Daniel Jonah GOLDHAGEN

LOS VERDUGOS VOLUNTARIOS DE HITLER

(Los Alemanes Corrientes y el Holocausto)

Aguilar, 1997

 ¿Quién hizo el holocausto? ¿Quiénes mataron, humillaron, azotaron, descargaron sus impulsos sádicos, sobre millones de seres humanos reducidos por el sistema jurídico hitleriano al estado de muertos civiles? ¿Fueron los "nazis", o los alemanes, o por lo menos infinidad de estos últimos? ¿Fue la cultura nacional-socialista la que llevó al antisemitismo de exterminación, o la cultura alemana? ¿Era de esperarse algo así, antes incluso de que Hitler se lanzara a la arena ideológico-política? ¿Fue la masacre el resultado de un proceso de apenas unos años, o de centurias?

    El trabajo de Goldhagen es demoledor como investigación científica, y por sus resultados. A veces es un poco empalagoso, por la cantidad de citas de fuentes, que para colmo están al final del libro, obligando a esa suerte de lectura doble tan molesta a que nos suelen acostumbrar los estadounidenses. Pero después de este libro, nadie podrá ya nunca más sostener que los verdugos fueron los "nazis", que los alemanes corrientes no sabían lo que pasaba, y que todo se debió a un grupo de locos. Por el contrario: Goldhagen demuestra con exceso de testimonios cómo estuvieron involucrados hasta la médula miles de hombres y mujeres normales, que no eran nazis, ni querían serlo (a veces, incluso, se oponían a Hitler), y sin embargo obraron con saña, con sadismo, con total falta de misericordia. Hitler no hubiera podido hacerlo sin ellos.

    El libro cala hasta lo más profundo en un punto que no siempre se comprende del todo: los judíos, en la cosmovisión nazi, pero muy aceptada por la población en general, no eran realmente seres humanos, y en consecuencia no les cabía consideración como tales. No eran, como a veces se escucha, "subhumanos", ni una "raza inferior" (como los eslavos, los indios americanos, los negros, o los chinos). Ni siquiera merecían el respeto debido a los animales. Los animales eran seres evolutivamente inferiores, como los humanos de otras razas. En cambio, los judíos eran un cáncer, una monstruosidad antinatural. Una gangrena a extirpar urgentemente.

    Desde los trabajos de Detlev Peukert, Pierre Ayçoberry, y otros estudiosos modernos de la Alemania nazi, muchos conceptos se nos han modificado. Sabemos que, para los alemanes "arios" corrientes, había amplios márgenes de disenso y de posibilidad de no participar en el proyecto hitleriano, sin muchas consecuencias negativas. El gobierno no era igualmente duro para todos, y muchas veces cedía ante la queja popular (caso de la eutanasia, o de los judíos conversos casados con cristianos). El cuadro que los propios aliados contribuyeron a pintar, se desdibuja, y otra realidad aparece en su lugar.

    "Arbeit macht frei", decían las fatídicas puertas de los campos de exterminio. Era una mentira: allí el trabajo no liberaba. Pero trabajos como el de Goldhagen sí liberan. Liberan del prejuicio, de la falacia compartida, y ayudan a entender mejor a nuestra torturada y torturante especie. A comprendernos a nosotros mismos, para tratar de no volver a caer en los ya visitados precipicios de horror.

R.R.-B.