de hacer lo indecible para aproximarse a la perfecci—n. Es el presupuesto para realizar una vida egregia, autŽntica, que valga la pena vivirla.

 

11. Los proyectos autŽnticos y los inautŽnticos

 

El Òproyecto de vidaÓ est‡ ’ntimamente relacionado no s—lo con las genŽricas potencialidades propias del ser humano y de las opciones de vida sino tambiŽn, en especial, con la personalidad propia de cada ser humano. Hay proyectos de vida que se perciben n’tidamente, con facilidad, pues ellos responden a una sentida y honda vocaci—n de la persona. Ellos se constituyen y se comprueban, con claridad como la misi—n que cada cual se ha impuesto como tarea y meta en su diario vivir.

.  El autŽntico proyecto de vida se cumple con regularidad y durante un tiempo prolongado, pudiendo abarcar la vida entera de la persona que lo concibe y lo ejecuta con resultados positivos, con Žxito. Es decir, cuando se logra su realizaci—n.

Pero, al lado de aquellos proyectos de vida, f‡cilmente perceptibles por ostensibles, nos encontramos tambiŽn con otros que no reflejan una honda vocaci—n, que no trasuntan un compromiso existencial que el hombre haya asumido. Son proyectos de vida que no responden a una sentida vocaci—n o que no corresponden a aquella que el ser humano ha escogido. Estos Òproyectos de vidaÓ, m‡s bien, representan la imperiosa necesidad existencial de todo ser humano de otorgarle un cierto sentido a su vida. Estos proyectos de vida le han sido generalmente impuestos a la persona por las circunstancias propias de su existencia, como pueden ser tanto la carencia de potencialidades personales como de opciones, las que les son negadas por el mundo exterior. Estos desdibujados y grises proyectos, que conllevan necesariamente un car‡cter que podr’amos designar como ÒalternativosÓ, no corresponden al deseado, al que la persona hubiera querido realizar en su vida. Frente a esta situaci—n, contraria a la decisi—n libre o a los sue–os o ilusiones del hombre, podr’a caber la frustraci—n, la depresi—n, el resentimiento, la resignaci—n o, una extra–a combinaci—n  de estos estados psicol—gicos con predominio de alguno de ellos.

La posibilidad que tiene cada persona de cumplir con un determinado Òproyecto de vidaÓ se halla, por consiguiente, en funci—n tanto de las potencialidades inherentes al sujeto as’ como por las opciones que le ofrece el mundo en el que vive. Existen, por ello, proyectos de vida que se perfilan n’tidamente, que son captables sin mayor dificultad por cualquier persona, que responden a una definida personalidad, que tienen un profundo sentido para la existencia de cierto sujeto, que se comprueban a travŽs de una trayectoria de vida. Son proyectos singulares que se desarrollan con entusiasmo, gozosamente, desde que expresan una sentida, transparente  y honda vocaci—n. Ellos conducen a un estado de felicidad o a uno pr—ximo a ella. Son proyectos que podemos calificar de autŽnticos en cuanto corresponden a una libre y cumplida decisi—n de la persona que se ve total o parcialmente cumplida en la realidad del diario existir.

Otros proyectos de vida no responden a una libre decisi—n de la persona, no surgen de una definida vocaci—n, carecen de autenticidad. Ellos les vienen impuestos a los seres humanos por diversas circunstancias de la vida, ya sea porque no han contado con las condiciones necesarias, end—genas o ex—genas, para su realizaci—n, para el cumplimiento del proyecto de vida imaginado, concebido y deseado. Estos proyectos carecen de originalidad, no son singulares sino m‡s bien est‡n dotados de pocos o muchos rasgos comunes con proyectos que guardan afinidades con la misma o parecida situaci—n en la que se encuentra quien debe realizar un proyecto originalmente no deseado.

No se trata, por ende, de proyectos de vida queridos, autŽnticos, por lo que un da–o que se perpetre contra su realizaci—n no resulta ser, necesariamente, causa de una frustraci—n. En otros tŽrminos, este da–o no genera normalmente mayores consecuencias negativas en el Òproyecto de vidaÓ, sino m‡s bien y probablemente, en otros aspectos de la existencia de la persona, como en su bienestar personal o en una pŽrdida de car‡cter material, o ambos. Es decir, se trata de un da–o que repercute negativamente en el desarrollo de su vida ordinaria, tal como era antes de producirse el evento, o  el surgimiento de un da–o emergente y, de ser el caso, de un consiguiente lucro cesante.

Esta especial comprensi—n de los alcances que tiene el Òproyecto de vidaÓ hace indispensable que el juzgador, al fijar una reparaci—n por las consecuencias del da–o efectivamente producido, tome en atenta consideraci—n la trayectoria de vida de la v’ctima, calibre la intensidad con la que ella siente y vive su personal proyecto de vida, as’ como tome conocimiento de sus caracter’sticas psicol—gicas.

Es necesario destacar que s—lo el ser humano es capaz de formular un Òproyecto de vidaÓ. Todos los seres humanos, simplemente por ser tales, tienen, consciente o inconscientemente, deseado o impuesto por las circunstancias, un proyecto de vida. El ser humano no podr’a existir sin elegir lo que decide ser, es decir, sin proyectar. Como anota Jaspers, Òconsciente de su libertad, el hombre quiere llegar a ser lo que puede y quiere serÓ[19].

 

12. El Òproyecto de vidaÓ y los proyectos

 

Es necesario distinguir entre Òel proyecto de vidaÓ, œnico y personal, expresado en singular, y los dem‡s proyectos, expresados en plural, que el ser humano concibe a cada instante de su existir. El hombre, en tanto ser libre, proyecta permanentemente.

El hombre imagina, decide y cumple constantemente sus sucesivos y mœltiples proyectos durante el diario existir, en el curso del temporal proceso de su vida. Cabe diferenciar, por consiguiente, entre los mœltiples proyectos que, sin tregua el hombre dise–a en su cotidianidad, del singular y œnico Òproyecto de vidaÓ. Este proyecto de vida, que decide el ser humano atendiendo a una propia escala de valores con el objeto de otorgarle un sentido y un rumbo a su vida, es diferente de aquella pluralidad de proyectos que permanentemente va elaborando, d’a tras d’a y, de ser posible, cumpliendo durante su trayectoria existencial.

El Òproyecto de vidaÓ, en singular, a diferencia de todos los dem‡s proyectos que se propone el ser humano en su discurrir existencial, es el œnico que tiene que ver con el destino mismo de la persona. En Žl, con Žl, se juega su futuro, su realizaci—n personal de acuerdo a su personal vocaci—n. Todos los dem‡s proyectos se relacionan con su diario existir, con la cotidianidad de su vida.  De ah’ que la frustraci—n o menoscabo de alguno o algunos de estos proyectos, vinculados con el bienestar de la persona, no necesariamente comprometen su singular Òproyecto de vidaÓ. Es decir, en otros tŽrminos, la frustraci—n de alguno o algunos de estos proyectos necesariamente no comprometen, por lo dicho, el destino mismo del ser humano ni el sentido otorgado a su vida. En todo caso, el truncamiento de algœn proyecto vinculado con la cotidianidad podr’a menoscabar o retardar el cumplimiento del Òproyecto de vidaÓ.

