HABLEMOS
DE
PSICOÉTICA

 

por Federico Piedras Quintana

 

Hablemos de psicoética. Es decir, hablemos de “un intento sistemático de clarificar, primero, y de buscar interactiva y consensuadamente, después, los procedimientos adecuados para la correcta resolución de los dilemas éticos que se presentan en la práctica psicológica y psiquiátrica”. A partir de esta premisa, el pasado 19 de octubre en la sede del Instituto de Bioética de la UMSA, la Profesora Lic. Beatriz Barbesi, en el marco de una reunión de trabajo abierta, reflexionó sobre la ética en las prácticas psicológica y psiquiátrica.

 

            De este modo, lo primero que remarcó la profesora fue que “en los últimos años, a partir del desarrollo de los nuevos dispositivos biotecnológicos y de los avances alcanzados en el área de la ingeniería genética, se ha reflexionado vastamente sobre la Ética médica a través de una nueva disciplina: la Bioética. No ha sucedido lo mismo con la Ética psicológica, a pesar del amplio despliegue que la práctica psicoanalítica y la educación de la psicología tienen en el país, ya sea en el ámbito de la clínica y de las asociaciones intermedias como en las instituciones de educación superior. Sin embargo, los derechos de los pacientes y las responsabilidades de la práctica asistencial comienzan a ser cada vez más objeto de debate en publicaciones, congresos, comités de ética, etc. La toma de conciencia que los pacientes han generado respecto de sus propios derechos confronta a los profesionales de la salud con sus deberes y responsabilidades de una manera cada vez más creciente, y les exige hacer explícitos las normas y principios sobre las que se basan su actividad profesional. Al mismo tiempo, la complejidad y diversidad de las relaciones sociales impone dilemas de difícil resolución si no se cuenta con un marco teórico adecuado que clarifique los caminos a seguir”.

 

            Planteado el problema, el siguiente paso fue dilucidar la importancia de la moral como práctica reguladora de la vida en relación con el cuidado de sí y del cuidado de los otros, y de la ética como reflexión acerca de los principios sobre los que funda esa práctica. Para esto, la Lic. Barbesi hizo un profundo análisis de los diferentes aportes filosóficos y meta-éticos que se han ido desarrollando en más de 2000 años de historia humana, para al fin optar, en el ámbito de su investigación, por definiciones y diferencias entre la ética y la moral que le servirían para el ulterior desarrollo de la conferencia.

 

            Asimismo, luego de hablar sobre teorías y enfoques éticos, como, por ejemplo, el utilitarismo y las teorías deontológicas y el kantismo, y, más adelante, sobre los ya clásicos principios de la bioética y de la manera en que estos han intervenido en el progreso de la psicoética, la Profesora desarrolló las normas básicas de la psicoética. Allí entran a jugar, entonces, la confidencialidad y el secreto profesional, la veracidad y las nociones de mentira y falsedad, y el lugar que ocupa –o debería ocupar– el consentimiento informado.

 

            Visto lo anterior, nos encontramos con que podemos decir que la confidencialidad implica el respeto a la confianza depositada durante la consulta, donde se relatan aspectos privados en el convencimiento que permanecerán en reserva, no trascendiendo. Es homologable a la responsabilidad de mantener el secreto médico. Por su parte, la veracidad se relaciona, según las definiciones que se emplean en los códigos de psicoética, con la obligación mutua de intercambiar sin ocultamientos ni tergiversación, la información que se produce como material necesario al vínculo terapéutico. Hay una conformidad de lo que se dice, con lo que se siente o piensa. Para lo cual el profesional debe tener en cuenta la accesibilidad a la forma de realizar la comunicación o intercambio de información, de modo tal que resulte comprensible al nivel del paciente. Por otra parte, en cuanto a la fidelidad, puede decirse que la misma se vincula con la cualidad que se transmite y motiva una esperanza firme en el comportamiento correcto de quién no traicionará la confianza depositada. Cumple el principio establecido en el Juramento Hipocrático en el sentido de que todo lo que se hará terapéuticamente será en bien del paciente. Por último, en el caso del consentimiento informado, el mismo es visto en los códigos de psicoética como el planteo con responsabilidad y conocimiento, de los alcances, consecuencias o posibles complicaciones del tratamiento, en forma racional, de modo tal que el paciente acepte el mismo, manifestando su voluntad sin limitaciones. Todas estas pautas básicas se relacionan, asimismo, con otras, como por ejemplo, la diligencia del profesional en el momento de derivar un caso, la responsabilidad en el tratamiento, y la honorabilidad con la que debe encarar ese tratamiento, es decir, al paciente al que tratará.

