JUSTICIA POR MARIANO WITIS

 

 …las manos que marcan el ritmo,

las caras que se aflojan beatíficamente,

la música que se pasea por la piel,

se incorpora a la sangre y a la respiración,

y después basta,

nada de razones profundas.

(El perseguidor, Julio Cortázar)

 

            Sólo el sonido de la música, sólo gente que cree ese sonido y sólo gente que escuche la música para recordar a un músico. Y después basta, nada de razones profundas. Ninguna lógica puede explicar lo irrazonable de una muerte temprana.

            Escribo Mariano, un nombre y acaso qué más, pero vuelvo a escribir Mariano, y enseguida dolor, sonrisas, recuerdos, lucha, anhelo de justicia, de una madre, de un padre, de toda una familia, y de amigos, compañeros, y desconocidos que comparten dolores similares que los hacen tan amigos como compañeros, tan necesarios que en verdad nunca fueron desconocidos, sino meros extraños al que el dolor y el recuerdo los unió.

            Witis, el apellido, lo que termina por darle la identidad a Mariano, lo que falta para que entonces uno lea Mariano Witis y se figure quién es. ¿Quién es? Alguien al que seguro muchos amaron, quisieron, se rieron junto a él; o alguien al que conocieron porque antes hubo otros que lo quisieron, amaron, compartieron cosas con él, y luego contaron, pidieron, lucharon… y luchan, aún luchan porque se haga justicia por Mariano.

            Huida de un banco, huían de un banco, nos bombardeaba la tele, y un policía comenzaba a disparar, sin saber si quiera el por qué o, precisamente porque tenía un arma y alguna que otra vez la disparaba, decidió que esta era una nueva ocasión para disparar. Y bueno, disparó nomás. Mariano murió.

            Se apagó una vela, se encendió otra, la de una lucha. Parte de esa lucha tuvo lugar el pasado domingo 21 de marzo en Martínez, en una plaza, en un anfiteatro, que lleva un nombre: Mariano Witis. Allí gente que lo quiso, o que sin conocerlo aprendió a quererlo, se juntó para escuchar música y, a través de las diversas melodías, recordar a Mariano, un tipo como cualquiera, con una vida simple y sencilla, que vivía de la música y para la música y que bastó que estuviera donde estuvo para que se apagara su vida… se encendiera la lucha.

            No faltaron aplausos, palabras, pedidos, propuestas. Planes de nuevas batallas, estrategias para continuar la pelea, se escucharon en el final de la jornada, al comienzo de la noche. Raquel, la madre, habló, se emocionó, la abrazaron y trataron de consolar como tantas veces habrán hecho y harán, y luego, ya sentada y calma, al escuchar a otros que ahora hablaban, misteriosamente sonreía, pero no parecía ser una sonrisa cualquiera, no, era más bien un rictus que indicaba que su mente estaba en dos tiempos: con nosotros, ahí en la plaza, y con Mariano, sin duda parecía estar con Mariano.

            Justicia por Mariano, se pide tanto que parece sonar tan difícil, pero esa justicia que se pide es la racional consecuencia de una irracional muerte, donde más que por una vida a la que ya nada ni nadie va a devolver, es por decirle no a la estupidez humana.

            Justicia por Mariano y los Marianos de ayer, de hoy y seguro de mañana también… y vuelvo a escribir justicia, y qué difícil suena… pero qué fácil es.


Federico Piedras