El Òproyecto de vidaÓ, œnico, singular y personal, es rico y, a menudo, complejo en su contenido. El proyecto puede reducirse a la exclusiva realizaci—n profesional, laboral o familiar de la persona, a cumplir con una honda y determinada vocaci—n en cualquiera de estos sentidos o,  como es comœn, comprende dos o m‡s de estos  aspectos  b‡sicos de la vida coexistencial de la persona. La persona puede concebir un proyecto en el que se incluye, aparte  de su realizaci—n vocacional de car‡cter profesional, el cumplir su proyecto en el seno de una familia. ƒsta, as’ como las creencias, no son ajenas a este œnico, por singular, proyecto de vida. La vocaci—n por constituir una familia no se encuentra fuera del proyecto de vida. Es, salvo excepciones, un llamado natural a la complementaci—n a la que estŽ destinado estructuralmente el ser humano.

No obstante lo dicho en cuanto a la incorporaci—n de la familia dentro del personal proyecto de vida, pueden tambiŽn presentarse casos en los cuales la persona renuncia a formar una familia, a tener descendencia. Puede suceder, tambiŽn - y esta situaci—n es cada d’a menos frecuente - que el proyecto de vida, generalmente el de una mujer, se reduzca a formar un hogar, criar y educar a los hijos, a ayudar a su marido o a su pareja a travŽs de las labores propias de hogar

Como se advierte de lo anteriormente expresado, el proyecto de vida, que es œnico en tanto personal, no se reduce a una sola dimensi—n existencial sino, que, por el contrario puede ser complejo, abarcar varias metas que para la persona tienen la misma significativa connotaci—n valiosa. El ser humano es, en tanto libre y espiritual, complejo e impredecible, por lo que todo lo que podamos saber y decir de Žl no es nunca definitivo. El ser humano es capaz de cambiar, de redimirse, de modificar su ruta vital e, inclusive, de variar su plan de vida. Jaspers est‡ en lo cierto cuando dice: ÒEs m‡s, aœn que nosotros conocemos mejor todo lo que no somos nosotros mismosÓ que lo que en realidad somos. De ah’, el hombre Òse convierte para s’ mismo en el m‡ximo misterio cuando vislumbra que en su finitud parecen extenderse hasta el infinito sus posibilidadesÓ[20].

Por ello, podemos decir que no somos un animal  mam’fero cualquiera, como el chimpancŽ o el perro, sino uno dotado de libertad, que se abre al mundo de los valores, que es espiritual, que no se reduce a lo org‡nico, a lo fisiol—gico, a la naturaleza, en una palabra. Todo lo que podamos decir sobre el ser humano es aproximativo, no hay nada definitivo, m‡xime que por ser temporal va haciŽndose cada d’a. El que fui ayer, en mœltiples aspectos, ya no lo soy hoy. Quiz‡s fui conservador en mi pasado pero hoy soy revolucionario, quiz‡s ayer fui un agn—stico pero en la actualidad soy un fervoroso creyente. Nuestra identidad posee, por ello, dos vertientes, la est‡tica, la que no cambia, la que permanentemente responde al Òsoy yoÓ, y la identidad din‡mica que  var’a con el tiempo al desarrollarse y moldearse la personalidad.

Toda la pluralidad de proyectos que el ser humano va realizando cotidianamente en su transcurrir vital est‡n dirigidos, como se ha apuntado, consciente o inconscientemente, a contribuir al mejor cumplimiento del Òproyecto de vidaÓ. Metaf—ricamente hablando, cabe reiterar que todos los proyectos, desde los m‡s banales hasta los m‡s significativos que el ser humano cumple en el curso de su diaria existencia son como afluentes, de distinta magnitud, que van a desembocar en el m‡s caudaloso de los r’os, que no es otro que el Òproyecto de vidaÓ. Todos los proyectos que concibe el ser humano est‡n, pues, encaminados, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, al cumplimiento del Òproyecto de vidaÓ, es decir, de lo que el ser humano ha considerado como su misi—n en la vida, como lo que debe ser su destino personal.

Todo lo que el hombre hace en su vida tiene como objetivo final, como destino singular, el dar cumplimiento, hasta donde ello es posible, a su Òproyecto de vidaÓ. Es decir, y como est‡ dicho, de lo que la persona, cada persona, ha decido ser y hacer ÒenÓ y ÒconÓ su vida. La vida cobra, as’, un sentido, una raz—n de ser. Sentido que le otorgan los valores que vivencia durante su trayectoria existencial, los que realiza en funci—n de su personal Òproyecto de vidaÓ.

El ser humano, al igual que las cosas que transforma en su vida, son substratos de valores. Lo es la conducta humana intersubjetiva, de la que podemos predicar que es justa o injusta, œtil o inœtil, as’ como tambiŽn lo es, por ejemplo, un bloque de m‡rmol transformado en una estatua por la mano del escultor, lo que nos permite exclamar que es bella. En ese trozo de m‡rmol se pos— el valor belleza gracias a la acci—n humana.

Los proyectos de vida adquieren diferentes rangos de importancia segœn los valores que los definen, que los orientan y que las personas los realizan durante su existencia. Hay, as’, proyectos egregios como, tambiŽn, proyectos que no poseen esa significaci—n, que carecen de rasgos m‡s o menos definidos. Son proyectos grises, tal vez no deseados, de aparentemente modestos alcances, los cuales, por ello, son dif’ciles de aprehender.  

 

13. El proyecto de vida ÒalternativoÓ

 

    Como lo hemos se–alado, al lado de aquellos proyectos de vida f‡cilmente perceptibles por ser ostensibles en cuanto responden a una definida vocaci—n, nos encontramos tambiŽn con otros que no la reflejan, que no trasuntan un autŽntico compromiso existencial que el hombre haya asumido. Son proyectos de vida que no responden a una sentida vocaci—n o que no corresponden a aquŽl que el ser humano ha escogido  como ÒsuÓ proyecto. Ellos, m‡s bien, representan tan s—lo la genŽrica y comœn necesidad existencial propia de todo ser humano de otorgarle una raz—n de ser a su vida, de realizarse en algœn sentido aunque no sea el que hubiera deseado. Son proyectos de vida que le han sido generalmente impuestos a la persona por las circunstancias en las que se desenvuelve su existencia, en la que la se presentan ya sea la carencia de capacidades y potencialidades personales como de opciones u oportunidades, las que les son negadas por el mundo exterior[21].

Dichos desdibujados y grises proyectos, que conllevan necesariamente un car‡cter que podr’amos designar como ÒalternativoÓ, no corresponden, por consiguiente, al concebido y deseado, al que la persona hubiera querido realizar en su vida. No responden a su autŽntica vocaci—n, aspiraciones, expectativas. Frente a esta situaci—n, contraria a la decisi—n libre o a los sue–os o ilusiones del hombre, podr’a caber la frustraci—n, la depresi—n, el resentimiento, la resignaci—n o una extra–a combinaci—n de uno o m‡s de estos estados psicol—gicos con predominio de alguno de ellos.

La especial comprensi—n de los alcances que tiene el Òproyecto de vidaÓ hace indispensable que el juzgador, al fijar una reparaci—n por las consecuencias del da–o efectivamente producido, tome en atenta consideraci—n la trayectoria de vida de la v’ctima, calibre la intensidad con la que Žsta siente y vive su personal proyecto de vida, as’ como tome conocimiento de sus caracter’sticas psicol—gicas, de los m‡s saltantes rasgos de su personalidad.

Se trata, sin duda, de una tarea delicada, dif’cil, que requiere de una fina sensibilidad, de una especial vocaci—n de parte del juez en cuanto a la protecci—n integral de la persona humana. Pero, todas estas dificultades no son imposibles de superar, empleando para ello dedicaci—n y comprensi—n y, como est‡ dicho, fina sensibilidad para percibir la existencia de un definido proyecto de vida y considerar su debida reparaci—n en caso de haberse frustrado, menoscabado o retardado en su ejecuci—n. La objetividad inherente a las consecuencias del Òda–o al proyecto de vidaÓ, al hacerlas perceptibles, facilita, en todo caso, la tarea del juez. Ello, en cambio, no ocurre trat‡ndose del Òda–o moralÓ que es subjetivo.