 

            Ahora bien, regresando al concepto de confidencialidad, del mismo puede decirse que “la importancia de la confidencialidad se torna esencial cuando se piensa en el contexto de la relación ‘profesional de la salud – paciente’ puesto que es la confianza en el primero, como portador de un saber que puede ayudar a restaurar la salud o a devolver el bienestar, la que posibilita la apertura de la intimidad. La norma de confidencialidad en la relación aludida tiene una larga tradición, ya el Juramento Hipocrático enuncia la obligación del médico, de salvaguardar lo que el paciente le confía”, señaló la Lic. Barbesi, y luego agregó que “para los objetivos de la medicina, es de esencial importancia la información que suministre el paciente, y ésta será más fluida y amplia, cuanto mayor sea la seguridad de que el secreto será respetado, de modo que en primera instancia, es un hecho indiscutible que el profesional cumplirá con la regla de confidencialidad”. Ahora bien, “los códigos de ética, sin embargo, afirman en general que este deber no es absoluto: situaciones en las cuales de no infringirse esta obligación, pudieran derivarse consecuencias perjudiciales para el paciente, el profesional u otras personas, podrían ser consideradas como razones válidas para fundamentar excepciones a la regla. Circunstancias tales como la revelación del paciente acerca de sus intenciones de matar, suicidarse o poner en peligro la vida o la seguridad de terceros, ilustran el dilema entre el deber de respetar la privacidad (autonomía) y el deber de no perjudicar (no-maleficencia) o de tener un trato equitativo para con todos (justicia). Éstos son casos en los que el profesional se cuestionará el cumplimiento de este deber”. Precisamente, el ya conocido caso Tarasoff (el señor Poddar reveló al terapeuta que lo atendía la intención de matar a una chica. Aunque no dio su nombre, el terapeuta se dio cuenta que se trataba de la novia de su paciente, Tatiana Tarasoff. Ordenó la internación del joven en un instituto psiquiátrico, pero los médicos forenses determinaron que el estado de Poddar no requería internación y bajo la promesa de que no se acercaría a la muchacha, no lo retuvieron. Dos meses más tarde, Poddar mató a Tatiana. El análisis de este caso se encuentra en Kraut, A., Responsabilidad Profesional de los psiquiatras, Buenos Aires, La Roca, 1991) ilustra la confrontación entre el deber de confidencialidad y los principios de no-maleficencia y de justicia, “Interpretado el dilema en término de derechos, la colisión se manifiesta entre el derecho a la vida y el derecho a la intimidad. Los debates suscitados por este caso, ocurrido en los EE.UU. en 1969, sentaron las bases de lo que se conoce como ‘Doctrina Tarasoff’, la que sostiene que es un deber profesional el romper el secreto profesional cuando la no-revelación implique riesgo de daños para terceras personas.” En síntesis, si bien el respeto por la confidencialidad es el principio sobre el que se asienta la relación médico – paciente, no obstante, ante situaciones ambiguas, se deberá realizar un cuidadoso examen de la circunstancia específica en su especial contexto de variables, y una atenta evaluación de beneficios y perjuicios.

 

            Sobre el final se produjo un interesante debate entre la Profesora y los concurrentes en donde, entre otras cosas, se discutieron no sólo dilemas psicoéticos, sino, en especial, problemas meta-éticos e, incluso, meta(bio)éticos, como por ejemplo, el (ab)uso que en su oportunidad señalara Rabinovich-Berkman de los principios de la Bioética (EMBRIONES Y BIOÉTICA. Una introducción a la problemática metodológica de base, en  PERSONA, 45) han llevado a que muchos entendieran, entre otras cosas, que la Bioética era una disciplina que se reducía a determinada cantidad de principios y que luego, a partir de la confluencia de estos ante un supuesto dilema, se vislumbrara(n) la(s) solucio(nes).