DIÁLOGO
CON EL CLON

por Marcos Manuel Sánchez (Marsan)

 

–Buena polvareda ha levantado el asunto de la clonación, querido Pater.

–Algunos no están preparados para asimilar lo que ven como una amenaza a su statu quo. Tradición, conservadurismo... llámalo como quieras. Es lo que gobierna su criterio.

–Imagínate, Pater, lo que habría sido de la Humanidad si todas las ideas que han impulsado a la especie humana en su camino evolutivo se hubieran desterrado por miedo o aversión...

–Pero la razón no ha asistido siempre al innovador. El hombre comete errores, querido Clon.

–Y levanta muros de incomprensión. Muchos se opusieron ciegamente a Darwin al conocer su teoría sobre la evolución de las especies. Algunos entendieron su contenido como la afirmación de que el ser humano procede del mono y se cebaron en él ridiculizándole. No fue sino a lo largo de los años que la comunidad científica terminó por aceptar sus ideas.

–Los humanos no somos del todo obtusos, Clon.

–No lo estoy sugiriendo, Pater. De hecho, admiro el modo por el que la ciencia genética me ha traído hasta aquí. Estoy maravillado.

–¿Sólo te importa la tecnología que hay detrás?

–No te entiendo...

–Ignoras el aspecto ético de la cuestión.

–Pero... Pater. Yo no elegí ser clonado. Soy el resultado de la duplicación del material genético de tus células, y como tal constituyo tu copia. No puedo hurgar demasiado en un asunto que cuestiona mi derecho a existir. Te estoy muy agradecido por haber hecho posible mi nacimiento, pero si la gente rechaza la clonación humana o no, eso es algo que ya no me afecta.

–Eres el producto de un experimento, Clon. Un ambicioso y arriesgado intento de mejorar la calidad de vida. Sin embargo, algunos sectores sociales tiemblan ante la visión de un mundo futuro poblado por réplicas humanas, como quimeras diseñadas al antojo de los poderosos. No les importa el hecho de que la clonación permita, por ejemplo, obtener tejidos para recomponer aquellos dañados por enfermedades degenerativas.

–Como el Alzheimer o la esclerosis múltiple. Ya lo sé. O la obtención de órganos para transplantes. Eso constituirá una revolución en Medicina, Pater.

–Y sin embargo la sociedad tiembla.

–El desconocimiento es la principal causa de su recelo. No hay mejor caldo de cultivo que una opinión pública confundida por voces enfrentadas que no contribuyen más que a echar leña al fuego.

–Sí, Clon. Algunas de esas voces anuncian que es inadmisible destruir embriones humanos para obtener de ellos células madre, las que luego se especializarán en formar un tipo de tejido y no otro.

–¿Y si el embrión se utiliza para ser implantado en un útero y engendrar a otro ser humano? ¿No crees que debería bastar para que la gente lo acepte? Habría cantidad de parejas estériles, a las que la fecundación “in vitro” no puede ayudar, deseando tener un hijo por clonación. O clones orientados a trabajar como asistentes de personas mayores que ahora viven condenadas a morir en soledad. ¿No te parece, Pater?

–Aún hay muchos que ven el peligro, Clon, no el avance. Si es que en realidad se puede hablar de progreso y no de involución. Destrucción de embriones..., obtener copias humanas que sirvan como cobayas en experimentos de laboratorio... Nadie reclamará al infortunado clon que se malogre en el proceso. Una idea inquietante ¿eh, Clon?

–No me mires a mí, Pater. Yo no voy a ser utilizado en ningún experimento.

–No estés tan seguro. Depende de lo que la ciencia demande. Eres el único clon sobre la Tierra. Al menos el único conocido...

–Mira, no intentes meter tu dedo en mi ojo.

 –Venga, no pongas esa cara, sólo bromeaba. ¿Cómo voy a desearte ningún mal? Yo, que soy tu padre biológico.

–A los científicos enseguida se os suben a la cabeza los grandes descubrimientos y os volvéis megalómanos. ¿Qué harías si un rico hombre de negocios te pidiera que le clonases al precio que fuera? ¿Esgrimirías razones éticas?

–Cuando se haya autorizado la clonación reproductiva, las leyes habrán de contemplar una razonada selección de las aplicaciones para las que iría destinada. No podemos permitir la proliferación de clones de idiotas caprichosos.

–Pues ahí tenemos otra espina clavada, Pater. La eugenesia. La selección genética puede conducir a la total deshumanización de la raza humana. Tanto más vales cuanto mayor es la calidad de tu genoma.

–De acuerdo, amigo Clon. Pero hay que reconocer que es éticamente loable descartar los genes que puedan originar enfermedades con la finalidad de erradicarlas.

–Bien. Pero sucede que esa idea llevaría directamente a un reduccionismo de la especie. Se desechan los menos buenos, pero cada vez irán quedando menos de los otros.

–No saquemos las cosas de quicio, querido Clon. Para que el efecto de la selección genética fuese palpable, la reproducción humana habría de estar sometida a tal control para la observancia de la norma, que acabaría con el libre albedrío de las personas. Eso es totalitarismo puro.

–Personalmente, te aseguro que no me interesa que me miren con lupa para acabar sirviendo de pasto a los lobos de la ciencia en un laboratorio si mis genes no dan la talla. O que se me margine condenándome a vivir en una especie de isla del doctor Moreau.

–Clon, ¿sabes cuanto tiempo llevaría obtener por manipulación genética una mayoría de seres con un alto coeficiente intelectual? Probablemente varios miles de años. Ni comparación con el fulgurante desarrollo natural de la inteligencia en los primeros años de vida del ser humano...

–... por efecto de su interacción con el medio que le rodea. Lo entiendo, Pater. Así que, según tu opinión,  no debe preocuparnos el hecho de que en un proceso de fecundación in vitro, mediante un diagnóstico anterior a la implantación del embrión en el útero materno, pueda determinarse si un individuo nacerá con genes de calidad “Normal”, “Especial" o si la cosecha dará lugar a un “Gran Reserva”. Eso no condicionará el futuro del inocente embrión...

–Bueno, ten en cuenta que siempre se puede suprimir a aquellos embriones candidatos a ser niños con problemas hereditarios o en cuyo genoma se haya detectado un gen causante de una terrible enfermedad.

–Vaya, así que se evitaría el aborto...

–Digamos que se reduciría ese factor de riesgo.

–Pater, ¿Sabes que estás contribuyendo a que tu gran descubrimiento de clonar humanos me desanime?

–Pues tú eres el primer resultado palpable. De lo contrario no estarías aquí.

–Lo sé, Pater... pero todo eso de destruir embriones no me gusta en absoluto.

–Ajá... acabas de asomarte al aspecto ético. Pues bien, te diré que hay un sistema para evitar la destrucción de embriones.

–¿Cómo?

–Partiendo de otra cosa... Te lo diré en nuestro siguiente encuentro. Ahora debo irme. Hasta la próxima.