 

14.  El proyecto ÒsustitutoÓ

 

Puede ocurrir que, en ciertas circunstancias, las consecuencias de un da–o frustren el n’tido y autŽntico Òproyecto de  vidaÓ de una persona, el que le da sentido a su vida y alegr’a de vivir. En esta dram‡tica situaci—n est‡n en juego tanto la personalidad como la hondura de la vocaci—n de la persona agraviada en su Òproyecto de vidaÓ, en su raz—n de ser.

En el caso expuesto, en atenci—n a la personalidad de la v’ctima y a la magnitud del da–o, la frustraci—n del Òproyecto de vidaÓ puede traer como consecuencia un vac’o existencial que supone la pŽrdida del sentido o raz—n de ser de la vida del da–ado. El vac’o existencial ocasionado por la pŽrdida del sentido de la vida es dif’cil de suplir pues, por lo general, en relaci—n con la personalidad de la v’ctima del da–o, Žsta puede caer en un estado de depresi—n que la conduce a la adicci—n al alcohol, a las drogas y, en casos extremos, hasta el suicidio.

Trat‡ndose de otros casos donde, si bien las consecuencias del da–o son similares a las anteriormente se–aladas en cuanto a la frustraci—n del Òproyecto de vidaÓ, puede acontecer que la personalidad de la v’ctima, pese a dicha frustraci—n, dada la fortaleza de su personalidad y el deseo de vivir, logre superar, en cierta medida, las consecuencias generadas por el da–o y encuentre un proyecto sustituto, una nueva manera de vivir, que, sin ser el autŽntico, le permita seguir viviendo otorg‡ndole a su vida un cierto nuevo sentido.

 

15. ÒProyecto de vidaÓ  y valoraci—n

 

          Para proyectar se debe decidir. Decidir supone elegir un determinado proyecto descartando, al mismo tiempo, otros proyectos alternativos dentro del inmenso abanico de opciones o posibilidades que se le presentan al ser humano en un momento dado de su historia personal. Decidir es, por ello, escoger o elegir entre diversas opciones para formular "un proyecto de vida": lo que se decide ser en el futuro. S—lo puede decidir y elegir quien es ontol—gicamente libre.

 

            15. 1.  La vivencia axiol—gica

 

Para decidir sobre un cierto proyecto de vida, que responda a la rec—ndita vocaci—n personal, se debe precisar aquello que para el ser humano resulta valioso realizar en la vida, lo que le va a otorgar sentido a su cotidiano existir. El proyecto supone trazar anticipadamente el destino, un modo cierto de llenar la vida, de lograr la realizaci—n personal. La vivencia de valores le otorga sentido y, por consiguiente, trascendencia al vivir. El proyecto de vida no es concebible sin una vivencia axiol—gica de parte del ser humano.

          Pero, para elegir, se requiere preferir "esto" sobre Òaquello". Toda decisi—n libre significa, por ello, una valoraci—n.  Decidir es valorar para optar por Žste u otro proyecto alternativo. De ah’ que el ser humano es estimativo, en cuanto tiene la potencialidad, inherente a su ser, de vivenciar valores. La vida es, as’, una sucesi—n de valoraciones. El estimar, el valorar, es una irrenunciable instancia de la vida humana. El ser humano es, como est‡ dicho, un ser estimativo, lo que le viene de su condici—n de ser libre.

          El verdadero lugar de los valores, como apunta Mounier en acertada met‡fora, es el "coraz—n vivo del hombre". Los valores se revelan al ser humano en las profundidades de la libertad, madurando con el acto que los elige. El ser humano es, como est‡  dicho, un ser estimativo, es decir, un ser estructuralmente dotado para vivenciar, para sensibilizar valores. El ser humano no podr’a vivir sin los valores, con los que otorga un sentido a su existir. Como lo dice el propio Mounier, "las personas sin los valores no existir’an plenamente, pero los valores no existen para nosotros sino por el fiat veritas tua que les dicen las personas"[22].

          El ser humano para proyectar, como est‡ dicho, vivencia valores, lo que le permite escoger entre una infinidad de posibilidades aquel proyecto que decide realizar en el futuro. Puede privilegiar el valor de la virtud o del bien, el de la justicia, el de la belleza, el de la utilidad, el de la solidaridad, el del amor o cualquiera otro dentro de la inmensa gama bipolar que constituye lo que se conoce como "la jerarqu’a valorativa". La preeminencia que adquiera alguno de ellos en la vida del ser humano le otorga un sentido, le proporciona un rumbo, signa su entero existir. Los valores, por ello, se dan "en" y "para" la vida humana. 

 

            15. 2.  Los medios para la elecci—n del Òproyecto de vidaÓ

 

            Al elegir un Òproyecto de vidaÓ, luego de la respectiva valoraci—n y de la decisi—n de convertirlo en realidad de vida, el ser humano trata, por los medios e instrumentos a su alcance, de cumplirlo, de concretarlo en el diario vivir. A ello aspira y desea ejecutarlo durante el curso de la vida, salvo que, en algœn instante de su existir tuviera que modificarlo o cambiarlo.

El valorar, elegir y decidir la realizaci—n de un cierto proyecto de vida supone el logro de ciertos fines que se deben alcanzar en el devenir existencial. Los fines, en palabras de Sartre, "son la proyecci—n temporalizante de nuestra libertad". La libertad crea, escoge los fines "y, por su elecci—n misma, les confiere una existencia trascendente como limite externo de sus proyectos"[23].

El proyecto, como se ha se–alado, se decide, se elige libremente en el horizonte del tiempo. Es en la instancia insecuestrable del ser donde cualquier proyecto es posible. El ser humano decide valiŽndose de su libertad, de su imaginaci—n, de su vocaci—n estimativa y de los est’mulos que le ofrece su "circunstancia", en expresi—n cara a Ortega y Gasset. Es decir, del mundo en el cual est‡  existencialmente instalado.

Para realizar su Òproyecto de vidaÓ el ser humano utiliza los medios o instrumentos con los que cuenta. Al mencionar ÒmediosÓ nos referimos, en general, a todo aquello que emplea el ser humano para convertir el proyecto en realidad de vida. Entre los medios que dispone para lograr tal prop—sito, se vale de su cuerpo, es decir, de su unidad psicosom‡tica y todo lo que ella representa como voluntad, sensibilidad, racionalidad. Cuenta tambiŽn necesariamente con los ÒotrosÓ y con las cosas u objetos del mundo circundante.

El ser humano, para el cumplimiento del proyecto de vida, emplea tanto medios de su propia estructura existencial -unidad psicosom‡tica- como provenientes del mundo exterior. En esta dimensi—n se encuentran los dem‡s seres humanos, con cuya contribuci—n le es posible obtener lo proyectado, as’ como tambiŽn se vale de los objetos o cosas que le son indispensables para tal finalidad. Dicho en otros tŽrminos, de las opciones u oportunidad que le ofrece el mundo exterior.

La utilizaci—n de tales medios le permite al ser humano, en cierta manera y medida, ya sea a la realizaci—n exitosa del proyecto de vida o a su frustraci—n, a su menoscabo o retardo. La vida, lo sabemos por experiencia, est‡ colmada de gratificantes instantes en el curso de la concreci—n del proyecto personal pero, tambiŽn, de traum‡ticas frustraciones.

            La realizaci—n fenomŽnica del proyecto de vida est‡  condicionada tanto por las posibilidades u opciones con las cuales cuenta el ser humano, as’ como por las resistencias que le ofrecen tanto su mundo interior, su unidad psicosom‡tica y por aquellas provenientes del mundo exterior. No s—lo el cuerpo o la psique pueden frustrar o menoscabar el proyecto de vida, sino tambiŽn los obst‡culos que le ofrecen las cosas y, por cierto, la acci—n de los dem‡s seres humanos con los cuales convive en el seno de la sociedad. Tal como se ha se–alado, por ser la existencia simult‡neamente coexistencia, el proyecto ha de cumplirse necesariamente "con" los dem‡s seres humanos, valiŽndose de las cosas.

        Cada ser humano, en el instante de proyectar, deber’a tener conciencia de sus reales posibilidades, tanto de aquellas que le ofrece su mundo psicosom‡tico como de las que se hallan situadas en el mundo exterior. Ello resulta necesario para los fines de la realizaci—n o de la frustraci—n del "proyecto de vida". Es de suma importancia tener conciencia de esta realidad. El hombre deber’a elegir proyectos viables, capaces de ser cumplidos en funci—n de sus propias potencialidades y de las que le ofrece su "circunstancia", el mundo exterior.

            Para lograr la realizaci—n del proyecto de vida  es indispensable que la persona posea  perseverancia, constancia, tenacidad, energ’as suficientes, coraje. La persona no debe arredrarse frente a los obst‡culos superables que se le presenten en el curso de la ejecuci—n del proyecto de vida. ƒste es muy valioso para perderlo, para desecharlo, sin luchar por su cumplimiento. Se trata de los naturales y a menudo coyunturales obst‡culos que ella necesariamente ha de encontrar durante su realizaci—n, por lo que debe empe–arse en vencer por los medios a su alcance pues, de lo contrario, el proyecto deber’a sucumbir, hecho que, como se comprende, es muy grave pues en Žl se juega el destino del ser humano.

            El cumplimiento, parcial o total del proyecto de vida, es una verdadera conquista. Es el resultado de una lucha permanente y cotidiana contra los condicionamientos y obst‡culos que, a menudo, agobian  a la persona y le impiden, en ciertos momentos de la existencia, viabilizar el proyecto con la continuidad y fluidez que fuera de desear. Ello es inevitable. De ah’ que Mounier pueda sostener que Òhay en mi libertad un peso mœltiple, el que viene de mi mismo, de m’ ser particular que la limita, y el que le llega del mundo, de las necesidades que la constri–en y de los valores que la urgen[24]Ó.

        No se puede asegurar que la decisi—n libre se cumpla, total o parcialmente. El que el ser humano sea libre y pueda, por consiguiente, decidir, valorar y proyectar no significa necesariamente que, en el ejercicio de la libertad, en la fenomenalizaci—n de esa decisi—n libre, el proyecto se realice, se concrete. Como bien se–ala Kierkegaard, la libertad Òno es alcanzar esto y aquello en el mundo, de llegar a ser rey o emperador y a vocero de la actualidad, sino la libertad de tener en s’ mismo la conciencia de queâes  hoy libertadÓ[25]. La libertad que somos es, pues, independiente de la realizaci—n o no del proyecto. Los proyectos se cumplen o se frustran. La realizaci—n o la frustraci—n de un proyecto no afecta, en ningœn sentido, la libertad, en cuanto ella es el ser del  hombre.  Como lo precisa Sartre, Òser libre no significa obtener lo que se quiere sino determinarse a querer (en sentido amplio de elegir)Ó. De ah’ que se pueda concluir afirmando coherentemente Òque el Žxito no interesa en ningœn modo a la libertadÓ[26]. Es decir, a la libertad que cada uno es.

            Todo lo anteriormente expresado lo hemos experimentado en el curso de nuestra vida. Nos sentimos seres libres, no robots, guiados por manos invisibles. No somos cometas libradas al viento. Somos conscientes de nuestra temporalidad, de nuestra meta escatol—gica, como tambiŽn lo somos de nuestra coexistencialidad, de la necesidad que tenemos de contar con los dem‡s seres humanos y de las cosas del mundo para cumplir nuestro proyecto de vida. Somos conscientes del proyecto de vida que, no sin dificultades y titubeos hemos valorado, hemos elegido y decidido para su realizaci—n existencial. Todo ello de acuerdo con nuestra m‡s honda vocaci—n, con un profundo llamado interior. Esta escogencia ha permitido darle un sentido a nuestra vida y nos ha permitido, simult‡neamente, tender a la perfecci—n dentro de nuestras naturales limitaciones y ser œtiles a los dem‡s de acuerdo a nuestras reales posibilidades.

             Poseemos experiencias de las resistencias, obst‡culos, dificultades y retardos que, a travŽs del tiempo,  ha sufrido la realizaci—n de nuestro propio Òproyecto de vidaÓ.

           

16. La complejidad del proyecto de vida

 

La complejidad del proyecto de vida se percibe principalmente en dos instancias. La primera se manifiesta en el momento de decidir  vivir conforme a un cierto proyecto desde que puede abarcar varias actividades simult‡neamente como la profesional y la familiar. No s—lo se le concibe en una direcci—n, con un s—lo destino, sino que Žste, como en el caso propuesto, abarca dos dimensiones: el que voy a ÒhacerÓ en la vida y con mi vida y si ello se har‡ a partir de un nœcleo familiar o en forma solitaria.

La otra instancia, como apunta Vilanova, es que aun en el caso de existir una decisi—n dominante en cuanto al proyecto elegido en un momento cualquiera, debe considerarse que tal decisi—n no va sola. Ella va Òacompa–ada -con un grado diverso de actualidad, por supuesto- por todas las decisiones de car‡cter permanente que se han ido tomando en el pasado y que no han sido revocadas o, al menos, puestas en crisisÓ[27].

 

17. Momento en el cual se concibe el Òproyecto de vidaÓ

 

Para intentar conocer en que momento de la vida de una persona se adopta un determinado Òproyecto de vidaÓ, es decir, para ubicar en el tiempo aquel instante en el que se vislumbra, con mayor claridad, lo que queremos ser y hacer en y con nuestra vida, es conveniente, en primer tŽrmino, hurgar en nuestra propia experiencia personal, acudir a nuestros recuerdos, a fin de precisar en cual edad escogimos nuestro Òproyecto de vidaÓ.

No podemos olvidar un hecho de nuestra infancia y de los primeros a–os de nuestra adolescencia que nuestra memoria conserva con nitidez, no exenta de un cierto malestar. Se trata de la pregunta que, con relativa frecuencia, nos hac’an nuestros mayores, y que consist’a  en ÒquŽ ’bamos a ser de grandesÓ. Recuerdo, tambiŽn, que como amaba el mar, les respond’a que cuando fuese mayor ser’a marino pues me gustaba navegar.

Tales personas, que trataban descifrar el enigma de nuestro futuro, inquir’an, en verdad, sobre cu‡l era nuestro proyecto de vida, que es lo que dese‡bamos ser y hacer de adultos. A la edad que ten’amos en aquellos momentos de nuestras vidas no est‡bamos, aœn, en condiciones de precisar cu‡l era nuestro proyecto de vida. Nos faltaba experiencia de la vida y madurez intelectual. Ante este hecho surge la l—gica pregunta que nos hacemos, y que nos hacen, de continuo, sobre Àcu‡ndo, en quŽ momento, se concibe y se determina el proyecto de vida personal?

No es f‡cil encontrar la respuesta a la pregunta sobre el momento de la existencia en el cual el ser humano decide asumir un determinado proyecto de vida.  Es relativamente incierta la edad, el instante existencial, en el cual el ser humano, consciente de lo que desea ÒserÓ y ÒhacerÓ en su vida, le otorga un rumbo y un sentido a su existencia. Es decir, escoge un cierto Òproyecto de vidaÓ.

Existen algunos ni–os que, desde muy peque–os, demuestran una marcada inclinaci—n, una tendencia o aptitud, m‡s o menos clara, que denota sobre cu‡l podr’a ser su proyecto de vida. As’, bien lo sabemos y no es ajeno a nuestra observaci—n, la existencia de ni–os que les gusta los juguetes que tienen vinculaci—n con la medicina y su juego preferido es el del Òser doctorÓ, el de curar mu–ecos o mu–ecas, segœn el caso. Otros demuestran estar dotados para la mœsica y suelen practicarla con sensibilidad desde muy temprana edad, mientras que tambiŽn hemos encontrado ni–os que su actividad m‡s gratificante era el de pasarse horas enteras en el jard’n dedicados a observar la naturaleza, los bichos ah’ existentes, los ‡rboles, las plantas. Llegada la edad de adoptar un Òproyecto de vidaÓ estos ni–os, por lo general, escogieron ser bi—logos o alguna otra actividad vinculada con sus inclinaciones infantiles como la zootecnia, la agricultura o la ecolog’a entre otras opciones conexas.

 Nuestra afici—n infantil por ingresar a la Escuela Naval cuando apenas ten’amos doce a–os de edad se fue disipando cuando, conforme transcurrido un tiempo, observamos la vida de los marinos, su disciplina, una cierta rutina en la que se desenvolv’a sus vidas. Comprendimos, con los a–os, que era una profesi—n en la cual la persona estaba a disposici—n de sus superiores, condicionadas a su voluntad, la que se deb’a acatar Òsin dudas ni murmuracionesÓ. Es decir, que para ser marino se requer’a tener una personalidad disponible a ser mandado por muchos a–os de su vida, sin tener la posibilidad de discutir las —rdenes recibidas. Intu’amos que no nos gustaba mandar ni ser mandados, sino adoptar nuestras decisiones sin recibir —rdenes que vinieran de otras personas, salvo las razonables provenientes de nuestros progenitores antes de la mayor’a de edad.

A los quince a–os de edad, condicionados por la familia y por los amigos ’ntimos, nos preparamos, sin mayor reflexi—n, para ser ingenieros. Durante todo el œltimo a–o de estudios escolares acud’amos, despuŽs de clases, a una academia de preparaci—n para el ingreso a la Escuela de Ingenier’a, que as’ se llamaba en aquel entonces la actual Universidad de Ingenier’a. Se nos dec’a, al comienzo de la dŽcada de los a–os 40 del siglo XX, que en el Perœ todo estaba por hacer, que no exist’a la necesaria infraestructura vial, de puentes, de viviendas, de hidroelŽctricas, de refiner’as y otras similares por lo cual los ingenieros siempre ser’an requeridos y tendr’an trabajo asegurado. Aceptamos para el efecto, sin mayor reflexi—n, apenas cumplidos los diecisŽis a–os, el argumento de ra’z cremat’stica que se nos insinuaba.

Felizmente, faltando pocos d’as para rendir el examen de ingreso a la Universidad de Ingenier’a, en una noche de insomnio y de angustia, nos planteamos, seriamente y por primera vez, si el ser ingeniero respond’a a nuestra vocaci—n, a lo que dese‡bamos hacer en la vida. Sentimos, tal vez por œnica vez, lo que con los a–os comprendimos lo que significaba la angustia existencial. Al despertarnos, m‡s tarde que de costumbre, tuvimos una sensaci—n de alivio pues hab’amos descubierto que nuestra vocaci—n no era la actividad propia de los ingenieros constructores sino que eran las humanidades. Grande fue la sorpresa en casa cuando, a la hora del desayuno, les informŽ sobre mi decisi—n, as’ como la reacci—n de mis mejores amigos cuando esa tarde, sin cuadernos ni otros admin’culos que utiliz‡bamos para la ocasi—n, fui a despedirme. Ellos trataron de convencerme que continuara en la academia, argumentando que dado los resultados obtenidos en las simulaciones de ex‡menes practicados Žramos candidatos fijos para ingresar a la Universidad Pero nuestra decisi—n ya estaba tomada y nos sent’amos felices y ps’quicamente aliviados por haber salido del error y ver la luz.

Al inquirirnos sobre lo que nos gustaba, sobre cu‡les eran las materias con cuyo conocimiento hab’amos disfrutado en el colegio, comprendimos que nos fascinaba la filosof’a, la psicolog’a, la l—gica, la literatura, la historia, el arte. En cambio, las matem‡ticas no nos entusiasmaban, excepto la aritmŽtica y la geometr’a porque logramos comprender que nos eran œtiles para la vida, lo que no suced’a con el ‡lgebra y la trigonometr’a desde que nadie, ningœn profesor, nos explic— la raz—n de su estudio ni tampoco lo pudimos descubrir por nosotros mismos. Durante nuestra vida escolar, adem‡s, las m‡s altas calificaciones las hab’amos obtenido precisamente en los estudios de humanidades. 

Estimamos que la decisi—n adoptada a los diez y seis a–os de edad, como lo tenemos dicho, fue una de las escasas, o quiz‡s la œnica, en la que hab’amos actuado libr‡ndonos, al m‡ximo posible, de todos los condicionamientos que pesaban sobre nosotros.

La adopci—n de un determinado Òproyecto de vidaÓ, por lo general, suele ocurrir en el momento de la vida en el cual la persona -adolescente, joven o adulto- adquiere madurez intelectual, cuando se halla en condiciones de reflexionar sobre su vida, sobre su destino. Ello acontece, la mayor’a de las veces, se est‡ terminando la etapa escolar, momento en el cual la persona tiene que enfrentarse al mundo, adoptar una decisi—n en cuanto Òa lo que va a serÓ, en su vida. No se puede precisar, en tŽrminos generales, la ÒedadÓ de la madurez, ya que ella depende de la personalidad de cada persona, de su desarrollo intelectual, pero cabe considerar que ello puede suceder en ciertos casos a partir de los catorce o diecisŽis a–os de edad. Sin embargo, bien lo sabemos los que hemos vivido un largo trecho, que otros j—venes no alcanzan madurez a esta temprana edad sino a los dieciocho a–os y quiz‡s, en algunos casos, a una mayor edad. En s’ntesis, m‡s all‡ de todo lo que podamos especular sobre el particular, cabe se–alar que es siempre incierta la edad en que la persona, cada persona, decide optar por un cierto Òproyecto de vidaÓ.

En el mundo actual los j—venes, por lo general, alcanzan la madurez a edad m‡s temprana que anta–o. En el Perœ, por ejemplo, se adquir’a la ciudadan’a y conclu’a la patria potestad cuando la persona cumpl’a veintiœn a–os, mientras que en los tiempos que corren la edad para tal efecto se ha fijado en los dieciocho a–os de edad. Por ello, en algunos pa’ses, cuando se trata de intervenciones sobre el cuerpo por razones de conservaci—n de la salud, el mŽdico no s—lo recaba el consentimiento informado de los padres sino tambiŽn del menor mayor de catorce a–os de edad. Se suele considerar, siempre en tŽrminos generales, que a esta edad el menor ya posee cierto criterio, lo que le permite, si es intelectualmente maduro y emocionalmente estable, adoptar decisiones luego de escuchar argumentos en uno y otro sentido que puedan orientarlo.

Algunos j—venes, al terminar el ciclo escolar, tienen claro su destino. Saben lo que quieren hacer con su existencia, son conscientes de cu‡l es su proyecto de vida. Es el caso de vocaciones bien delineadas, sin que pueda existir ninguna clase de dudas o titubeos. No obstante, no es el caso en el que se encuentra, tal vez, el mayor nœmero de j—venes, los que no est‡n seguros de su vocaci—n, que dudan, que tienen varias opciones en su horizonte, que no ven con claridad cu‡l ha de ser su proyecto de vida. Por ello, algunas veces, sometidos a diversos condicionamientos, se equivocan en cuanto a su vocaci—n. En algunos casos, despuŽs de transcurrido algœn tiempo, luego de unas primeras experiencias existenciales, llegan a precisar su vocaci—n o, por lo menos, a tomar consciencia de que han cometido un error. Conozco contempor‡neos m’os que abandonaron sus estudios de ingenier’a para ingresar a estudiar humanidades y luego abogac’a, as’ como otros que, habiendo alcanzado un t’tulo profesional, abandonaron su ejercicio para ingresar a la vida religiosa[28].

DespuŽs de lo expuesto cabe preguntarse si todas las personas tienen  un proyecto de vida o, por el contrario, si es posible una existencia humana que carezca de Žl. Puede ocurrir que algunos seres humanos no logren precisar con nitidez cu‡l es su vocaci—n, quŽ es lo que desean hacer con su vida, que se hallan desorientados, que son inmaduros, irresponsables o adolecen de perturbaciones ps’quicas. No obstante la presencia de casos de incertidumbre vocacional, somos del parecer que toda persona tiene un proyecto de vida desde que no se puede existir sin darle a la vida un sentido, una raz—n de ser, un rumbo, salvo casos excepcionales. Puede suceder que la persona no logre descubrir su Òproyecto de vidaÓ o que, ante la ausencia de una definida vocaci—n o de opciones que le ofrece su entorno, realice un proyecto inautŽntico, pero proyecto de vida al fin.

 

18. Libertad, voluntad y proyecto de vida

 

          Es oportuno se–alar que se suele confundir la libertad, que es el ser mismo del hombre, con la voluntad, que es un aspecto de la psique, sin percatarse que Žsta se halla, como la unidad psicosom‡tica en su conjunto, al servicio del yo, de la decisi—n libre. La envoltura psicosom‡tica es un medio del cual se vale la libertad para su realizaci—n como proyecto. Por ello es posible referirse en posesivo a "mi" cuerpo, a "mi" voluntad.

          Sartre ha descrito certeramente la relaci—n entre la "libertad" y la "voluntad". Al referirse a la primera apunta que "el planteamiento de mis fines œltimos es lo que caracteriza a mi ser y lo que se identifica con la aparici—n original de la libertad que es m’a".  Es as’ como la libertad resulta ser el fundamento de los fines que el ser humano decide realizar "sea por la voluntad, sea por esfuerzos pasionales". Sartre se–ala que "las voliciones son, por el contrario, como las pasiones, ciertas actitudes subjetivas por las cuales tratamos de alcanzar los fines propuestos por la libertad originaria". La libertad es, as’, "un fundamento rigurosamente contempor‡neo de la voluntad (...) que se manifiesta a su manera"[29].

          La voluntad, segœn Sartre, "se presenta como decisi—n reflexionada con relaci—n a ciertos fines". Pero, afirma a continuaci—n, que esos fines no los crea la voluntad. Esta s—lo "decreta que la persecuci—n de esos fines sea  reflexiva y deliberada"[30].

 

19. Protecci—n jur’dica del Òproyecto de vidaÓ

 

La libertad fenomŽnica puede ser da–ada, trunc‡ndose, en mayor o menor medida, un Òproyecto de vidaÓ. Es conquista de los œltimos dos decenios que esta verdad, esta important’sima circunstancia, se puso de manifiesto. Ello aconteci— en Lima, con la presentaci—n de una ponencia en un Congreso Internacional celebrado en 1985 con ocasi—n de la puesta en vigencia del C—digo Civil peruano de 1984. En el art’culo 1985¡ de este cuerpo legal se dispone la reparaci—n de cualquier Òda–o a la personaÓ, dentro del cual, como la modalidad m‡s notoria, se encuentra el Òda–o al proyecto de vidaÓ o libertad fenomŽnica[31].

Es de anotar que antes de 1985 no consideraba la posibilidad de que la libertad fenomŽnica o Òproyecto de vidaÓ pudiera ser da–ado. Casi se le desconoc’a o no se le otorgaba mayor atenci—n. El resarcimiento del da–o patrimonial cubr’a todo el escenario jur’dico. El ÒhaberÓ era m‡s importante que el ÒserÓ. Esto nos suena a algo incre’ble, pero responde a una realidad vivida por siglos.

Es a partir de aquella fecha que, a pesar del escaso tiempo transcurrido para su conocimiento por amplios sectores de juristas y consiguiente debate, el Òproyecto de vidaÓ empieza a merecer incipiente notoriedad. Esto acontece dentro del contexto de haberse redescubierto, en la primera mitad del siglo XX, la libertad como ser del hombre, revaloriz‡ndose la persona humana y afirm‡ndose su inherente dignidad. Como natural consecuencia de este feliz acontecimiento que la tesis del Òda–o al proyecto de vidaÓ se difunde r‡pidamente por el mundo, traduciŽndose a otros idiomas, siendo acogida por un sector de la doctrina y por la jurisprudencia comparada, en especial por la de la Corte Interamericana de Derecho Humanos.

El Òda–o al proyecto de vidaÓ puede acarrear diversas consecuencias como son su frustraci—n total, su menoscabo o su retardo. Es f‡cil imaginar los trastornos, de diversa magnitud, que Žl puede ocasionar en la vida de una persona. La frustraci—n de un proyecto de vida puede, en ciertos casos, crear un vac’o existencial como explicable consecuencia de la perdida del sentido de la vida que concretaba y representaba dicho proyecto. Este vac’o existencial, esta profunda desorientaci—n y grave perturbaci—n en  el quehacer vital puede, en ciertas circunstancias y de acuerdo con la personalidad de la persona, ser superado acogiŽndose ella a un proyecto sustituto que, si bien no le restituye el sentido de vida perdido, le permite continuar su transcurso por la vida[32].

En otras situaciones en cambio, apelando siempre a la personalidad de la v’ctima, el da–o al proyecto de vida origina devastadoras consecuencias desde que Žsta no puede superar el vac’o existencial y encontrar un proyecto de vida sustitutorio y, m‡s bien, ante la pŽrdida de la raz—n de ser de su existencia, busca huir de la realidad refugi‡ndose en el alcohol o las drogas llegando, en casos l’mites, a eliminar su vida.

En otras situaciones las consecuencias del da–o al proyecto de vida carecen de la gravedad que comporta su truncamiento o frustraci—n y, m‡s bien, ocasionan un menoscabo en su realizaci—n. Es, por ejemplo, el de un abogado o ingeniero que pierden un brazo u otros miembros o la visi—n. O el de una persona presa injustamente por varios a–os, torturada, vejada, violada, para finalmente ser liberada por haber sido absuelta, declar‡ndosele inocente de los cargos que se le imputaban. Si bien ellos podr‡n continuar con la realizaci—n de su proyecto de vida, las condiciones en que lo afronten no ser‡n las mismas que en el pasado, ya que se ha afectado notoriamente su calidad de vida. Ellos, por lo general, se sentir‡n ps’quicamente perturbados y f’sicamente disminuidos, afect‡ndose por esto la realizaci—n de su proyecto de vida. 

Puede suceder tambiŽn que, a ra’z de una prisi—n injusta o u  prolongado secuestro, la persona no s—lo sufra un menoscabo en cuanto a la ejecuci—n de su proyecto de vida sino, adem‡s, un retraso en su cumplimiento. As’, si un sujeto estuvo indebidamente detenido por varios a–os, al retornar en libertad su proyecto de vida se habr‡ retardado en su realizaci—n. Un profesional habr‡ perdido gran parte de su clientela y, tal vez desactualizado en cuanto a los avances de su disciplina mientras que, si se trata de un estudiante, tendr‡ que recomenzar su carrera, poniŽndose al d’a y licenci‡ndose varios a–os despuŽs de lo previsto

En cualquiera de las situaciones antes anotadas, ya sean frustraci—n, menoscabo o retraso, se ha causado un da–o objetivo, ostensible y grave en la vida de un ser humano, en el cumplimiento de su destino. El Derecho - cuya finalidad es la protecci—n de la persona para que, en cuanto ontol—gicamente libre pueda cumplir con su proyecto de vida dentro del bien comœn - no puede desentenderse, como hasta hace poco, de esta notoria situaci—n y, mientras se resarcen œnicamente los da–os con consecuencias puramente patrimoniales, se abandona sin protecci—n a la persona y sin reparar las consecuencias inmateriales causada nada menos que a su propia vida. ÀTiene esto l—gica alguna? ÀNo es acaso la persona el bien supremo de la sociedad y del Estado, el centro y el eje del Derecho? ÀSe llegar‡ a comprender o reflexionar en profundidad sobre esta verdad y, por consiguiente, se decidir‡ proteger sin dudas ni titubeos, debida y ampliamente, al ser humano? ÀSe estar‡ encaminado el Derecho a su humanizaci—n?

A pesar que el Òda–o al proyecto de vidaÓ es objetivo, visible a los sentidos - a diferencia del llamado da–o ÒmoralÓ que es subjetivo - , su reparaci—n es tarea dif’cil por varios razonables motivos. Uno de ellos se debe, sin duda, a la novedad de la instituci—n y a la ausencia aœn de jurisprudencia orientadora en cuanto a la fijaci—n de los montos de la indemnizaci—n correspondiente teniendo en cuenta la magnitud de las consecuencias del da–o y las espec’ficas circunstancias del caso. Para que una inŽdita instituci—n jur’dica se consolide debe pasar mucho tiempo mientras se le conoce, estudia, debate y es acogida por la doctrina y la jurisprudencia. No obstante, como est‡ dicho, la nueva figura, gracias a los impresionantes avances de las comunicaciones, se est‡ difundiendo con asombrosa rapidez.

Un motivo muy importante para la pronta asimilaci—n del Òda–o al proyecto de vidaÓ se debe a que, para su debida comprensi—n, el intŽrprete debe situarse en el escenario jur’dico contempor‡neo donde, revolucionariamente, el sujeto de derecho de Òanimal racionalÓ se presenta, gracias a los pensadores y fil—sofos, como un ser libertad, dotado de dignidad. Esta nueva concepci—n del hombre reciŽn se est‡ difundiendo por los predios del Derecho, siendo ella indispensable para comprender el vuelco que se ha producido en nuestra disciplina en la segunda mitad del siglo XX. La Declaraci—n Universal de los Derechos Humanos es el resultado tangible de la nueva situaci—n en la que debemos situarnos los juristas. Es, as’, como la libertad, la identidad y la dignidad ocupan el lugar de privilegio que antes correspond’a al patrimonio, a la sagrada, absoluta e inviolable propiedad. Ahora es el hombre el sagrado, poseedor de derechos naturales absolutos e inviolables. El cambio es, pues, radical, lo que obliga a juristas, jueces y operadores del Derecho a asumir esta nueva realidad y proceder a un cambio de mentalidad. Y, por cierto, a no olvidar que la persona humana, como se ha apuntado y aparec’a en el texto del art’culo 1¡ de la Constituci—n peruana de 1979, es el Òbien supremo del DerechoÓ a cuyo servicio se hallan la sociedad y el Estado, dentro del bien comœn.

Otro motivo es, sin duda, que por las razones anteriormente expuestas un sector de juristas y jueces no se han percatado de los cambios producidos en el mundo en lo atinente a la nueva estructura del ser humano y a la nueva visi—n del objeto de estudio y finalidad del Derecho. Por todo ello, la gran mayor’a no ha estudiado aœn la nueva figura, no han apreciado que es posible da–ar la libertad fenomŽnica, as’ como de la necesidad de reparar sus nefastas consecuencias en la vida de las personas. Cuando la figura se difunda a travŽs de los a–os, se conozcan sus alcances, los juristas se convenzan que es dable da–ar la libertad fenomŽnica o Òproyecto de vidaÓ, tomen conciencia de la magnitud de sus consecuencias y existan jueces capacitados y jurisprudencia suficiente, se podr‡ facilitar la reparaci—n de las consecuencias del objetivo y visible Òda–o al proyecto de vidaÓ. Adem‡s, ello tambiŽn se agilizar‡ cuando algunos sectores abandonen su mentalidad individualista-patrimonialista y se abran a la comprensi—n que m‡s importante es reparar el da–o al ser humano que resarcir las consecuencias de un da–o al patrimonio.

Lo anteriormente, sin embargo, no impide reconocer dos hechos macizos. El primero es que el criterio y la tŽcnica empleada para reparar un da–o al complejo ser humano, dotado de envoltura psicosom‡tica y libertad constitutiva, es diferente del que se viene utilizando para resarcir un da–o al patrimonio. El segundo es que, a pesar del escaso tiempo de existencia de la instituci—n del Òda–o al proyecto de vidaÓ ya se cuenta con jurisprudencia orientadora, especialmente la de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, as’ como de cierta doctrina que acoge la nov’sima figura[33]. En ella se podr‡ encontrar inspiraci—n y pautas para una adecuada reparaci—n de la magnitud de las consecuencias del mencionado da–o a lo m‡s importante con lo que cuenta el ser humano: la libertad que lo constituye y sustenta como tal.

Las dudas, titubeos, exageraciones o subvaluaciones en lo concerniente a la reparaci—n de las diversas consecuencias del Òda–o al proyecto de vidaÓ es lo que, necesaria y normalmente ha de ocurrir, en este tiempo inicial en el que se aplica la figura a la realidad de la vida. Ello sucedi—, como no pod’a ser de otra manera,  con la reparaci—n de las consecuencias de las diversas modalidades del Òda–o a la personaÓ en las dos œltimas dŽcadas del siglo XX. As’ lo ha hecho notar, entre otros, Francesco D. Busnelli quien se refiere a la anarqu’a reinante en esta materia en el mencionado per’odo, hasta que la jurisprudencia fue encontrando criterios, par‡metros, referencias y soluciones en torno a la complicada reparaci—n de los diferentes da–os a la persona.

Lo expresado no significa ni la negaci—n de la existencia de un da–o a la libertad fenomŽnica o Òda–o al proyecto de vidaÓ ni la imposibilidad de reparar sus consecuencias, sino representa tan s—lo las explicables dificultades que encuentra toda nueva instituci—n jur’dica en v’as de aplicaci—n jurisprudencial y desarrollo doctrinario. As’ lo recoc’a Guido Alpa cuando, el primero de mayo de 1987, en el pr—logo a su libro Il danno biol—gico. Percorso de unÕ idea nos dice, refiriŽndose al naciente Òda–o a la personaÓ, que la fatiga que pueda causar su interpretaci—n y el encontrar una uniformidad de soluciones pr‡cticas Òno se deber‡ a la intr’nseca debilidad de su construcci—n dogm‡tica, por dem‡s superada, ni a su superfluidad: ello se deber‡ s—lo al hecho, dir’a natural, que las ideas nuevas, en la ciencia jur’dica, tienen un camino fatigoso rodeado de cautelas y dudasÓ.

Lo certeramente escrito por Alpa en 1987, trat‡ndose del Òda–o a la personaÓ en su expresi—n de Òda–o biol—gicoÓ, es del todo aplicable al Òda–o al proyecto de vidaÓ o da–o a la libertad fenomŽnica. Ninguna duda o titubeo sobre la interpretaci—n de esta nov’sima instituci—n, nacida apenas dos decenios atr‡s y divulgada de reciente, pueden negar su existencia, su realidad, su presencia en la relaciones humanas y la necesidad de reparar sus graves consecuencias.

Debemos reconocer, sin embargo, que no obstante que el Òda–o al proyecto de vidaÓ es objetivo, no siempre es f‡cil percibirlo cuando dicho proyecto no es notorio, as’ como tambiŽn resulta dificultoso precisar la magnitud de sus consecuencias en la vida de una persona. Para lograr superar, hasta donde ello es posible, esta dificultad se requiere de operadores del Derecho y, sobre todo, de jueces conocedores de la instituci—n y sus implicancias, as’ como dotados de una fina sensibilidad para captar las consecuencias de un da–o al centro y eje del Derecho: al ser humano. A su creador, protagonista y destinatario.

 

 

 

 

 

 



[1] Don Carlos Fern‡ndez Sessarego es uno de los m‡s importantes juristas y fil—sofos del derecho de LatinoamŽrica y del mundo hisp‡nico. Su curriculum completo puede verse en http://carlosfernandezsessarego.blogspot.com.ar/ (nota del editor)

[2] Sobre la tem‡tica de la libertad puede consultarse del autor de este trabajo ÀEs posible proteger jur’dicamente el proyecto de vida?, en la ÒRevista de Responsabilidad Civil y SegurosÓ, Buenos Aires, n¡ 03, marzo del 2010; en ÒForo Jur’dicoÓ, a–o IV, n¡  84, Lima, Pontificia Universidad Cat—lica del Perœ, 2008 yen ÒRevista Jur’dica del PerœÓ, N| 84, Lima, febrero del 2008.

[3] Cfr. VILANOVA, JosŽ M., Proyecto existencial y programa de existencia, Buenos Aires, Astrea, 1974.

[4] FERNçNDEZ SESSAREGO, Carlos, El da–o a la Òlibertad fenomŽnica o Òda–o al proyecto de vidaÓ, en ÒResponsabilidad CivilÓ, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2007; en ÒRevista de Responsabilidad Civil y SegurosÓ, a–o XI, n¡ IX, Buenos Aires, ÒLa LeyÓ, setiembre del 2009: en traducci—n al italiano en ÒLa Responsabilitˆ CivileÓ, a–o V, n¡ 6, Torino, UTET, junio del 1008 y en ÒJUS Doctrina &Pr‡cticaÓ, n¡ 6, Lima, Grijley, junio del 2007 .

[5] MARêAS, Juli‡n, Mapa del mundo personal, Madrid, Alianza Editorial, 1993, p. 17.

[6] SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, Tomo III. Buenos Aires, Editorial Ibero-Americana,  1949, p. 16.

[7] SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, Tomo III, ob. cit., p. 76.

[8]  SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, tomo III, ob. cit., p.81.

[9] SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, Tomo III, ob. cit., p. 18.

[10] ZUBIRI, Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Buenos Aires, Editorial Poblet, 1948, p. 342.

[11] La primera edici—n de 1987 es publicada  en Lima por la Editorial de la Universidad de Lima.

[12] La tercera edici—n se debe a la editorial ARA, Lima, 2006.

[13] FERNçNDEZ SESSAREGO, Carlos, El derecho como libertad, ob. cit., tercera edici—n, p. 115.

[14] HEIDEGGER, Mart’n, El ser y el tiempo, MŽxico, traducci—n de JosŽ Gaos, Fondo de Cultura Econ—mica 1951, p. 168.

[15] SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, ob. cit. tomo III, p. 76.

[16] JASPERS, Karl, La fe filos—fica, Buenos Aires, Losada, 1968, p.60.

[17] MARêAS, Juli‡n, Introducci—n a la filosof’a, sexta edici—n, Madrid, Revista de Occidente, 1960, p. 246.

[18] MARêAS, Juli‡n, Introducci—n a la filosof’a, ob. cit., p. 262.

[19] JASPERS, Karl, La fe filos—fica, ob. cit., p. 60.

[20] JASPERS, Karl, La fe filos—fica, ob. cit., p.45.

[21] Cfr. FERNçNDEZ SESSAREGO, Carlos, ÀEs posible proteger jur’dicamente el proyecto de vida?, ob. cit.

[22]  MOUNIER, Emmanuel, El personalismo, Buenos Aires, EUDEBA, 1992, p‡g. 42.

[23]  SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, Tomo III, ob. cit., p. 24.

[24] MOUNIER, Emmanuel, El personalismo, ob. cit., p. 36.

[25]  KIERKEGAARD, Sšren, El concepto de la angustia, Buenos Aires, Espasa Calpe Argentina, segunda edici—n, 1943, p. 118.

[26]  SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, ob. cit., tomo III, p. 82.

[27] VILANOVA, JosŽ M., Proyecto existencial y programa de existencia, ob. cit., p.82.

[28] Conocemos el caso de dos inteligentes colegas abogados, uno ya desaparecido, que creyeron que su vocaci—n profesional era la de ser ingeniero. Ingresaron a la universidad donde se imparten dichos conocimientos. No obstante, despuŽs de concluir su primer a–o de estudios, abandonaron esta carrera al comprender que ser ingeniero no era su llamado interior, su vocaci—n. Ambos cambiaron de universidad y, como est‡ dicho, terminaron como muy competentes y reconocidos abogados. A nosotros, como lo hemos narrado, nos sucedi— lo mismo, pero tuvimos la fortuna de darnos cuenta del error que ’bamos a cometer pocos d’as antes del examen de ingreso a la Universidad de Ingenier’a.

[29]  SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, T. III, ob. cit., p‡g. 25.

[30]  SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, ob. cit., Tomo III, p. 24.

[31] Cfr. FERNçNDEZ SESSAREGO, Carlos, ÀEs posible proteger jur’dicamente el proyecto de vida?,       ob. cit.

 

[33]  Para conocer parte de la doctrina y la jurisprudencia existente sobre el reconocimiento y reparaci—n del Òda–o al proyecto de vidaÓ, puede consultarse del autor de este trabajo los art’culos El Òda–o al proyecto de vidaÓ en la doctrina y la jurisprudencia contempor‡neas, en ÒRevista Jur’dica del PerœÓ, n¡ 100, Lima, junio del 2009 y Reconocimiento y reparaci—n del Òda–o al proyecto de vida en el umbral del siglo XXI, en ÒTemas esenciales del Derecho Laboral. Libro Homenaje al Dr. Santiago J. RubinsteinÓ, Buenos Aires, EJ, 2009.